Madrid, España. En la piel de un disciplinado consejero del ‘nuevo Londres’ en la nueva serie distópica «Un mundo feliz», el actor briánico Harry Lloyd, recordado por su papel de Viserys Targaryen en «Juego de Tronos», siente gran interés por los personajes extraños: «Me gustan los raros -asegura-, poder jugar con hacerlos humanos, complejos, peculiares».
En el papel de Viserys Targaryen, el infame hermano de Daenerys, muchos le odiaron (al personaje), explica en un entrevista con Efe, pero esa es la esencia de la interpretación, como él dice, darle «forma humana» a un nombre escrito en un guion para que este conecte con el público y le haga removerse en sus asientos.
La trayectoria de Harry Lloyd (Londres, 1983), sin embargo, no comienza con ese personaje del universo de George R. R. Martin, el autor de las novelas en que se basa «Juego de Tronos». Aunque es cierto que participar en una serie como esa da fuelle (y alas) para que una carrera despegue, Lloyd ya llevaba años ante las cámaras y sobre las tablas de los teatros británicos.
Viserys Targaryen le daría cierto reconocimiento mundial, eso sí. Pero sus «particulares» interpretaciones dan cuenta de su talento fuera del mundo de los dragones.
Dio vida al joven Denis Thatcher en «La dama de hierro» (2011), al chistoso amigo de Stephen Hawking en «La teoría del todo» (2014) o al mítico Charles Xavier («X-men») en la serie «Legion», entre otros.
¿TODO EL MUNDO ES FELIZ?
Quizás, a estas alturas de su carrera, le faltaba la oportunidad de poder asumir un papel protagonista en una gran producción. Una circunstancia que ahora, en este extraño 2020, le llega con «Un mundo feliz» («Brave new world»), la nueva serie -que Starzplay estrena este domingo- basada en la novela homónima de 1932 de Aldoux Huxley.
El británico interpreta a un personaje particular, Bernard Marx, de esos que a él le gustan, «raro». Bernard, un inflexible y disciplinado consejero, vive en la burbuja del aparentemente utópico ‘nuevo Londres’, donde la sociedad, despojada de tener privacidad, de una familia y de ser monógama -las tres reglas del lugar-, es (aparentemente) feliz.
Esa perfección aparente genera un halo de oscuridad y extrañeza que atrajo a Lloyd al instante: «Cuando leí los dos primeros episodios, me parecieron brillantes y, siendo sincero, no sabía cómo algo tan increíble, ingenioso y aparentemente caro podría filmarse».
«Desde el día uno quise formar parte del proyecto. La serie es especial ya desde el principio», apunta Lloyd. Explica que el punto fuerte de una ficción que consigue no diluirse entre otros tantos proyectos sobre un futuro distópico es su secuencia inicial.
«La pantalla en negro, el no decirte la fecha exacta en la que ocurre, el lema de ‘Todo el mundo es feliz’ y esa música ridículamente animada hace que el espectador piense que algo no cuadra y busque entre la multitud a quien no está feliz», argumenta.
Es como aquel juego de encontrar el objeto diferente en una secuencia de elementos idénticos. Así es, efectivamente, la paradoja de «Un mundo feliz», en la que Lloyd comparte protagonismo con Alden Ehrenreich («Han Solo: una historia de Star Wars») y Jessica Brown Findlay («Harlots»), quienes se convierten en las ovejas negras de un rebaño de humanos con perfil robotizado, que dependen de un fármaco en forma de caramelo para ser feliz.
«Así es como está configurada la serie. No todo el mundo puede ser feliz todo el tiempo y los creadores saben que el público lo va a percibir desde el primer momento. Creo que es un gran inicio y muy buen vehículo para ir de esa idea utópica que muestra a la distopía que realmente es», plantea el actor.
ESPEJO DE NUESTRA SOCIEDAD
Lloyd habla del rodaje como una experiencia «muy divertida», en la que, una vez más, centra la atención en la peculiaridad de su personaje.
«Lo gracioso es que Bernard es el ejemplo de tipo serio y rígido que, inevitablemente, se convierte en el que trae la comedia a la serie porque es tan honesto y naíf que acaba siendo blanco de muchas bromas», indica el actor, «Pero cuando abre los ojos a la realidad de este ‘nuevo mundo’ su actitud cambia y se ve movido por el miedo».
Una manera de actuar que se convierte, en cierto modo, en fiel reflejo de nuestra sociedad. La serie, por distópica, controvertida y enrevesada, se convierte en espejo de nuestra propia realidad: «En un mundo en el que todo el mundo está conectado de esa manera, cuando tú desconectas todo se vuelve muy solitario, oscuro. Te sientes totalmente fuera de lugar, como Bernard», apunta el actor.
EFE noticias
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