Moscú.- Rusia y EEUU han decidido rebajar una retórica más propia de la Guerra Fría e intercambiar gestos con el fin de allanar el camino para una cumbre entre ambos presidentes, el ruso Vladímir Putin y el estadounidense Joe Biden, que debería celebrarse en junio en un país europeo.
«La vemos positivamente», dijo Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores ruso, después de reunirse el miércoles en Reikiavik con el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken.
Ese fue el primer paso hacia la normalización. La primera reunión entre los jefes de la diplomacia del Kremlin y de la Administración Biden. No hubo grandes acuerdos, pero sí el consenso de «sanear» unas relaciones deterioradas por las sanciones, la expulsión de diplomáticos y las sospechas de ciberataques rusos.
TODO POR LA CUMBRE
El Kremlin dejó claras sus intenciones esta semana al prorrogar hasta agosto el plazo para que EEUU cumpla con las sanciones -la prohibición de contratar personal local- contra sus legaciones diplomáticas en territorio ruso.
Además, también pospuso del 19 de mayo hasta el 2 de junio la tramitación en el Senado de la retirada del Tratado de Cielos Abiertos, un acuerdo multilateral que garantiza el control de armamento.
Washington esperó a la reunión de Reikiavik para eximir de sanciones a la empresa que opera el Nord Stream, el gasoducto que llevará gas ruso a Alemania.
En EEUU se interpretó dicha decisión como un gesto dirigido a Putin, aunque el viernes Washington sí sancionó a las compañías y buques rusos involucrados en el proyecto.
«Los colegas siempre igual. Dicen una cosa y hacen otra», respondió hoy Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin.
GUERRA FRÍA, FUERA DE LA AGENDA
Con todo, el politólogo Alexéi Makarkin considera que ninguna de las dos partes está interesada en una nueva Guerra Fría.
«Rusia no lo está. La economía no le da para ello. El Gobierno ruso tiene planes inmediatos para estimular la economía. La URSS perdió la Guerra Fría y todo terminó muy mal para ella. Eso lo tienen muy presente», comentó a Efe.
En cuanto a EEUU, opina que al otro lado del océano son conscientes de que, aparte de las acusaciones de involución democrática, «no se puede lograr que Rusia cambie a corto plazo».
«En la Casa Blanca creen que, sea como sea, hay llegar a un acuerdo con Rusia», afirma.
En su opinión, el «ánimo de revancha» está perdiendo enteros entre los rusos, que desde que se aumentara la edad de jubilación en 2018 prefieren que el Gobierno se centre en los problemas sociales y no practique una activa política exterior.
Además, añade, «Rusia sólo ha apostado por la opción militar cuando la otra variante no era posible. Asía ocurrió en Siria para no quedarse sin la base naval de Tartus (2015) y en la batalla de Ilovaisk (agosto de 2014 en Ucrania) para no perder Donetsk y Lugansk».
NUEVAS REGLAS DE JUEGO
La cumbre parece un secreto a voces. Lo único que se desconoce es donde se celebrará. Se baraja Ginebra, la misma Reikiavik -en ambas ciudades el último líder soviético, Mijaíl Gorbachov, se reunió en 1985 y 86 con su homólogo, Ronald Reagan- o Viena.
«Putin y Biden no van a acabar como amigos. Se trata sólo de marcar las líneas rojas. Saber los planes del otro bando y acordar lo que es aceptable y lo que es inadmisible», explica.
Lo mismo ocurrió en plena Guerra Fría. En la crisis de los misiles de Cuba (1962) ambas superpotencias estuvieron a «cinco minutos» de la Tercera Guerra Mundial.
«Nadie sabía la decisión que tomaría el otro. Entonces se establecieron unas reglas de juego y, entre otras cosas, se limitaron los ensayos nucleares», señala.
En opinión de Makarkin, hay asuntos donde se puede cooperar como el clima, la estabilidad estratégica -Putin y Biden prorrogaron en febrero el Nuevo START- o Afganistán.
«Ni uno ni otro bando quieren que los talibanes lleguen al poder. EEUU no quiere que aparezca un nuevo Bin Laden y Rusia está en contra de la presencia militar estadounidense en Asia Central», indica.
UCRANIA, EL DETONANTE
El mismo papel que Cuba ahora lo puede jugar Ucrania, aunque insiste en que, con la concentración de tropas rusas cerca de la frontera ucraniana y en Crimea, Moscú únicamente quería hacer una demostración de fuerza.
«Ucrania se está volviendo antirrusa, pero si ingresa en la OTAN eso ya sería cruzar una línea roja. Deben buscar una variante para conservar el estatus quo», afirma.
Considera que ni Rusia se proponía iniciar una guerra por el control del Donbás ni Occidente se planteaba involucrarse en el conflicto, aunque sí cree que el Kremlin ha cometido un error de cálculo.
«En Moscú pensaban que después de 2014 -anexión de Crimea y guerra en el Donbás- Ucrania se desintegraría. El colapso no ha ocurrido y ahora se ha llegado a la conclusión de que hay que negociar con las actuales autoridades de Kiev», asegura.
Ignacio Ortega EFE
¡Síguenos en nuestras redes sociales y descargar la app!