«Incapaz», «desequilibrado», «exagerado»; «ya no puedo más», «no consigo un motivo para continuar», «me es imposible mirar hacia un futuro», son todos pensamientos intrusivos, frases que suelen enunciar miles de voces a diario y que se escuchan con relativa frecuencia; sin embargo, se les resta importancia.

Prioridad, en cambio, son los mensajes sobre las dietas «adecuadas» o los beneficios del ejercicio físico para mantener un estado de salud «óptimo»; y aunque no resultan desestimables, tal como afirmaba en un comunicado de prensa el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), «no hay salud sin salud mental».

Hablar de ello, buscar e instaurar redes de ayuda, se considera aún un tabú, perspectiva influenciada por temas como la religión o el honor; de hecho 20 países (la mayoría musulmanes), en la actualidad, penalizan los intentos de suicidio, según la OMS.

Por lo que el estigma y la discriminación se presentan como barreras para la inclusión social y el acceso a la atención adecuada.

 Situación exacerbada durante el transcurso del periodo de cuarentena por Covid-19. Y es que, en un análisis titulado: «Consecuencias de la epidemia del COVID-19», la Organización Mundial de la Salud documentó un aumento de 160 % en los casos de trastornos mentales; la ansiedad y la depresión, los más comunes.

En conformidad, Dévora Kestel, directora del Departamento de Salud Mental y Consumo de Sustancias de la OMS, advertía en el «Informe mundial sobre salud mental», del año 2022, que «millones de personas en todo el mundo sufren en silencio, son víctimas de violaciones de los derechos humanos o se ven afectadas negativamente en su vida cotidiana».

Opinaba, además: «Este no debería ser el relato de la salud mental, ni a nivel mundial ni en su país. Y no tiene por qué serlo».

Día Mundial de la Salud Mental

Con el objetivo de concienciar respecto a los problemas de salud mental, erradicar mitos y estigmas, así como promover interacciones positivas que mejoren la búsqueda de ayuda, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Federación Mundial para la Salud Mental (WFMH) impulsan desde 2013 la conmemoración del Día Mundial de la Salud Mental.

Cada 10 de octubre se pretende suscitar una movilización mundial con el fin de apoyar a quienes padezcan trastornos mentales, así como generar un espacio para el debate de estrategias que les permita sobrellevar su enfermedad o superarla.

Para 2022, la consigna propuesta es: «Hacer de la salud mental y el bienestar para todas las personas una prioridad global», y en esta ocasión se ha centrado el foco particular en la infancia y la juventud, dos grupos de población a los que no se les suele prestar demasiada atención en materia de salud mental y, además, de los más afectados por la pandemia.

Tal decisión, explicó la OMS, busca involucrar en el cuidado y la protección de la salud mental desde la primera infancia, no solo a instituciones y agentes decisores, sino también a los propios jóvenes y adolescentes, así como a sus familiares y las comunidades educativas.

 En general, otorgar e inculcar la importancia que tiene la salud mental en la vida de las personas desde temprana edad.

 «Nuestra visión es la de un mundo en el que se valora, promueve y protege la salud mental; en el que se previenen los trastornos mentales; en el que toda persona puede ejercer sus derechos humanos y acceder a una atención de salud mental asequible y de calidad; y en el que todos pueden participar plenamente en la sociedad sin estigmatización ni discriminación», manifestó al respecto Adhanom Ghebreyesus.

 ¿Pero qué se considera enfermedad mental o trastorno mental? La OMS la describe como «una alteración clínicamente significativa de la cognición, la regulación de las emociones o el comportamiento de un individuo. Por lo general, va asociado a angustia o a discapacidad funcional en otras áreas importantes».

Se han catalogado diversas enfermedades mentales, como por ejemplo la esquizofrenia, los trastornos psicóticos, el trastorno de déficit de atención e hiperactividad, por nombrar algunas; con origen y neurobiología diferentes.

 De todas ellas, las de mayor incidencia en todo el mundo son los trastornos de ansiedad y depresión, que de acuerdo a la OMS sufrieron un incremento en más del 25 % solo durante el primer año de la pandemia, es decir, una de cada ocho personas en el mundo padecía para 2019 un trastorno mental.

Tendencia al alza, reflejada en un estudio publicado en la revista The Lancet, donde se develó que en 2020 aumentaron los casos en América Latina y el Caribe referentes a ansiedad y depresión, 35 % y 32 % respectivamente.

 Autocuidado como pilar de la salud mental

 «La salud mental cobra especial importancia porque es el enfoque que nos ayuda a prevenir la aparición de enfermedades mentales, como la depresión, la ansiedad o riesgos significativos para la vida como el suicidio», disertaba el psicólogo Abel Saraiba, director de Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap), en su podcast «Interpretación».

 En el marco de la conmemoración del Día Mundial de la Salud Mental y en alusión al pasado Mes de la Prevención Contra el Suicidio, Saraiba aclaró puntos claves respecto a lo que se constituye como salud mental.

Citó la conceptualización propuesta por la OMS, donde se le ve relacionada con un estado de bienestar, en el cual la persona conoce sus capacidades para hacerle frente a la vida cotidiana, siendo capaz de contribuir a la comunidad.

 En este sentido, el psicólogo mencionó que la relación entre bienestar y salud mental «no se refiere al hecho de que vamos a estar en un estado de alegría infinita, que nunca cesa, y que la única emoción a experimentar en la vida es la alegría».

En cambio, explicó, la salud mental y el bienestar aluden en esencia al balance, balance entre aquellas experiencias placenteras y displacenteras; y cómo son ponderadas. Enfatizó, «sería imposible pensar una vida sin dolor».

 Ahora bien, Saraiba indicó que «si son más las experiencias placenteras o gratificantes en nuestra vida, que aquellas generadoras de malestar, dolor o displacer, nosotros podríamos hablar de un estado de bienestar».

 Por supuesto, para el especialista, el individuo es central, ya que la salud mental se trabaja desde la individualidad y parte de la detección consciente de los recursos o competencias emocionales que permiten abordar la vida.

«Nadie puede cultivar tu salud mental por ti. Tu salud mental es un asunto que te compete directamente a ti (…) El pilar de la salud mental es el autocuidado», manifestó.

 El estigma en el lugar de trabajo

 La salud mental influye de forma directa en nuestra manera de pensar, sentirnos y actuar. La cultura y el entorno de trabajo, por otro lado, inciden en el bienestar mental general. En consecuencia, de acuerdo a la OMS, ambos factores deben presentarse e impactar en el individuo  de forma idónea para evitar riesgos de salud.

En cifras, para 2019 se estimó que el 15 % de los adultos en edad de trabajar tenía un trastorno mental, derivado de entornos laborales deficientes, los cuales por ejemplo daban cabida a la discriminación y la desigualdad, las cargas de trabajo excesivas, el control insuficiente del trabajo y la inseguridad laboral.

 A nivel mundial, la OMS ha registrado que cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo debido a depresión y ansiedad, a un costo de US $1 billón por año, en pérdida de productividad.

 Por ende, el organismo exhorta tanto a gobiernos como empleadores a mejorar la salud mental en el trabajo estableciendo un entorno propicio al cambio, lo que significa: fortalecer liderazgo, inversión de fondos y recursos suficientes, armonizar las leyes y reglamentos laborales con los instrumentos internacionales de derechos humanos, la integración de la salud mental en el trabajo en todos los sectores, pruebas sobre los riesgos psicosociales y la efectividad de las intervenciones, entre otras estrategias.

 No obstante, el gasto en servicios de salud mental en todo el mundo representa apenas un 2.8 % del gasto total destinado a la salud en general, aun cuando las cifras registran que una persona se suicida en el mundo cada 40 segundos aproximadamente.

En América, a modo particular, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) señala que el gasto en los servicios de salud mental ronda entre el 0,2 % y el 8,6 %, mientras que el gasto promedio es del 2,0 %; a pesar de que el 19 % del total de años de vida ajustados en función por la discapacidad (AVAD) se asocia con trastornos mentales, neurológicos, por el uso de sustancias y el suicidio.

Venezuela

 Todo el abordaje realizado conduce a una única consecuencia: el aumento de las tasas de suicidio.

 En el mundo, los suicidios representan para 2019 (último período en el cual la OMS realizó un estudio de ese tópico) una -o más- de cada 100 muertes, y el 58 % de ellas ocurrían antes de los 50 años de edad.

En el caso venezolano, el tema de la salud mental no ha sido objeto tampoco de políticas públicas, de hecho, no existen cifras o registros oficiales referentes al padecimiento de trastornos mentales.

Los informes que se manejan solo documentan el acaecimiento de la mayor consecuencia posible: el suicido; números porcentuales que describen una propensión al incremento de casos de presuntos suicidios donde, según los medios, la causa supuesta de estos hechos ha sido la depresión.

 El Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), en este sentido, registró para el 2021 un estimado de 1.164 suicidios en todo el territorio nacional, 14 más que en el 2019.

 En el documento, de título «Informe Anual de Violencia Autoinflingida», publicado en febrero de 2022, la OVV detalló que, en el estado Bolívar, la tasa de suicidio estimada es de 2,9 muertes por suicidios y la cifra nacional es de 4,3 (cada 100 mil habitantes).

 «Lo cierto es que, si en realidad, en Venezuela los casos de depresión vienen en ascenso, es necesario prestarle mucha atención a esta tendencia por la insoslayable conexión que esta enfermedad tiene con hechos suicidas (…) La pronta identificación de los afectados y el tratamiento adecuado a las personas con trastornos mentales son una importante estrategia preventiva», se señaló en el informe

 En relación, el psicólogo Abel Saraiba consideraba en su podcast que «promover la salud mental implica ayudar a las personas a darse cuenta de cuáles son esas herramientas, esos recursos internos que poseen para enfrentar las tensiones normales de la vida».

 Por lo que las exigencias, para con el Estado venezolano, son generar las adecuadas políticas y estrategias de prevención, cuidado y seguimiento, en todos los ámbitos, así como asumir responsabilidad de una situación que ha sido invisibilizada y silenciada.

 

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