Madrid.- «La culpa es inútil», sostiene el escritor, director y productor de cine francés de origen argentino Santiago Amigorena, que bucea en el sentimiento de culpabilidad en su novela «El gueto interior» a través de la historia de su abuelo, un judío que abandonó Polonía en los años 20.
Finalista de los tres grandes premios de las letras francesas del pasado año, el Goncourt, el Médicis y el Renaudot, la novela de Amigorena, nacido en Buenos Aires en 1962 y que vive en Francia desde los 11 años, acaba de ser publicada por Literatura Random House en español tras ser traducida por su primo y autor argentino Martín Caparrós.
Amigorena cuenta en esta novela la historia de su abuelo, Vicente Rosenberg, un judío que abandonó Polonia en los años veinte, dejando atrás a sus padres y hermanos para empezar una nueva vida en Buenos Aires. Ahí se casó, tuvo tres hijos y se convirtió en propietario de una tienda de muebles.
Y cuando las cartas dejan de llegar, su hijo se sume en una depresión silenciosa, carcomido por la culpa y la impotencia, de la que no saldrá nunca.
«Hacía mucho tiempo que pensaba que algún día iba a tener que escribir sobre mi abuelo porque siempre se habló en mi familia sobre su silencio», indica Amigorena en una entrevista con Efe en la que describe lo extraño que fue crear una novela con parte de ficción y no ficción sobre su abuelo.
Un abuelo que murió cuando él tenía 7 años: «ahora me cuesta separar lo que es mío y lo que es de él. Es como si nos volviésemos una misma persona», relata.
Santiago Amigorena considera que su abuelo sí tenia razones para sentirse culpable pero en la novela ha querido añadir al antisemitismo que provocó su salida de Polonia otras causas para emigrar, como la huida de una madre posesiva.
«Es una suposición que hago en el libro. No quería darle una sola razón a su exilio a Argentina para hacer que la culpabilidad se haga más real, más fuerte. Que no fueran solo los hechos históricos y el no poder hacer nada ante el drama más importante de su vida», señala el autor.
Pero que la culpa sea justificada o no «no sirve para nada», asegura Amigorena, que dice que siempre ha estado «a favor del olvido» y que piensa que escribe para olvidar su pasado.
«No es la negación» de lo que ha ocurrido en la Historia sino que «la discusión y el diálogo con los recuerdos van hacia el olvido», sostiene el escritor.
Por eso cree que la culpa «es inútil»: puede ser un consuelo muy grande decirse «soy culpable», pero eso no es algo que lleve a algún lugar más feliz. Lo único que permite el olvido es el pensamiento».
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