Madrid.-El segundo Óscar que Renée Zellweger consiguió este domingo, gracias a su magnífica interpretación en Judy, ha venido a coronar la carrera de la actriz norteamericana, una trayectoria que ha cimentado con trabajo y mucha paciencia ante las críticas recibidas por sus cambios estéticos, que ningún caso han eclipsado su fuerza interpretativa.

Este personaje ha servido para recuperar a una actriz metódica, perfeccionista, que disecciona cada papel hasta hacer de él su segunda piel, la sombra que le acompaña hasta que termina el rodaje.

A pesar del éxito de películas como Bridget Jones, Chicago o Could Mountain, que le proporcionó su primer Óscar, la actriz Renée Zellweger decidió emprender el camino del retiro, después de algunos títulos más, para volver a recuperar su esencia, para distanciarse del foco mediático y poder vivir sin que cada gesto fuera escudriñado.

Menuda, de facciones redondeadas pero con pómulos pronunciados, Zellweger volvió a resucitar titulares de portada cuando apareció hace dos años en un acto público en el que eran evidentes sus retoques estéticos, aunque no era la primera vez. Motivo por el que se apuntaba cierta «adicción» a la cirugía.

Era el momento en el que su idilio con la prensa transformó una corona de reina por otra de espinas.

En 2014, su rostro de «manzana» había desaparecido gracias a los retoques del bisturí, también sus arrugas, sin embargo, la actriz argumentó que su cambio físico se debía a gozar de una vida más sana.

En su día, Renée Zellweger comentó que hacía caso omiso de las opiniones en contra, «no presto atención a las redes sociales. Prefiero tener experiencias reales», comentó en un programa de televisión de la NBC.

El estreno de la tercera parte de Bridget Jones y más tarde Dilema supusieron el regreso definitivo a su actividad interpretativa, a pesar de que en las entrevistas se seguía comentado la transformación de su rostro, además de su trabajo, hasta el punto de que la actriz dirigió una carta abierta negando las operaciones estéticas.

«Quizá podríamos hablar sobre por qué compartimos esta necesidad de ver a gente humillada por su aspecto y cómo esto afecta a las generaciones más jóvenes y a la lucha por la igualdad», decía en la misiva.

Ahora que la actriz ha vuelto a resurgir con un personaje, Judy, de una intensidad profunda, metiéndose en la piel de la cantante y actriz Judy Garland, durante sus últimos meses de vida y el tiempo que pasó en una gira en Londres en 1958, solo se escuchan palabras de alabanza y ninguna crítica hacia su imagen.

Una película que le ha llevado de nuevo al centro del firmamento de Hollywood al ganar el Globo de Oro, el Bafta, el premio de la Crítica, el Sag y finalmente el Óscar.

«Intenté olvidar lo mucho que Judy es adorada y lo ha sido durante generaciones y cómo es un icono eterno. Intenté olvidarme de eso y planteármelo cómo intentar entender la experiencia humana al otro lado del estrellato», dijo la actriz, durante la promoción de la película, en la que admitió la «emoción» que sintió al cantar Over the Rainbow, la canción más conocida de El mago de Oz.

Una canción para dejar que la imaginación sea libre, con la que dos mujeres, con muchos paralelismos en común como la exposición mediática, han sido capaces de sentir y vivir a lo grande, delante y detrás de un escenario.

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