EFE
Sídney.- Australia celebra el sábado 18 de mayo unas reñidas elecciones tras seis años de gobierno de la coalición conservadora de los partidos Liberal y Nacional en los que se vieron desfilar tres primeros ministros debido a rencillas e intrigas internas.
El primer ministro de Australia:
Scott Morrison, quien tomó las riendas del Ejecutivo en agosto de 2018 tras una revuelta interna en el Partido Liberal para desbancar a Malcolm Turnbull, intenta liderar la coalición gobernante a la victoria pese a que las encuestas le son desfavorables.
De ideas socialmente conservadoras y defensor del liberalismo económico, «ScoMo», de 51 años y cristiano practicante, ha hecho de la rebaja de impuestos y el buen manejo de la economía nacional su principal carta de presentación, a la vez que exhibe mano firme ante la inmigración ilegal y el retorno de combatientes yihadistas.
El líder de la oposición:
Bill Shorten se presenta a los comicios como el unificador del Partido Laborista después de un período de revueltas internas ocurridas durante el paso de la formación por el poder entre 2007 y 2013, que resultaron en la alternancia en el cargo de primer ministro entre Kevin Rudd y Julia Gillard.
Shorten, exlíder sindicalista y partidario de que Australia se convierta en una república, aboga en esta campaña electoral a favor de la igualdad de género, el acceso gratuito a las guarderías, mejoras en la sanidad y la educación pública, así como acciones drásticas contra el cambio climático.
El ex primer ministro conspirador:
El exmonaguillo y periodista Tony Abbott, que se juega la permanencia en su escaño por el distrito de Warringah que ocupa desde 1994, orquestó el año pasado la revuelta contra Malcom Turnbull en revancha por haberle desbancado del poder en 2015 y podría maniobrar de nuevo para ponerse al frente de la formación.
Cabeza visible del ala más conservadora, Abbott se opuso abiertamente a la legalización de las bodas entre personas del mismo sexo, que se aprobó en 2018, y es uno de los principales defensores de la explotación del carbón como generadora de energía y niega los efectos del cambio climático.
El líder del Partido Verde:
Richard di Natale, el líder del Partido Verde, acude a los comicios con el riesgo de perder terreno debido al voto que puedan obtener los independientes, posibilidad que coincide con una mayor concienciación ciudadana sobre la lucha contra el cambio climático.
Desde que asumió las riendas de su partido en 2015, el ex médico de cabecera e hijo de padres italianos ha sido clave para impulsar la legalización del matrimonio homosexual, las investigaciones a la banca y el sector que vela por los discapacitados, y un mejor trato a los solicitantes de asilo y refugiados detenidos en centros en el Pacífico.
La ultranacionalista Pauline Hanson:
Una antigua dueña de una tienda de venta de pescado y patatas fritas, su posición contraria a la inmigración ha causado revuelo desde su primera aparición en política en 1996 y a su regreso, diez años más tarde, primero contra los inmigrantes chinos y actualmente contra los musulmanes.
El partido Una Nación, dirigido por esta controvertida política que compareció con burka en el Senado como protesta, promovió la moción «Está bien ser blanco» y cuestionó una matanza que en 1996 llevó a la prohibición de armas en Australia, al tiempo que ha sido acusado por el canal de televisión Al Yazira de buscar financiación de la Asociación Nacional del Rifle estadounidense.
El excéntrico millonario:
El magnate minero e inmobiliario Clive Palmer, quien en 2016 fue considerado como uno de las 200 personas más ricas de Australia, vuelve al ruedo electoral con su Partido Unido de Australia, con un discurso populista conservador y el lema «Hagamos grande a Australia», similar al de Donald Trump en Estados Unidos.
En el complejo sistema electoral, en el que los votos de las papeletas con múltiples opciones varían hasta que un candidato alcanza el 50 %, Palmer cerró un acuerdo con el partido Liberal, lo que le podría facilitar el billete a un Parlamento en el que se espera que los independientes tengan un papel clave.
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