“En aquel tiempo mientras iban subiendo a Jerusalén, Jesús tomó aparte a los Doce y les dijo por el camino: «Ya estamos subiendo a Jerusalén; el Hijo del Hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley, que lo condenarán a muerte. Ellos lo entregarán a los extranjeros, que se burlarán de él, lo azotarán y lo crucificarán. Pero resucitará al tercer día.» Entonces la madre de Santiago y Juan se acercó con sus hijos a Jesús y se arrodilló para pedirle un favor. Jesús le dijo: «¿Qué quieres?» Y ella respondió: «Aquí tienes a mis dos hijos. Asegúrame que, cuando estés en tu reino, se sentarán uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús dijo a los hermanos: «No saben lo que piden. ¿Pueden ustedes beber la copa que yo tengo que beber?» Ellos respondieron: «Podemos.» Jesús replicó: «Ustedes sí beberán mi copa, pero no me corresponde a mí el concederles que se sienten a mi derecha y a mi izquierda. Eso será para quienes el Padre lo haya dispuesto.» Los otros diez se enojaron con los dos hermanos al oír esto. Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los gobernantes de las naciones actúan como dictadores y los que ocupan cargos abusan de su autoridad. Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el de ustedes que quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos; hagan como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate de muchos.»
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana, Venezuela
La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta en honor, entre otros santos, a San Juan de Dios, nació en Portugal. Después de pertenecer a la milicia, en la que llevó una vida militar con mucho ímpetu, se entregó totalmente al servicio de los enfermos. Fundó a los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios. Se destacó por su caridad con los enfermos y los atendió dejando huellas de actos heroicos.
Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 20, del verso 17 al verso 28. En el que se relata, el tercer Anuncio por parte de JESÚS, de Su Pasión y de Su Muerte que tendrá que vivir en Jerusalén, Anuncio que es confrontada por la petición de la madre de Santiago y de Juan, para que sus hijos ocuparan los primeros puestos de honor, en el Reino de JESÚS y por la cual recibe una dura reprimenda por parte del Maestro y un rechazo unánime por parte de los otros diez Apóstoles.
El texto muestra un fuerte contraste de actitudes: por un lado, está la decisión de JESÚS, que es la enfrentarse a la persecución que culminará con su muerte cruel, y por el otro lado está la ambición de los dos hermanos, Juan y Santiago, expresada por boca de su madre, que es la de sentarse triunfantes a compartir honores en un imaginario escenario terrenal, donde quieren ostentar y usufructuar un poder humano a costa de la humillación y la explotación de otros.
Con razón el Señor corta por lo sano y dice: “no saben lo que piden”. Aun así, les deja abierta la posibilidad de compartir su propia suerte, beber el Cáliz del dolor. Ellos sin medir el alcance de lo que dicen aceptan. Lo de sentarse a derecha e izquierda queda muy en el aire, y hasta sus compañeros protestan dando lugar a que el Maestro les instruya a todos sobre servicio recíproco.
Al confrontarnos con el texto y mirar esta actitud arribista y egoísta de estos dos grandes pilares fundamentales de la Iglesia, que finalmente sí bebieron “El Cáliz”, y por eso tiene un buen lugar en el Banquete de la Vida Eterna, y la comparamos con el acontecer diario de nuestra sociedad contemporánea que está impregnada de padrinazgos políticos, de tráficos de influencias, de anulación del otro a como dé lugar, para escalar peldaños en la vida social, política, económica, cultural, incluso eclesial; por lo que podemos concluir que este es un mal bien arraigado en el corazón de los seres humanos.
Por eso es que este texto nos confronta sobre el proyecto de JESÚS, y nos invita a configurarnos con Él para asumir existencialmente las actitudes de servicio y entrega hacia los demás, tal como lo hicieron grandes cristianos de la talla de San Francisco de Asís, Teresa de Calcuta, y Oscar Romero, que fueron capaces de renunciar a sus seguridades y entregarse plenamente al servicio de sus semejantes, especialmente los más débiles y excluidos de la sociedad. Esa es la respuesta contundente que el Maestro espera de todos los que nos consideramos sus seguidores, para poder beber Su Cáliz en el Banquete de la Vida Eterna, Por lo que sería bien pertinente preguntarnos: ¿estamos dispuesto hacerlo?
Señor JESÚS, aleja de nosotros la ambición de poder que permea y seduce el corazón humano, y podamos exhibir con orgullo el signo característico de un buen cristiano que es la del servicio a todos nuestros semejantes, especialmente a los que están enfermos, desempleados y pasando hambre.
Amén
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