Ginebra, Suiza. El coronavirus está provocando un sufrimiento más allá del que causan las cifras de contagiados y fallecidos y que está afectando la psique de toda la sociedad, al haber hecho del abrazo y de cualquier contacto físico gestos prohibidos, lo que convierte en urgente incorporar la ayuda psicosocial a la lista de prioridades para afrontar la actual pandemia

«Lo más terrible de todo es la falta de contacto humano físico y, por ello, la ayuda psicosocial es muy importante. En todo el mundo vamos a perder algo con lo que hemos crecido, el abrazo de nuestros padres, cuando perdemos a un ser querido», dijo hoy el presidente de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (FICR), el italiano Francesco Rocca, quien dirige la red humanitaria más amplia del mundo, la cual funciona gracias a 14 millones de voluntarios que acuden en auxilio de las víctimas de desastres o conflictos y también de los grupos más vulnerables de la sociedad.

«Incluso en situaciones de desastre o en áreas de conflicto podemos abrazarnos si tenemos miedo. Ahora esto no es posible», indicó Rocca por videoconferencia desde el norte de Italia, donde evalúa la mejor forma de continuar ayudando al sistema sanitario italiano, ahogado por decenas de miles de casos de coronavirus y que está de luto por los 8.100 muertos que esta enfermedad ha dejado en un mes.

MÁS DEPRESIÓN ENTRE LA POBLACIÓN Y ALTO ESTRÉS DEL PERSONAL SANITARIO

Rocca señaló que el avance del coronavirus va de la mano del aumento de casos de depresión y también de los suicidios, en circunstancias en que personas mentalmente frágiles se encuentran aisladas, entre ellas drogadictos que no consiguen las sustancias que consumen.

«Es algo que sale a relucir en las discusiones que hemos tenido con enfermeras y doctores», aseguró el responsable de la FICR, que acaba de formular una petición internacional para reunir 566 millones de dólares y financiar la acción de las sociedades nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (en países musulmanes) contra el coronavirus.

Las medidas de confinamiento dictadas por decenas de países en el mundo han interrumpido tratamientos psicológicos y psiquiátricos, lo que, sumado al aislamiento y a la distancia social, puede poner al borde del abismo a quienes sufren de trastornos mentales..

El personal sanitario también se enfrenta a un estrés inconcebible en un periodo normal, por lo que la FICR ha abierto una línea telefónica en Italia para atenderlos.

Esta semana una enfermera italiana se quitó la vida, sumida en la angustia que le provocaba pensar que se había convertido en un vector del virus, del que había dado positivo, y que representaba una amenaza para los demás.

«La presión que están soportando no tiene precedentes. Médicos, enfermeras y auxiliares trabajan a contrarreloj, pero no solo están físicamente agotados, sino también mentalmente porque se están enfrentando a una derrota», reflexionó Rocca.

Describió la situación de un hospital del norte de Italia como la de un espacio donde la separación de servicios ha desaparecido y todos se concentran en arrebatar de las manos de la muerte a los infectados, incluso los médicos con las especialidades menos habituales, mientras que a los fisioterapeutas se les ha dado la tarea de ocuparse de los cadáveres.

En medio de esta tragedia, los gestos más básicos de consuelo están vetados.

Rocca recuerda con emoción a una voluntaria de la Cruz Roja Italiana que «perdió ayer a su madre y cuya única manera de reponerse fue poniéndose rápidamente a trabajar por los demás, ya que ni siquiera puede velarla».

La voluntaria lloraba desconsolada a dos metros del presidente de la FICR, según él mismo relata, pero «no podía darle un abrazo, como tampoco pueden hacerlo los parientes de enfermos, a pesar de que probablemente no les volverán a ver».

EL IMPORTANTE TRABAJO DE LOS VOLUNTARIOS

En Italia, como en España, Francia y otros países donde el COVID-19 se ha propagado exponencialmente, los voluntarios de la Cruz Roja no sólo apoyan en los hospitales, sino también en hacer llevadera la vida de ancianos y enfermos crónicos que no pueden salir de sus casas.

Recogen sus recetas de medicamentos o listas de la compra, van la farmacia o al supermercado y luego se las entregan.

Probablemente sean el único contacto humano que esas personas tienen en días o semanas.

Aunque su profesión de trabajador humanitario normalmente le obliga a ser positivo, esta vez Rocca no se lo permite y advierte de que los marginados y aquellos que dependen de pequeños empleos que les dan apenas para vivir protagonizarán una explosión social en cualquier momento, ya que el parón de países enteros no les permite ganar nada.

«En los barrios más difíciles de las grandes ciudades, en pocas semanas veremos problemas sociales. Esta es una bomba que puede explotar en cualquier momento», afirmó.

Y, dirigiéndose a los gobiernos, aseguró: «Este no es momento de ser optimistas, sino de preparar planes de contingencia. Deben preparar sus hospitales, dedicarlos al COVID, buscar ventiladores, incluso si son caros, no tienen que perder tiempo, es tiempo de actuar».

EFE noticias

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