París.- El 18 de marzo de 1871, harto de la hambruna padecida bajo el asedio alemán tras la derrota francesa contra Prusia, la población parisina decidió tomar el poder. Su revolución, que este jueves cumple 150 años, solo duró 72 días, pero bastó para marcar la historia de París y de Francia.
La llamada Comuna, recordada hasta el próximo 28 de mayo con unos 50 actos y exposiciones, abogó por la separación entre la Iglesia y el Estado; por una escuela laica, obligatoria y gratuita; por la prohibición del trabajo nocturno, la emancipación de las mujeres o la autogestión de las empresas.
El amplio despliegue conmemorativo del Ayuntamiento de París, gobernado por la socialista de origen español Anne Hidalgo e integrado también por comunistas y ecologistas, no ha pasado desapercibido.
La oposición conservadora lo atribuye a motivos electorales y ha sido criticado también como exaltación de un episodio violento.
«No se trata evidentemente de glorificar la violencia, pero fue una insurrección, y las revoluciones pocas veces se llevan a cabo con tranquilidad y paz absoluta. La Comuna abrió una vía revolucionaria en Francia, pero también en Europa», señala a EFE Laurence Patrice, consejera de la Alcaldía encargada de la Memoria.
Esa revuelta fue vista con temor por parte de los gobernantes españoles de la época, señala, y como fuente de inspiración para la República que nacería en febrero de 1873.
ÚLTIMA REVOLUCIÓN FRANCESA
«Fue la última revolución francesa propiamente dicha. El resto han sido movimientos sociales», añade a EFE el historiador Hugo Rousselle, que ve en esa insurrección, reprimida en la llamada Semana Sangrienta, uno de los actos fundadores de la historia del país.
La milicia ciudadana que inició su revuelta en la colina de Montmartre se alzó contra la Asamblea Nacional, monárquica, y aprovechó el vacío de poder que había en la capital, ya que el gobierno provisional había huido a la vecina Versalles, para organizar elecciones y nombrar un Ejecutivo popular.
«No fue utópico, sino algo bien anclado, aunque hubo muy pocas reivindicaciones que pudieron aplicarse porque 72 días fueron pocos. Preparaban leyes, se reunían para discutir, combatían en las barricadas y un día solo tiene 24 horas», recalca Joël Ragonneau, copresidente de la asociación Amigos de la Comuna de París 1871.
Los ‘communards’ vieron terminada su aventura el 28 de mayo de ese año y en el cementerio parisino de Père Lachaise el Muro de los Federados recuerda a los fusilados. Pero no hay consenso en torno al número de revolucionarios muertos en los combates o ejecutados, que oscila entre los 20.000 y los 30.000, y de 500 a 1.000 en el bando gubernamental.
«La historia de Francia es una que se construye sobre revoluciones en favor de avances sociales. Las cosas han evolucionado, aunque la población francesa sigue tendente a manifestarse y a defender sus derechos y conquistas sociales» en las calles, admite el historiador.
Hay quien quiere ver paralelismos en Francia con revueltas como la de los chalecos amarillos, que arrinconaron la presidencia de Emmanuel Macron en 2018, durante más de un año, con manifestaciones semanales reclamando mayores medidas sociales y económicas.
«La diferencia es que los ‘communards’ supieron organizarse en el territorio parisino, mientras que los chalecos reivindicaron ser considerados por el poder actual, mostraron el descontento, pero sin construir de verdad algo», apunta la representante de la alcaldía.
IDEALES ACTUALES
El impacto de 1871 persiste en la actualidad, y no solo porque el cumplimiento de muchos de sus ideales sigue pendiente.
Del fragor de esa batalla surgió el poema de Eugène Pottier que daría lugar al himno obrero «La Internacional», y a la basílica del Sacré Coeur, erigida en la colina del levantamiento por el mismo régimen que lo aniquiló, se le atribuyó la voluntad de expiar «los crímenes de la Comuna», aunque su construcción ya estaba planeada cuando estalló la revolución.
Es un ejemplo de los malentendidos que persisten en torno a ese periodo, y que también disienten sobre el rol de las mujeres, que tuvieron en la anarquista Louise Michel a su estandarte.
Estuvieron en las barricadas y en los comités, «no solo como enfermeras o dando de comer», según Ragonneau, y fueron acusadas de quemar edificios públicos, aunque la iconografía sobre eso cayó a menudo en el exceso.
Este aniversario oficial, que se extenderá a lo largo de 72 días, busca hacer descubrir o profundizar en el conocimiento que los ciudadanos tienen sobre lo sucedido.
«Conmemoramos este gran acontecimiento porque fue un momento único y cuyas reivindicaciones y propuestas están totalmente en sintonía con cosas de las que se habla en la actualidad», sostiene Patrice sobre un programa que, debido a la situación sanitaria, ha ubicado la mayoría de sus actos en el exterior.
Marta Garde EFE
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