“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal deja de ser sal, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente. Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos”  

“Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

En este Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal celebra la fiesta entre otros santos, en honor a Santa Águeda, virgen y mártir. Nació en Catania, Sicilia, al sur de Italia, hacia el año 230, En tiempos de la persecución del tirano emperador Decio, el gobernador Quinciano se propone enamorar a Águeda, pero ella le declara que se ha consagrado a Cristo. El gobernador le manda destrozar el pecho a machetazos y azotarla cruelmente. Muere el 5 de febrero del año 251.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de JESUCRISTO, Según San Mateo capítulo 5, versos del 13 al 16, en el que se relata las palabras de JESÚS, dadas a sus discípulos, sobre el modo en que debían comportarse al momento de asumir la Misión para lo cual los estaba preparando. En su discurso les recuerda a sus interlocutores la Alianza de Sal, ya que muchos de ellos conocían la Escritura, lo que les permitía entender que era la Alianza hecha por DIOS con los Sacerdotes, que era duradera y aseguraba la permanencia del pueblo elegido por DIOS (Núm. 18,19).

Y es que a partir de la identidad y de su unión con JESÚS los discípulos, requieren ejercer el mandato de ser “Sal de la tierra y Luz del mundo”. Mientras la Sal sirve para dar sabor, preservar los alimentos y abonar la tierra para el cultivo. La Luz ilumina la oscuridad. Ambas figuras ilustran las exigencias que implica ser Testigo de JESUCRISTO. Y ese es el Mensaje que hay que Transmitirle a los demás, pero teniendo como único objetivo ser espejos de la Gloria del PADRE Celestial, dejando a un lado nuestros proyectos y maquinaciones personales.

Al confrontarnos con el texto, vemos que, si queremos ser discípulos de JESÚS tenemos que ser Sal de la tierra, porque tenemos el mandato de hacer entrar al mundo en la Alianza de DIOS. Por lo que debemos mantener en el mundo las inquietudes por la justicia verdadera y, con esto, impedir que las sociedades humanas se estanquen en la mediocridad. Teniendo en cuenta, que, el mundo camina de espalda a DIOS, y es más que necesaria la presencia de Testigos del Reino que expliquen el querer de DIOS para la humanidad.

Necesidad que seguramente en muchas ocasiones nos ha invitado a preguntarnos: ¿de qué manera cada cristiano puede asumir su papel de discípulos en este mundo tan indiferente a las cosas de DIOS? Por esa razón somos muchos los que nos desanimamos a diario, porque no nos creemos capaces de revertir esa situación. Y he aquí que con la imagen de la Sal y de la Luz que JESÚS nos regala hoy, nos fortalece y nos orienta para asumir de una mejor manera nuestra Misión de Testigos.

Sin embargo, no todos los que escuchen la Palabra se van a convertir en seguidores de JESÚS, que sería lo más maravilloso que pudiera pasar, pero lamentablemente los intereses mezquinos de la humanidad no lo permiten. Por eso es que nuestro Señor JESÚS, quiere, que quienes nos llamamos sus seguidores, dejemos nuestras propias huellas en el mundo, y que mediante el Testimonio de vida y nuestras obras de Misericordia el mundo tenga el Sabor y la Luz de JESÚS.

Por eso es que hoy es el día para preguntarnos: ¿en los ambientes familiares, laborales, eclesiales y en general en cada sitio en los que interactuamos, estamos alumbrando con la Luz de Cristo y dando sabor con nuestras buenas obras? ¿En los ambientes de odio y de indiferencia, somos Sal para dar sabor a ese mundo insípido?

Señor JESÚS, Maestro de la Ternura, permítenos ser Sal de la tierra y Luz del mundo, para que vivamos cada día de nuestra existencia, irradiando Tu Amor a cada uno de nuestros semejantes Amándolos y sirviéndoles tal como Tú haces con nosotros.

Amén

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