El Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) presentó este jueves 25 su informe 2022 sobre violencia autoinfligida, donde registraron 2.173 muertes por suicidio el año pasado, «un aparente declive en el indicador», señalaron dos investigadores de la organización.
El profesor Gustavo Páez, coordinador del OVV en el estado Mérida, señaló que, si bien este número es menor al conteo de 2021, los registros de suicidio se mantienen en una tasa superior a los informados por el propio Ministerio de Salud antes de 2016, último año que se publicó información oficial sobre violencia y muerte autoinfligida.
«El problema de Venezuela, como hemos venido insistiendo, es que la tasa de suicidios se ha incrementado y, a pesar de que ha bajado en los últimos tres años, se mantiene en niveles superiores a los que se experimentaban antes de la crisis», reiteró Páez durante una rueda de prensa virtual.
En un 49,2% de los casos, las autoridades no tienen suficientes elementos para determinar si fue homicidio, suicidio u ocurrio de manera accidental.
Los últimos años ha aumentado la tendencia de suicidios entre jóvenes de 18 a 24 años y adultos de 30 a 60 años. Mérida, Distrito Capital, Táchira, Miranda y Aragua ocuparon los primeros cinco puestos de ocurrencia de este tipo de muertes.
Los principales factores de riesgo asociados a los intentos o consumación del suicidio el año pasado fueron de orden económico, como la falta de dinero o alimentos, social, asistencial, problemas familiares o en el ámbito educativo.
Suicidio en niños, niñas y adolescentes
Páez, alertó sobre la cantidad de suicidios registrados el año pasado que tiene que ver con niños, niñas y adolescentes, por lo que pidió prestar mayor atención y proveer de herramientas para solucionar los problemas que aquejan a estos sectores de la población.
Según el OVV, hasta mediados de mayo de 2023 se han contabilizado 19 suicidios de niños, niñas y adolescentes. Las razones que han podido identificar, en algunos casos, son multifactoriales e incluyen: El manejo inadecuado de las emociones, impulsividad e irritabilidad, disfuncionalidad y desestructuración familiar, con ausencia o poca comunicación entre padres e hijos, presencia de sentimientos negativos (tristeza, incertidumbre, minusvalía, inutilidad, tormento por el aislamiento), además de casos de depresión, y situaciones de bullying o acoso escolar.
Además, ruptura de la estructura familiar por migración de padres hacia el extranjero, por lo que el cuidado de los niños, niñas y adolescentes recae en otros familiares; al igual que la afectación emocional por migración de otros familiares y amigos.
También, interrupción de actividades extracurriculares por motivos económicos, adicción al internet y redes sociales, problemas o conflictos familiares o con su cuidador, existencia de una cultura violenta como producto del entorno económico – social, problemas para superar la pérdida de un familiar por fallecimiento.
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