Buenos Aires, Argentina. A orillas del Paraná, la ciudad de Rosario se muestra orgullosa de haber visto nacer a Leo Messi y tener uno de los principales puertos de cereales del mundo. Pero una dramática situación, el ascendente número de homicidios, muchos vinculados a los narcos, está llevando a la tercera urbe más poblada de Argentina a ser considerada por algunos como «la Sinaloa del sur».
Santa Fe, provincia donde está Rosario, encabeza la tasa de criminalidad en el país, con 10,5 homicidios por cada 100.000 habitantes, el doble de la media nacional (5,3), según el último informe de Estadísticas Criminales del Ministerio de Seguridad argentino.
Y es Rosario y los municipios que la rodean, conglomerado más poblado de la provincia con casi 1,2 millones de vecinos, donde se hace más patente: en lo que va de año, el Observatorio de Seguridad Pública de Santa Fe (OSP) calcula que 236 personas fueron asesinadas, la mayoría (141) en contextos vinculados a organizaciones criminales o actividades económicas ilegales.
«Acá mandan Los Monos, no manda más nadie», cuenta a Efe una vecina a quien en febrero de 2020 le cambió la vida después de que mataran a su hijo, de 20 años, en la entrada de su casa en el humilde barrio de La Granada, en la periferia sur, crimen por el que aún no hay detenidos.
La mujer, que prefiere preservar su identidad, se refiere a la banda de narcos, una de las más violentas de la ciudad, a la que asegura pertenece el responsable de la muerte del joven y del padre de este, asesinado el mismo día: «Los narcos a mí me destrozaron la vida, me arrebataron la vida de mi hijo, que era un chico trabajador, humilde que no se metía en problemas».
«Venía de trabajar y lo mataron, y después se robaron todo: las motos, el celular y desvalijaron la casa y hasta ahora no tengo noticias de mi casa», añade, para advertir: «Ahí siguen matando mucha gente. Allí y en todos los lados».
LA «SINALOA DEL SUR»
Ubicada a 300 kilómetros de Buenos Aires, junto a la hidrovía Paraná-Paraguay, Rosario llegó a ser conocida a fines del siglo XIX como «la Chicago argentina»: época en la que, la par de su desarrollo agroexportador, ya campaban a sus anchas grupos mafiosos en una ciudad con infinidad de burdeles.
Ahora, nuevas etiquetas surgen en la prensa por el auge de la violencia narco, como los paralelismos con el Cártel de Sinaloa mexicano, comparación que el intendente de Rosario, Pablo Javkin, del Frente Progresista Cívico y Social -opositor a la coalición que gobierna la provincia y el país-, rechaza pese a no subestimar el problema.
«Rosario hoy, que está en una situación realmente grave, violenta, está en una tasa de homicidios de 16 cada 100.000 habitantes. A veces la comparan con ciudades de 380 cada 100.000. No tiene punto de comparación a nivel internacional», remarca a Efe.
«Pero sí está muy claro que es el lugar de Argentina donde hay un epicentro en el crecimiento de homicidios», agrega el alcalde, que cree que aún se está a tiempo de actuar pero llama a hacerlo rápido.
Según Javkin, la ciudad -que no tiene policía propia y cuya seguridad depende de las fuerzas provinciales y federales- ha tenido este año un crecimiento de homicidios con características comunes: el conocimiento previo de víctima y victimario, vinculación con la economía del narcomenudeo y la organización de los crímenes por parte de personas ya encarceladas.
Por eso reclama refuerzos policiales y enfrentar la escasez de personal judicial federal. Pero sobre todo más tareas de inteligencia en las prisiones.
«Hoy están detenidos los cabecillas de muchas de las bandas, pero están operando dentro de la cárcel con mucha libertad», sentencia el alcalde, que incide en que el grueso de crímenes se concentra en alrededor del 12 % del territorio de la ciudad.
«LAS BALAS NO DISTINGUEN DE CLASE SOCIAL»
Tiroteos por disputas de territorios, ajustes de cuentas, conflictos personales o hechos de delincuencia común.
En 2021, el 62,3 % de los homicidios en Rosario se cometieron de noche y, según el OPS, hubo crímenes en casi todas las zonas la ciudad, salvo la más céntrica, que aparece prácticamente limpia.
Alrededor del 70 % de asesinatos fueron cometidos en plena calle y el 85,6 % con armas de fuego.
«Las balas no distinguen clase social, ni ideologías políticas, ni religiosas. Vos estás en un barrio de periferias, fuera de la zona céntrica, y podés tener la misma suerte de padecer una balacera como en la zona del centro», afirma Ezequiel Lowden, que en 2017 fue herido de arma de fuego en un robo que casi le cuesta la vida.
Ese hecho, por el que tampoco hay detenidos, le llevó a impulsar la Asociación de Vecinos, Familiares y Víctimas de Inseguridad de Rosario, para exigir al Estado medidas contra el problema.
«Rosario duele», sentencia, para aclarar que aunque «no todo está relacionado con las bandas narco», sí con «la gran cantidad de armas» que se mueve.
UNA «MANERA DE TERRORISMO»
En noviembre pasado, varios hechos agitaron más el desconcierto: diversas escuelas y estaciones de servicio, así como un restaurante del centro fueron atacados a tiros.
«Esos dos o tres días estuvo presente una manera de terrorismo o generar miedo en la sociedad», señala a Efe Selva Raggio, directora ejecutiva del Foro Regional Rosario, dedicado al estudio de temas que impactan en el desarrollo de la zona.
En opinión de esta abogada, esos ataques a ese tipo de lugares aún pueden considerarse «un hecho aislado», y cree que con ellos se buscaba lograr cambios políticos.
A fines de ese mes, doce funcionarios del Ministerio de Seguridad provincial renunciaron en medio de investigaciones por presuntas irregularidades en la compra de armas para la policía y denuncias de espionaje ilegal.
«La gente que vive en las zonas más empobrecidas son las que más padecen la inseguridad porque son rehenes de ella», enfatiza Raggio, para hacer hincapié en las extorsiones que las bandas hacen a muchos comerciantes y a los amedrentamientos para usar domicilios privados para vender droga.
Para Raggio, la inseguridad es un problema «multicausal», y reprocha que la política lo use como «bastión de pelea», así como que no se atienda desde la educación, los problemas de las adicciones, el desarrollo y la inclusión social, en un país que tiene al 40,6 % de ciudadanos en la pobreza: «Hoy te encontrás con la mayoría de estos chicos tira-tiros que son analfabetos».
«Acá no hay delincuentes comunes solamente en juego, acá hay patrocinadores del delito que son parte del poder político, del poder judicial y del poder empresario de la ciudad. (…) No hay posibilidades de que los niveles de delincuencia que tenemos tengan la posibilidad de escalar de la manera que escalan si no tienen un patrocinio por detrás», sentencia.
«EL CRIMEN ORGANIZADO NO PUEDE GANARNOS»
Aunque aún no maneja cifras concretas de los efectos que esos últimos hechos pueden tener en la economía local, la abogada no cree que generaran un temor general en la población a salir, aunque afirma que este contexto sí puede llevar a cualquier empresa a elegir afincarse en otras localidades de la provincia antes que en Rosario.
«Sí afecta en términos de posicionamiento de la ciudad en la atracción turística», lamenta el intendente, que considera un «valor importantísimo» ser la cuna de Messi e insiste en la gran vida social y cultural que tiene Rosario, urbe a la que pide atender porque también es Argentina.
Este año, el Gobierno nacional anunció un incremento de fuerzas policiales en la zona y el presidente Alberto Fernández recalcó que lo que ocurre allí es «un problema de los argentinos».
«En Rosario el crimen organizado se ha instalado, y no puede ganarnos», señaló el presidente peronista, convencido de que para dotar a la Justicia de más recursos es necesaria una reforma judicial que el Gobierno aún no logró aprobar.
Mientras, las víctimas esperan: «Lo único que estoy pidiendo es justicia por mi hijo. Y esta banda, estos narcos, se tienen que ir. Yo quedé en la calle, el Estado miró para otro lado», concluye la madre del joven asesinado hace ya casi dos eternos años.
EFE noticias
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