…A finales del siglo pasado, en Venezuela no existían industrias, las manufacturas no tenían incentivo pues la escasa población, el transporte primitivo y la falta de dinero, no podían hacer prosperar ninguna organización de producción masiva. Todo era importado y nuestro comercio era exclusivamente de importación y poca exportación. Se exportaba café y cacao en algunas ocasiones el añil (azulillo) cual era muy codiciado en Europa, es de hacer saber que este producto lo usaban mucho nuestras abuelas y madres, para el blanqueamiento de la ropa blanca en el momento de lavarla.

Los trabajadores del campo utilizaban métodos rudimentarios heredados de la Colonia: Las yuntas de bueyes para las grandes extensiones de sembradío, y el conuco que siempre ha causado estragos por las quemas a las cuales ya estaban acostumbrados nuestros primitivos agricultores. La vida era muy simple, los salarios muy bajos y por ese motivo la política era lo único que despertaba inquietudes y ambiciones. Todos los venezolanos llevamos por dentro la política. Es un mal del cual no hemos podido liberarnos y lo escuchamos en todas las conversaciones: “¿Y cómo va la política?”

Las primeras industrias que se instalaron en Venezuela, fueron los trapiches que fabricaban papelón, aguardiente y ron, y un tipo de azúcar que dejaba mucho que desear (todo esto, producto de la caña de azúcar), algunos aserraderos y fábrica de cigarrillos, que comenzaron a producir lo que se conoció por cigarrillo de grano, los cuales el fumador torcía el mismo. Se expendía la picadura en bolsitas y se adjuntaba a ella un paquetico de papel especial que el fumador tomaba una de esta hojitas, la doblaba por el centro, echaba la picadura y fabricaba el cigarrillo, le pasaba la lengua por la parte del papel donde estaba engomada y ya estaba listo el pitillo para ser fumado. Había expertos en ese trabajo, que lograban hacerlos con una sola mano. Después llegaron los cigarrillos ya terminados en sus cajetillas de papel.

La cerveza fue una de nuestras primeras industrias. La cervecería Nacional fabricaba cerveza, kola y soda, además de hielo. Esta fue una de las industrias que mayor beneficio proporcionó al público, por ser la cerveza una bebida helada y el hielo una de las grandes necesidades. Todas las industrias eran movidas por máquinas de vapor ya que la electricidad no estaba al alcance de todos, pues no existían las plantas generadoras de energía eléctrica.

En Caracas y en el interior se fabricaban alpargatas en grandes cantidades con una maquina muy curiosa que tejía las capelladas (parte alta de la alpargata) y las tiras laterales. Siempre se escuchó decir que esa máquina había sido inventada en Venezuela, único país del mundo donde ese tipo de calzado se fabrica. Otros países también tienen tipos de calzado muy barato; pero la alpargata fabricada con pabilo, y suela de goma o de cuero de res, parece ser una especialidad venezolana.

Recuerdo las calles de Caracas, donde el comercio tenía su campo de acción. Esta se encontraba entre la esquina de Coliseo, Sociedad, Gradillas, San Jacinto, Dr. Paul, Salvador de León, Camejo y Colon, ahí llegaban los cargamentos de mercancía importada y del interior de la república. El transporte se efectuaba en carretas y arreos de mulas y burros y diariamente todo ese sector estaba lleno de estos medios de transporte lentos y de poca carga. A orillas de las aceras estaban colocadas las argollas para amarrar los animales que permanecían todo el día bajo el sol o lluvia. La mercancías que venían en el Gran Ferrocarril de Venezuela o en el Ferrocarril Caracas-La Guaira, eran recogidos por carretas y unos armatostes parecidos a un camión de estacas y tirados por mulas a los que llamaban “Carricoches” Del patio común de ambos ferrocarriles, se transportaban a las casas de comercio.

Del interior llegaban a los grandes almacenes: café, caco, papelón, cueros, ron, azúcar y otros artículos de almacenamiento. Los productos de la agricultura menor iban directamente al Mercado Principal, pulperías y bodegas.

Siguiendo la tradición de los puertos, todo el comercio comenzaba su trabajo a las siete de la mañana, hasta las once y media y desde la una de la tarde hasta las cinco y media, se trabajaba de lunes a sábado y muchas casas de comercio trabajaban los domingos hasta las once de la mañana.

No existía ninguna Ley que protegiera al trabajador y eran desconocidas las vacaciones y las prestaciones sociales. Un empleado sea cual fuera el rango, jamás podía disponer al año de un asueto de quince días y mucho menos recibir un compensación en dinero el día que se retirara o despedían. Los jefes, dueños y apoderados de las grandes casas comerciales, eran los que tomaban vacaciones que iban a disfrutar en Europa durante tres o cuatro meses en compañía de la familia.

En las casas de comercio cuya casa matriz estaba en Europa, el empleado no tenía mayor libertad en sus decisiones personales. Si alguno decidía casarse, eso tenía que ser consultado a la casa principal en Europa y allá se resolvía si podía casarse o no, de acuerdo al tiempo de servicio que tenía y al sueldo que ganaba. Si la resolución era negativa y el empleado, no obedeciendo a sus superiores, contraía matrimonio era despedido inmediatamente.

Así se vivía y así marchaba la ciudad, siempre a la espera de algo mejor, hasta que un buen día surgió el petróleo, se abrieron las compuertas e las ambiciones, del enriquecimiento sea como fuere; comenzaron a llegar del exterior los inversionistas al saber el promisor futuro de Venezuela y comenzó la industrialización.

Muerto el general J. V. Gómez para quien Venezuela no era más que una inmensa hacienda bajo su férrea mano el pueblo clamo por sus derechos, sus reivindicaciones y querer participar como era lo justo, de la riqueza que cada día iba creciendo en Venezuela. ¡Cuánta diferencia entre el ayer y hoy!! Caracas, el Pequeño Paris, se empezó a convertir en la gran ciudad que es hoy, de rascacielos y avenidas, pasos a nivel (aunque en los últimos años hemos dado un retroceso, nos han maltratado, pero hay la esperanza de salvar al país, siguiendo y oyendo buenos concejos) una que plena nuestras calles, una agitación constante y todas las características del pueblo se borraron para siempre dar cabida a la capital moderna, sórdida e inhumana.

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