Campeona olímpica, mundial y continental, la judoca brasileña Rafaela Silva quiere repetir este año en París el oro conseguido en los Juegos de Río de Janeiro 2016, un reto personal para esta guerrera que persiste, pese a las adversidades.
Nacida y criada en Cidade de Deus, una de las favelas de más pasado violento en Río de Janeiro, Silva encontró en el judo la salida para ganarse la vida.
La carioca representará a Brasil en París en la categoría de hasta 57 kilos, para la que suena como favorita junto a la canadiense Christa Deguchi, la surcoreana Huh Mimi, la francesa Sara Leonie Cysique y la japonesa Haruka Funakubo.
Todas ellas están en lo más alto del ránking mundial y, aunque se ubica en un honroso cuarto lugar, Silva sabe que la lucha será ardua en la capital francesa.
«Creo que va a ser una competencia muy difícil, (…) pero hemos visto a favoritos caer en los Juegos Olímpicos y a deportistas sin resultados significativos convertirse en medallistas olímpicos», dijo en una entrevista a EFE.
«Esa es la verdadera magia de los Juegos Olímpicos», agregó.
Entre triunfos y derrotas
A sus 32 años, Silva es la única judoca brasileña -entre hombres y mujeres- que ha logrado colgarse la dorada en las tres máximas competiciones.
Además de la que obtuvo en los Olímpicos de 2016, Silva conquistó dos veces el campeonato mundial (Río 2013 y Tashkent 2022) y el año pasado llegó a lo más alto del podio en los Juegos Panamericanos de Santiago.
En la capital chilena, Silva reafirmó la soberanía que ya había conseguido en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, una victoria que terminó invalidada por dopaje, lo que le impidió además competir en los Juegos de Tokio.
Esa fue la segunda vez que pensó en retirarse del judo.
La primera fue en 2012 cuando una lluvia de insultos racistas inundó las redes sociales tras ser desclasificada de los Olímpicos de Londres por un golpe propinado a la húngara Hedvig Karakas, su rival en octavos de final, que fue considerado ilegal.
«Esas cosas nunca se dan cuando se vive un buen momento, generalmente ocurren cuando sufres una derrota (…) y las personas en vez de abrazarte y acogerte parece que quisieran hundirte más», señaló en tono irónico.
Su familia y sus entrenadores Geraldo Bernardes y Nell Salgado fueron el soporte que le ayudó a seguir en pie y a luchar con más fuerza por sus objetivos.
«Cría» de favela
Y es que la batalla la viene dando desde pequeña, cuando tenía que defender a puño limpio su lugar en las calles de la favela.
«Yo era una niña muy acelerada, solía pelear mucho en la calle, porque siempre me gustó jugar pelota, volar cometas y los niños no querían dejarme participar porque decían que las niñas no sabían de esas cosas», narró en medio de una nostálgica sonrisa.
La garra que la acompaña desde siempre se refleja en la mirada adusta con la que esta mujer de 1,68 metros de estatura y cuerpo menudo se presenta y que quizá es la armadura que esconde su timidez.
Su familia, que padecía las carencias que se viven a diario en la favela, encontró en un proyecto de barrio la opción para alejarla de la calle cuando apenas rondaba los siete años de edad.
Esta mujer, que para entonces soñaba con el fútbol, terminó abrazando un deporte del que nada conocía y con el que hasta el día de hoy sigue dando frutos.
El judo es la disciplina que más medallas olímpicas le ha brindado a Brasil: cuatro oros, tres platas y 17 bronces.
De esas 24 preseas, seis fueron conquistadas por mujeres, un número que Rafaela Silva quiere elevar este año en la Ciudad de la Luz, donde aspira a volver a brillar.
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