La joven rusa María Konovalova posa durante una entrevista con EFE, el 27 de febrero de 2023, en Buenos Aires (Argentina). EFE/Juan Ignacio Roncoroni

Buenos Aires.- Maria Konovalova supo que iba a ser madre en agosto del año pasado. Entonces vivía en San Petersburgo, impartía clases de inglés para niños y estaba satisfecha con su vida. Su intención era continuar con el embarazo en Rusia, pero la «movilización parcial» decretada por el Gobierno cambió sus planes y Argentina se cruzó en su camino.

«Fue un momento terrible, porque mi marido fue al trabajo por la mañana y no sabía si podría verlo por la noche. Los policías estaban deteniendo a gente por la calle y enviándolos lejos, así que entendimos que era complicado vivir más tiempo allí», señala la joven, de 25 años, en una conversación con EFE en Buenos Aires.

Konovalova es una de las más de 10.000 ciudadanas rusas que viajaron hasta Argentina desde principios del año pasado; un flujo visto con suspicacia por las autoridades migratorias, que interpretan estos movimientos como un método irregular de obtener la ciudadanía argentina y como un negocio para las «mafias» internacionales.

ODISEA EN EL AEROPUERTO

Después de 26 horas de vuelo desde San Petersburgo, Konovalova aterrizó en el aeropuerto bonaerense de Ezeiza el pasado 9 de febrero. En ese momento no podía sospechar que pasaría otras 24 horas retenida en la sala de espera, al igual que otras cinco rusas con las que solo tenía una cosa en común: estar embarazadas.

«Los agentes de Migraciones veían extraño que viajase sola, como que quería dejar a mi bebé aquí e irme de nuevo, una historia sobre mafias o algo así (…). Después de seis horas de espera, nos dieron un papel con que no estábamos admitidas», relata.

La versión oficial sostiene que estas mujeres eran «falsas turistas» que viajaron con la única intención de dar a luz a sus bebés, anotarlos como argentinos y abandonar el país; algo que, según la Dirección Nacional de Migraciones, supone una «desnaturalización» del acuerdo que permite a los rusos permanecer hasta 90 días sin visado en Argentina.

En este contexto, Konovalova y otras dos ciudadanas rusas contactaron con Christian Rubilar, abogado especializado en ciudadanía argentina, quien interpuso un habeas corpus para lograr su liberación y posterior ingreso en Argentina.

«Lo que se logró en los habeas corpus es que ya no se pueda arrestar más a mujeres embarazadas y que se habiliten las causales que tienen que ver con el derecho internacional humanitario», explica a EFE Rubilar.

PARTOS EN ASCENSO

La detención de estas mujeres evidenció la creciente llegada de ciudadanos rusos a Argentina como consecuencia de la guerra: solo en enero de este año arribaron al país suramericano un total de 4.523 rusos, cifra que contrasta con los 1.037 que lo hicieron en el mismo mes del 2022, según datos oficiales.

Muchos de ellos son mujeres con 33 o 34 semanas de embarazo que buscan dar a luz en hospitales de Buenos Aires, como es el caso del Hospital Alemán, uno de los centros médicos «preferidos» por las visitantes eslavas.

«El año pasado hicimos alrededor de 30 nacimientos de pacientes rusas, lo que pasa es que este año están llegando más. Se calcula que va a haber más del doble de mujeres que van a venir a tener sus familias acá», asegura a EFE Matías Uranga, jefe del servicio de Obstetricia del Hospital Alemán.

Estas mujeres vuelan al país suramericano atraídas por la «excelente» calidad de sus servicios médicos, apunta Uranga, quien constata la «preocupación» presente en la mayoría de ellas.

«Muchas mujeres deciden tener a sus familias en otros países para que sus maridos escapen de la guerra, entonces vienen con una cuestión psicológica preocupante. No solamente por la guerra, sino que salir de tu país, embarazada, e irte a otro con un idioma totalmente distinto a tener tu hijo… Es bastante complicado», manifiesta.

VENIR PARA QUEDARSE

Superado el susto inicial en Ezeiza, la experiencia de Maria Konovalova en Argentina no podía ser más agradable, no sólo por la «amabilidad» y «cercanía» de sus habitantes -«no me moveré de aquí en siete años», subraya-, sino por la posibilidad de vivir en un entorno más libre que la Rusia de Vladímir Putin.

«No quiero pensar en qué está pasando allí, porque es triste, realmente triste. Quiero que mi país sea libre y que no tenga el presidente que tiene ahora mismo; quiero que la guerra se detenga, quiero una vida mejor para los rusos… Pero ahora tengo cosas mejores en las que pensar», afirma Konovalova, abrazando con ternura su barriguita.

Tras meses de incertidumbre, su historia, al menos, tendrá final feliz. Su pareja logró entrar en Argentina y juntos podrán criar a Aleksard, que nacerá a finales de mayo.

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