Rabat.- Las relaciones diplomáticas entre Marruecos y Francia son cada vez más frías pese al último intento del presidente francés, Emmanuel Macron, de cerrar esta crisis silenciosa, que tiene como telón de fondo el conflicto del Sáhara Occidental y la última resolución del Parlamento Europeo sobre el país magrebí.
Durante una conferencia en el Elíseo el pasado lunes, en vísperas del comienzo de una gira por cuatro países africanos, Macron minimizó la crisis y aseguró que mantiene una relación «de amistad» con el rey Mohamed VI.
«Mi voluntad es avanzar con Marruecos (…). Hay que avanzar pese a las polémicas», indicó el presidente francés en una declaración ampliamente recogida y comentada por la prensa y redes sociales marroquíes.
En ella, se desvinculó de la resolución de la Eurocámara exigiendo más libertad de expresión a Rabat, que en Marruecos se lee como instigada por París. «¿Es un acto del Gobierno francés? No», aseveró Macron, cuya esperada visita a Rabat en el primer trimestre del año aún no se ha producido.
MACRON NO CONVENCE A RABAT
Pero las palabras de Macron no convencen en Rabat. Preguntado el pasado jueves en la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno, el portavoz del ejecutivo, Mustafa Baitas, evitó comentar las palabras del presidente francés.
El mismo día, el ministro de Exteriores marroquí, Naser Burita, destacó el carácter «denso» de las relaciones con la Unión Europea tras recibir en Rabat al comisario europeo de Vecindad, Olivér Várhelyi.
Burita se felicitó de las perspectivas para profundizar la cooperación con sus socios, citando concretamente España y otros miembros de la UE, pero obviando Francia, su tradicional aliado europeo.
No hay una reacción oficial explícita, pero dos días después de la declaración de Macron una «fuente oficial del gobierno marroquí» afirmó a la revista «Jeune Afrique» -calificada por la prensa local como la vía que usa Rabat para pasar mensajes a París- que las relaciones con Francia «no son ni buenas ni amistosas».
«La respuesta de Rabat a Jeune Afrique cambia todo. Pasamos de una hipotética crisis entre dos países a una crisis declarada y oficial», publicaba luego el portal marroquí «Medias24».
Marruecos -que no tiene embajador en París desde el cese el pasado enero de Mohamed Benchaaboun- culpa a Francia de «estar detrás» de la aprobación en enero pasado de la resolución en el Parlamento Europeo, que urgía al país a respetar la libertad de expresión y liberar a periodistas críticos encarcelados.
Esa resolución también solicitaba restringir el acceso a la Eurocámara de representantes marroquíes mientras se investiga el caso de corrupción «Catargate», en el que estaría implicado Marruecos. Un caso que el ministro de Exteriores marroquí calificó de «acoso judicial, mediático y parlamentario» contra su país.
POSICIÓN CLARA SOBRE EL SÁHARA OCCIDENTAL
Pero la tensión bilateral comenzó en julio de 2021 con el «caso Pegasus», en el que el teléfono de Macron apareció como espiado por el programa israelí, que, según el consorcio de medios que publicó el escándalo, fue contratado por Marruecos entre otros países. Y subió de tono dos meses después cuando París recortó a la mitad los visados a marroquíes.
En sus recientes declaraciones, Macron hizo referencia a ese primer roce, lamentando que hay personas que dan demasiada importancia a «las peripecias, los escándalos del Parlamento Europeo y las escuchas desveladas por la prensa».
Pero una de las principales razones de esta crisis silenciosa, según varios expertos consultados por EFE, es la nueva visión de París hacia el continente africano y su posición sobre el conflicto del Sáhara Occidental, eje determinante de la política exterior de Rabat.
El país magrebí exige ahora posturas «más claras» a sus socios internacionales sobre este conflicto, apoyado por el reconocimiento del expresidente estadounidense Donald Trump de la soberanía marroquí sobre el territorio saharaui y el giro histórico de España a favor del plan de autonomía.
El mismo presidente del Gobierno marroquí, Aziz Ajanuch, indicó en una entrevista con el periódico galo «l’Opinion» en enero pasado que París «no debe ser un simple observador» del conflicto.
Ismael Hammoudi, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Fez, añade un factor más a la crisis: el acercamiento de Francia a Argelia, enemigo regional de Marruecos.
Para Hammoudi, Francia prefiere no posicionarse para mantener un equilibrio con Marruecos y con Argelia, que acoge al saharaui Frente Polisario (que reclama la independencia de la excolonia española) y es proveedor europeo de gas en plena crisis de suministro por la guerra de Ucrania.
«La nueva visión francesa, que parece que se inclina hacia Argelia, choca con Marruecos, que lo que espera es que su aliado tradicional respete y vele por sus intereses, en cuya cúspide está la soberanía sobre el Sáhara», afirma.
¡Síguenos en nuestras redes sociales y descargar la app!