El regreso masivo de las espátulas rosadas, un ave de la familia de los pelícanos, cuyos ejemplares se contaban con los dedos en las lagunas de Jacarepaguá, en Río de Janeiro, es señal de que comienza a rendir frutos la campaña de recuperación de este amenazado y delicado ecosistema urbano.
El biólogo Mario Moscatelli, que desde hace tres décadas se dedica a estudiar y cuidar toda la cuenca hidrográfica y marina de Río, cree que estas aves de pico plano son un símbolo de esperanza para quienes luchan por la recuperación de las lagunas de la ciudad más emblemática de Brasil.
«El regreso de las espátulas rosadas es una señal tímida de que la mejoría ambiental que estamos impulsando va a generar con toda seguridad una explosión de vida en este sistema lagunar», dijo a EFE Moscatelli.
El complejo de lagunas de Jacarepaguá, con 11,2 kilómetros cuadrados, baña la zona oeste de Río de Janeiro, la zona donde se construyeron las principales instalaciones de los Juegos Olímpicos de 2016, y donde es posible toparse con algunos yacarés y capibaras (carpinchos).
Se trata del desaguadero de varios ríos que bajan de las montañas que rodean a Río y que, por la riqueza de sus manglares, servía como importante criadero de varias especies de peces, aves y reptiles.
Pero 50 años de crecimiento desordenado de la segunda mayor ciudad brasileña convirtieron las lagunas en destino de las aguas negras de millones de habitantes y dejaron al complejo fluvial contaminado y a punto de secarse.
La acumulación de basuras, materia orgánica y tierra en los manglares dejó sin alimentos a los animales nativos y los que sobrevivieron, como caimanes y garzas, tiene que compartir el espacio con basuras, incluso de gran volumen como neumáticos y muebles.
La situación solo comenzó a cambiar en diciembre de 2021 cuando una empresa de saneamiento local obtuvo la concesión para ofrecer el servicio de agua y alcantarillado en la región e inició un proceso de recuperación, con un presupuesto de 50 millones de dólares, y nombró a Moscatelli como su principal consultor.
«En el último año cercamos y limpiamos 5,2 kilómetros de manglares, retiramos 170 toneladas de basuras y sembramos parte de los 70.000 plantas de mangle rojo que cultivamos en un vivero», dijo el biólogo.
Para el especialista, con la mejoría del mangle y de la calidad del agua gracias al dragado de las lagunas, además de la sustancial reducción de las aguas negras, «lo que antes era un depósito de peces muertos comienza a recuperar su biodiversidad».
Moscatelli calcula que el complejo volverá a niveles estables en cinco años y que puede convertirse en un importante activo ambiental para Río, principalmente para el ecoturismo, en quince años.
Aunque el experto advierte que, pese a los esfuerzos para evitar que las aguas negras sigan llegando a las lagunas, «es imposible encontrar algún río o canal en la región que no sea una cloaca».
Antônio Melo, un activista que vive hace 30 años en esta región conocida como el «Everglades carioca», en alusión al parque nacional en Florida (EE.UU.), dijo a EFE que espera que el complejo pueda volver a ser un «paraíso».
«Ya son 15 años de lucha por la revitalización de las lagunas. Aquí habitan capibaras, yacarés y decenas de especies de aves. Es un paraíso que hace años sufre con el vertido de aguas negras sin tratamiento», comentó.
Su esperanza radica en el colector de Tiempo Seco, el primero que ha sido instalado de los 54 que están en proyecto, y cuya función es captar los vertidos irregulares y bombear las aguas negras a estaciones de tratamiento.
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