Río de Janeiro.-Siete meses después de la llegada de la pandemia del nuevo coronavirus a Brasil, la samba vuelve a agitar las calles de Río de Janeiro, una ciudad que se ha entregado de lleno a la «nueva normalidad» pese a los aún elevados índices de contagio.
Las «ruedas de samba» han resurgido en los últimos días en la «Cidade Maravilhosa» tras recibir la luz verde de la Alcaldía de Río de Janeiro, que la pasada semana dio un paso más en su proceso de desescalada.
La samba se apodera de nuevo de la calle Ouvidor, uno de los puntos más tradicionales de Río de Janeiro y que, como el propio Machado de Assis escribió en 1876, es el «resumen» y el «rostro» de la capital fluminense.
Allí, una vez por semana, músicos, vecinos, cariocas y turistas se reúnen para escuchar la samba, una palabra que en Brasil tiene género masculino y en los últimos meses estuvo silenciada en las calles debido a las restricciones impuestas por una pandemia que deja más de 150.000 muertos y 5,1 millones de casos en todo el país.
«Además de recuperar nuestra economía, vuelven algunas de nuestras tradiciones cariocas, la cultura. Las personas pueden disfrutar del entretenimiento porque no aguantaban más estar en casa», afirmó a Efe Yuri Melo Santos, propietario de un bar de la calle Ouvidor y uno de los organizadores de la «rueda de samba».
Los músicos de la «roda» se acomodan en la calle, alrededor de una mesa, y durante varias horas repasan en su repertorio algunas de las canciones más emblemáticas de un género centenario que ha evolucionado a partir de los ritos de la religión africana.
Al ritmo de la música, los amantes de este género vuelven a frecuentar uno de sus templos callejeros predilectos, en el que la feijoada, el plato más típico de la culinaria brasileña, se sirve junto con cerveza fría.
En la calle Ouvidor todavía se respira cierto sosiego, pero la guardia de sus visitantes está baja y el uso de mascarillas es limitado pese a la todavía elevada propagación del virus en Río de Janeiro y otras partes de Brasil.
El profesor Eduardo Silva, de 42 años, volvió a una «rueda de samba» después de siete meses y asegura que la sensación fue la misma que cuando recientemente regresó a las aulas de manera presencial.
«Nunca dejé de lado la samba, aún estando en casa, en el aislamiento. La escuchaba en casa para no sentir nostalgia de algunos puntos de Río de Janeiro que frecuento (…) Pero al escucharla en directo, en la rueda, la energía es diferente», dijo a Efe.
LA SAMBA, «LA ESPERANZA QUE LA PANDEMIA QUITÓ»
La samba, asegura Silva, no es solo un tipo de música, es también una «religión» con millones de fieles por todo Brasil y que vive su máximo apogeo durante el carnaval, la fiesta más emblemática del país y que quedó suspendida por primera vez en más de un siglo por la pandemia del nuevo coronavirus.
Tanto las escuelas de samba como los «blocos», como son conocidas las multitudinarias comparsas callejeras, se plantean la posibilidad de aplazar el carnaval de febrero a junio o cancelarlo definitivamente en 2021, aunque todo dependerá del éxito de la vacuna contra la COVID-19.
«El carnaval es una entidad cultural, es el apogeo de la samba» y la «samba es la esperanza que la pandemia nos quitó», afirmó a Efe la médica oncóloga Juliane Canario Rodrigues, cantante de la «roda de samba» de la calle Ouvidor.
Pese al incierto futuro de la fiesta más importante de Brasil, Canario asegura que el carnaval, al igual que la samba, «no va a morir».
Así lo imploró la famosa sambista Alcione en una de sus canciones más conocidas: «No deje que la samba muera/no deje que la samba acabe/la favela fue hecha de samba/de samba para nosotros sambar».
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