“Después Jesús pasó a la otra orilla del lago de Galilea, cerca de Tiberíades. Le seguía un enorme gentío, a causa de las señales milagrosas que le veían hacer en los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Jesús, pues, levantó los ojos y, al ver el numeroso gentío que acudía a él, dijo a Felipe: «¿Dónde iremos a comprar pan para que coma esa gente?» Se lo preguntaba para ponerlo a prueba, pues él sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: «Doscientas monedas de plata no alcanzarían para dar a cada uno un pedazo.»
Otro discípulo, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es esto para tanta gente?» Jesús les dijo: «Hagan que se sienta la gente.» Había mucho pasto en aquel lugar, y se sentaron los hombres en número de unos cinco mil.
Entonces Jesús tomó los panes, dio las gracias y los repartió entre los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, y todos recibieron cuanto quisieron. Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado para que no se pierda nada.»
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos que no se habían comido: eran las sobras de los cinco panes de cebada. Al ver esta señal que Jesús había hecho, los hombres decían: «Este es sin duda el Profeta que había de venir al mundo.» Jesús se dio cuenta de que iban a tomarlo por la fuerza para proclamarlo rey, y nuevamente huyó al monte él solo”.
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Anselmo de Canterbury. Teólogo y doctor de la Iglesia, y arzobispo de Canterbury desde 1093. Nació en el año 1033 en Aosta, Piamonte, Italia y murió en Canterbury, en el año 1109. Fue sin duda el mayor teólogo de su tiempo y el «padre de la escolástica». Como tal, es precursor de Santo Tomás de Aquino. La Iglesia no había tenido un metafísico de su talla desde la época de San Agustín. Al mismo tiempo su piedad permitía que Dios lo orientara hacia la Verdad Suprema.
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Juan, capítulo 6, verso 1 al verso 15. En el que se nos dice, que después de atravesar el lago de Galilea y estando próxima la celebración de la Cena Pascual judía, JESÚS realiza el Signo, de multiplicar los panes para dar de comer a los que le siguen. Este Signo indica que JESÚS da mucho más que unos panes, ya que esos panes simbolizan Su total entrega en favor de la humanidad, y con la cual establece una Nueva Alianza, que es el Pacto Definitivo entre DIOS y los hombres.
En la experiencia de esta Nueva Alianza, hay una evocación al Maná de la Antigua Alianza y así como Moisés, JESÚS también sube al monte, para ayudar a saciar el hambre del pueblo. De igual manera el número de cinco mil personas recostadas sobre la hierba, organizadas en grupos, recuerda la antigua organización de las doce tribus y la recolección de los pedazos que sobran, nos recuerda la práctica tribal de no perder ni desperdiciar el alimento por considerarlo sagrado.
Muy pertinente es recordar que, en el Evangelio según San Mateo, JESÚS convoca a sus discípulos a participar en la solución: “dadles vosotros de comer” (Mt 14,16). En el Evangelio según Juan, no es diferente: los discípulos buscan soluciones, pero son incapaces de ver más allá de lo que es posible humanamente. Solo Andrés, encuentra la posibilidad de una solución, compartiendo lo poco que se tiene, ya que allí hay un muchacho que tienes cinco panes de cebadas y dos peces.
Al confrontarnos con el texto, y ubicarnos en la escena de aquel día, en el monte, frente al Mar de Galilea, vemos que JESÚS quiere contar con nosotros, aunque sean solo cinco panes y dos peces lo que tengamos para ofrecer, es decir, Cristo nos llama a repartir la vida, ahí donde estemos, en las pequeñas cosas, las que tal vez ni se ven, ni hacen ruido. Porque desde lo poco, pero con la grandeza de desprendimiento se logra saciar el hambre de muchos y si muchos nos mentalizamos en esa idea, entonces lograremos alimentar a multitudes hambrientas y sin esperanzas.
Así que la enseñanza de hoy es bien clara, se trata de entender que todos somos responsables en la solución de múltiples problemas que nos aquejan, por lo que no debemos ser indiferentes. Ya que el hambre y la enfermedad solo pueden ser superadas, por la unidad y la solidaridad de quienes comemos juntos de una misma fuente amorosa y generosa, que es Cristo JESÚS.
Invitación que nos acarrea varios interrogantes: “¿Con qué compraremos panes para dar de comer a tantos?” (Jn 6,5) ¿de qué manera puedo poner en práctica mi compromiso cristiano para paliar esta situación tan agobiante? Sin lugar a dudas que no es fácil responder a este desafío. Por eso es que hoy es el día, para comenzar a hacer nuestra lista de las personas a las que podemos ayudar. Ya que, desde estos gestos sencillos, DIOS va multiplicando los pocos “panes” que disponemos para ayudar a los que necesitan de nuestra solidaridad.
Señor JESÚS, ayúdanos a vencer nuestras indiferencias, ya que el hambre y la enfermedad solo pueden ser superadas por la unidad y la solidaridad de quienes comemos juntos de una misma Fuente Amorosa y Generosa, que Eres Tú Mi Señor Amado.
Amén
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