Los cardenales italianos que entrarán al cónclave para buscar un sucesor a Francisco conforman el grupo más numeroso por nacionalidad y, aunque su peso ha menguado respecto al pasado, resisten en la lista de ‘papables’, respaldados sutilmente por algunos sectores del país que alberga el Vaticano.
Durante cuatro siglos, desde la elección en 1523 de Adriano VI de Utrech, la tiara papal siempre reposó sobre la cabeza de cardenales del actual territorio de Italia, hasta que en 1978 el polaco Karol Wojtyla, Juan Pablo II, rompió esta tendencia histórica.
La novedad se notó ya en su primera aparición: «Han llamado a un obispo de Roma de un país lejano. No sé si podré expresarme en vuestra lengua italiana. Si me equivoco, me corregiréis», se excusaba, instantes después de su elección.
Roma ‘deseuropizada’
Tras sus más de 26 años de pontificado llegaría la era del alemán Benedicto XVI (2005-2013) y, después, la del argentino Francisco, fallecido este 21 de abril. ¿Volverá el papado a un italiano, 47 años después de Juan Pablo I?
La misión principal, ahora, es hallar un sucesor sin importar la nacionalidad, tal y como insisten estos días los cardenales al ser preguntados por Roma.
Para ello, este miércoles 133 purpurados con derecho a voto -por tener menos de 80 años- se encerrarán en la Capilla Sixtina para acordar un nombre: es el cónclave y, en esta ocasión, será el más heterogéneo que se recuerda.
Y es que, en sus doce años de pontificado, Francisco se esforzó por reducir la tracción europea de la iglesia, repartiendo a sus representantes en cada rincón de un planeta en el que cuenta con unos 1.400 millones de fieles.
El actual Colegio Cardenalicio tiene 252 purpurados, de los que 135 son electores (dos no acudirán por cuestiones de salud). Los europeos siguen siendo mayoría, con 61, pero menguan en detrimento de otras áreas geográficas como América o Asia.
Los italianos siguen siendo el grupo más numeroso por país pero su pesoen la Capilla Sixtina se verá muy reducido: solo entrarán 17, 11 menos que en 2013 (cabe destacar que la cifra de electores también era inferior, 117).
El italiano pierde fuerza y eso ha podido notarse incluso en las congregaciones previas al cónclave, con numerosos cardenales que han requerido de un traductor.
Otro ejemplo es el del arzobispo de Milán, Mario Delpini, pastor de la mayor diócesis europea y que no entrará al cónclave porque Francisco no le nombró. No ocurría desde 1878.
Los italianos: menos, divididos pero potentes
Esto ha hecho que en Italia se ponga en movimiento una suerte de campaña sutil para el regreso de un papa italiano. El interés reside en que el Vaticano es un influyente centro de poder en plena Roma con forma de diminuto país independiente desde 1929.
El debate ha llegado a diversos periódicos: «Algunos medios que representan al ‘stablishment’ en Italia no quieren ni oír hablar de otro papa latinoamericano o asiático», concede un observador al tanto de dichos movimientos.
Pero, aunque el italiano retroceda en la Sixtina, resiste en la lista de eventuales ‘papables’, pero no como un bloque unido: «No veo a un episcopado unido detrás de un candidato», opina el profesor de Teología Histórica, Massimo Faggioli.
Entre los purpurados con más renombre en este cónclave destacan los italianos Pietro Parolin, secretario de Estado de Francisco; el patriarca de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa; el jefe de los obispos italianos, Matteo Zuppi, o el diplomático Fernando Filoni.
Pero su prestigio, apunta Faggioli, no depende solo de su país sino de su trayectoria internacional: Parolin y Filoni fueron embajadores -el segundo fue de los pocos que resistió en Irak durante la guerra-, Pizzaballa ha denunciado el «drama vergonzoso» de Gaza y Zuppi trató recientemente de mediar entre Rusia y Ucrania.
«Todos estos candidatos son menos italianos de lo que era Pablo VI (1963-1978), que pasó toda su vida en el Vaticano y en Milán», subraya el experto.
El poder terrenal
Naturalmente el Gobierno de Italia, de la ultraderechista Giorgia Meloni, no se ha pronunciado, sería una injerencia, pero los medios apuntan los contactos vaticanos y con la esfera católica de su más cercano colaborador y subsecretario, Alfredo Mantovano.
Otros sí han sido más claros. El presidente estadounidense, Donald Trump, ha señalado a un cardenal «muy bueno» que vive en Nueva York: Timothy Dolan, uno de los electores en este cónclave.
A tres días de que los electores se aíslen en la Capilla Sixtina, el axioma más repetido en Roma es el de cada cónclave: «quien entra papa sale cardenal», sea italiano o de cualquier otro lugar.
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