Madrid.- Determinar correctamente la edad de los tiburones ballena, una especie en peligro de extinción, ha sido siempre un problema, hasta que los científicos han dado con la clave a partir de datos de las pruebas nucleares realizadas durante la Guerra Fría.

Un estudio firmado por investigadores australianos, estadounidenses e islandeses que publica Frontiers in Marine Science explica este método que “ayudará a garantizar la superviviencia” del tiburón ballena, el pez más grande del mundo.

Los tiburones ballena (Rhincodon typus), como el resto de tiburones y rayas, no tienen unas estructuras óseas llamadas otolitos, que son las que se usan para determinar la edad del resto de peces, explica en un comunicado el Instituto Australiano de Ciencias del Mar.

Sin embargo, las vértebras del tiburón ballena tienen unas marcas distintivas, como si fueran los anillos del tronco de un árbol, y se sabe que el número de anillos aumentan a medida que el animal envejece, pero no estaba claro si aparecen cada año o cada seis meses.

Para intentar resolver el misterio, los investigadores se fijaron en datos de radioactividad procedentes de la carrera nuclear de las décadas de los años cincuenta y sesenta, cuando Estados Unidos, la Unión Soviética, Reino Unido, Francia y China realizaron pruebas con este tipo de armas.

Muchas de esas pruebas fueron explosiones a varios kilómetros en la atmósfera y uno de sus resultados fue la duplicación temporal de un isótopo llamado carbono 14.

Este isótopo es un elemento radiactivo natural que a menudo usan los arqueólogos e historiadores para datar huesos y objetos antiguos.

La lluvia radioactiva de las pruebas de la Guerra Fría saturó primero el aire y luego los océanos y el isótopo se desplazó gradualmente a través de la cadena alimenticia a todos los seres vivos, creando una firma de carbono 14, que aún persiste.

Este radioisótopo adicional decae a un ritmo constante, lo que significa que “la cantidad contenida en el hueso formado en un momento dado será ligeramente mayor que la contenida en otro hueso, por lo demás idéntico, formado más recientemente”, agrega la nota.

 
El equipo empleó datos de radiocarbono resultado de aquellas pruebas nucleares, para determinar los niveles de carbono 14 en las marcas distintivas de las vértebras de tiburones muertos almacenadas en Pakistán y Taiwán.

La medición de los niveles de radioisótopos en los anillos de crecimiento permitió determinar claramente que estas marcas se producen una vez por año y, por lo tanto, determinan la edad del animal, explico Mark Meekan del Instituto Australiano del Ciencias del Mar.

El investigador destacó la importancia de este descubrimiento porque “si sobre o subestimas las tasas de crecimiento, inevitablemente terminarás con una estrategia de gestión que no funciona, y verás la caída de la población».

Aunque en la última década se ha mejorado el conocimiento sobre los movimientos, el comportamiento y la distribución de los tiburones ballena, los rasgos básicos del ciclo vital, como edad, longevidad y mortalidad, siguen siendo, en gran medida, desconocidos.

El estudio ha mostrado que los tiburones adultos pueden vivir muchos años, una de las muestras tenía 50 años, y que la larga longevidad es “probablemente una característica de esta especie. Ahora hemos añadido otra pieza del rompecabezas”, agregó el científico.

 

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