La política es el arte de lograr objetivos en contra de la oposición de otros. Se justifica porque los problemas tienen opciones de soluciones. La negociación es su instrumento natural para conciliar intereses diversos.

La justicia tiene que ver con la administración de la verdad, la razón. La responsable de hacerla respetar y de conceder a cada uno lo que le corresponde. En una sociedad que se valore democrática: la justicia y la igualdad deben primar siempre como valores garantes del equilibrio societario.

Todas las sociedades tienen problemas, incluyendo las democráticas; pero de lo que no hay duda que las de mayores conflictos y violaciones de derechos humanos son aquellas sometidas bajo regímenes autoritarios. Revisando fuentes estadísticas de la O.N.U., estos son los países que están en la cola del ranking de regímenes autoritarios: Venezuela, Camerún, Cuba, Ruanda, Vietnam y Corea del Norte. Seguro Nicaragua estará allí muy pronto.

Obviamente, difícil hacer justicia humana donde no opera el estado de derecho. La total impunidad facilita los abusos, vicios y crímenes de todo tipo.

Ahora bien, el tema que nos ocupa hoy como reflexión tiene que ver con la salida del poder de los dictadores y sus posibilidades de enjuiciamiento. Se conocen dos vías: la violenta y la pacífica. En la primera, se utiliza la fuerza como medida coercitiva: interna o externa. En la segunda, la negociación (política).

Los casos que se recuerdan de dictadores sacados del poder tras una intervención militar de fuerzas extranjeras que dio paso  a una transición democrática, y fueron juzgados posteriormente, fueron: Saddam Hussein (Irak) y Milosevic (antigua Yugoslavia).

Otros casos de dictadores juzgados después de ser depuesto con fuerzas internas, y consolidada sus respectivas democracias y despolitizadas sus fuerzas armadas, los de Chile y Argentina.

No cabe duda que las presiones internacionales y el temor de los dictadores por los castigos futuros que les vendrían por sus conductas criminales, han sido factores determinantes para que algunos de ellos hayan aceptado la negociación de su salida del poder; con garantías de un exilio sin castigo.

El dilema y la frustración humana es que por esta vía, la solución pasa por salvar a los criminales, ofreciéndole su salida del país como si nada. Con ese “perdón político” sigue creándose condiciones para que similares sigan llegando al poder y hagan lo mismo; fiados de que al final de su autoritarismo, tendrán una opción de impunidad o garantías de no enjuiciamiento.  

Entretanto, si bien es cierto, los entes supranacionales hacen seguimiento a las violaciones de derechos humanos, se hayan creado Cortes internacionales vinculantes a los Estados, para atenderlas; no es menos cierto que sus gestiones son lentas para tomar decisiones oportunas y detener la criminalidad. Así como el enjuiciamiento de los responsables.

Fidel Castro, Yang Shangkum, gobernaron hasta su muerte. Este presidente chino es el responsable de la muerte de más de 10.000 jóvenes el 14 de junio de 1989 en la plaza Tiananmen, que habían ocupado por tres semanas estudiantes universitarios exigiendo libertades. El  mismo año de la caída del Muro de Berlín. 

Cómo no recordar la llegada del régimen nazi en Alemania en 1933 con Adolfo Hitler a la cabeza, autor intelectual y material del genocidio que produjo exterminio de casi 6 millones de judíos.

Trayendo este caso último a los tiempos de hoy, cuando ya existen ONU, Corte Internacional de Derechos Humanos, Corte Penal Internacional, me imagino a Michelle Bachelet visitando a Alemania para entrevistarse con Adolfo Hitler y comprobar lo del Holocausto.

Luego decir que, a partir de ahora, se instalará una comisión de DDHH en Alemania.

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Edición 1483.

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