¡Venezuela! vejada de luz e inacción por tanto tiempo, sufres hoy consecuencias sociales como nunca habías sufrido de tus gobernantes en toda la historia republicana.
Eres una nación poderosa de riquezas naturales y humanas, pero que se te ha hecho difícil conjugarlas en ideas y acciones coherentes de progreso y desarrollo nacional.
No hay razón para qué como sociedad te hayas opuesto a las correcciones y reformas que algunas voces bien intencionadas te hicieron. Voces independientes y lucidas reclamando en los momentos oportunos los cambios, antes de 1998.
El silencio de ciertos sectores políticos en los últimos 20 años ante las violaciones reiteradas y sistemáticas de los derechos constitucionales, fue elocuente y cómplice. Igual ante las violaciones de tus libertades de opinión y expresión desde el primer día de Chávez en el poder.
Hasta el 2012, te distrajo la producción de 3 millones de barriles diarios a un precio alrededor de 100 dólares por barril; cuya riqueza Chávez no invirtió en la economía nacional, menos en progreso y desarrollo.
Siendo autocrítico, la sociedad venezolana permitió a estos socialistas autoritarios la apropiación de nuestra Constitución y de las leyes para interpretarlas y usarlas a su conveniencia. Manejando igual los conceptos, pensamientos, valores democráticos a su manera revolucionaria.
Por la fuerza impusieron lo que les dio la gana en materias de educación, salud, seguridad, justicia, finanzas y manejo de empresas y entes del Estado.
Los venezolanos perdimos el control de nuestras vidas, cuando el régimen controló todos los aspectos de la comunidad, reprimiendo el espíritu emprendedor democrático que tanto nos ha hecho falta.
No fuimos realmente valientes cuando permitimos que ocurrieran todas estas cosas y guardamos silencio cuando el grito a la protesta había que alzarlo.
La libertad no está reservada para aquellos que no están dispuestos a entenderla y luchar por ella siempre, en las buenas y en las malas. No hay libertad sin valentía.
Esta pérdida de libertad y democracia, y que ahora, desde el 23 de enero, la sociedad política ha emprendido una lucha firme para recuperarla, nos debe llamar a la reflexión a todos los demócratas. Internalizando que no debe haber intolerancia para quienes piensen diferentes; respetando las decisiones de las mayorías sin desoír las opiniones de las minorías.
Seremos libres si permitimos que los promotores de la rectitud política tengan sus espacios y respeto, sean mayoría o minoría.
Seremos y nos mantendremos libres si permitimos que nuestras estadísticas sean las fuentes apropiadas para la elaboración de las políticas públicas y la toma de decisiones de gobierno.
Seremos libres si las clases sociales se ponen a trabajar incansablemente por una sola idea: el progreso, bienestar, seguridad individual y colectiva de todos los venezolanos.
El sueño de una sola nación “desarrollada” lo haremos realidad entre todos cuando impongamos un modelo de Estado libre donde cada ciudadano tenga la protestad, la autonomía e independencia de determinar su propio destino y elegir el estilo de vida de su conveniencia con sus propios esfuerzos. Incluyendo la autonomía e independencia de los poderes públicos.
La próxima vez que oigamos el Himno Nacional en democracia, pensemos acerca de lo que significa su letra; pongámonos de pie, de lleno, con orgullo, izando, respaldando y preservando nuestra bandera y nuestras libertades como nuestros valores democráticos irrenunciables.
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Edición 1478
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