Un vuelo procedente de Phoenix, Arizona, aterrizó este miércoles en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar, en Venezuela, con 266 migrantes venezolanos repatriados, marcando el primer vuelo desde que el Gobierno de Nicolás Maduro anunció la reanudación de los vuelos de repatriación, en un contexto de creciente tensión por el despliegue militar estadounidense en el Caribe.
El avión, operado por la aerolínea estadounidense Eastern Airlines, forma parte del programa estatal Misión Vuelta a la Patria. El canciller venezolano, Yván Gil, informó desde Maiquetía que este es el vuelo número 95 del programa en lo que va de 2025, y el vuelo 76 proveniente de Estados Unidos desde el acuerdo bilateral firmado en enero, pese a no existir relaciones diplomáticas formales desde 2019.
Gil destacó que los venezolanos «retornan voluntariamente de los Estados Unidos» y que hasta la fecha 18.354 migrantes han regresado a Venezuela, de los cuales 14.407 provienen de EE.UU. En sus declaraciones, afirmó que «es una demostración de que Venezuela está más firme que nunca».
Más temprano, aterrizó otro vuelo de repatriación procedente de Ciudad de México, gestionado por la aerolínea estatal Conviasa, con 304 venezolanos retornados.
El canciller enfatizó que las autoridades estadounidenses inicialmente habían suspendido verbalmente estos vuelos, pero el lunes pidieron reanudarlos, solicitud que fue aprobada sin demora por el presidente Maduro.
Este martes, el Ministerio de Transporte de Venezuela confirmó la autorización para que Eastern Airlines opere vuelos de repatriación dos veces por semana, miércoles y viernes.
Cabe recordar que el presidente estadounidense Donald Trump declaró el pasado sábado que el espacio aéreo venezolano debería considerarse «cerrado en su totalidad». Caracas rechazó la afirmación con firmeza, y aunque Maduro afirmó que EE.UU. suspendió unilateralmente estos vuelos, la parte estadounidense no emitió confirmación oficial sobre esa suspensión.
La tensión entre ambos gobiernos se intensifica tras el despliegue militar de Washington en el Caribe, defendido por la Casa Blanca como parte de su estrategia contra el narcotráfico, pero interpretado por el Gobierno venezolano como una amenaza y un intento de propiciar un cambio de régimen.
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