Madrid.- Más de 17 millones de niños tienen problemas para caminar. Para ayudarles, la científica española Elena García Armada ha diseñado el primer exoesqueleto pediátrico del mundo, un invento que les sostiene en las sesiones de rehabilitación y que su creadora, según relató a EFE, quiere llevar hasta las casas y la escuela.

García Armada, doctora en Robótica, investigadora del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y Premio Inventor Europeo 2022 de la Oficina Europea de Patentes, trabaja cada día para mejorar su prototipo, porque la robótica «es una forma extraordinaria de solucionar problemas reales».

PREGUNTA: Explíqueme, ¿qué es un robot?

RESPUESTA: Voy a explicarlo con una anécdota. Hace más de 20 años llevamos desde el CSIC nuestro robot SILO4 a una feria de estudiantes. Era un robot caminante que costó dos proyectos de investigación y tres tesis doctorales. Y se acercó una niña y nos preguntó: «¿y eso qué hace?» Caminar, le dijimos. Y como no estaba satisfecha volvió a preguntar «¿y qué más hace?» Nada más, le dijimos, caminar. Y con el desparpajo de los niños nos contestó: «mi muñeca Pili camina y también hace pis».

La diferencia entre SILO4 y la muñeca Pili es que el robot percibe información del entorno y de sí mismo y la usa en un proceso de razonamiento más o menos sofisticado para ejecutar una acción. Es decir, puede realizar sin la intervención humana operaciones antes reservadas solo a personas.

P: ¿Por qué no había exoesqueletos pediátricos?

R: Los primeros exoesqueletos se dirigieron al paciente adulto por dos razones: porque hay más adultos que niños, es decir, hay más población a la que tratar, y porque los niños crecen muy rápidamente. Ese fue uno de los principales retos tecnológicos que tuvimos que afrontar al desarrollar el primer modelo pediátrico: adaptarlo al crecimiento sin perder funcionalidad.

P: ¿Cómo funciona su exoesqueleto?

R: Es un dispositivo que se adapta al cuerpo del niño para ponerle en situación de bipedestación y marcha con motores que imitan el funcionamiento del músculo natural. Tiene dos modos de funcionamiento: uno pasivo en el que el exoesqueleto se mueve con un patrón de marcha predeterminado, y el segundo donde el niño tiene que superar un umbral de fuerza para que el exoesqueleto complete el movimiento. Con el primero trabajamos con juegos los miembros superiores mientras camina y con el segundo trabajamos la neurorrehabilitación gracias a la plasticidad cerebral.

Nuestro exoesqueleto es eficaz en la rehabilitación de la parálisis cerebral infantil, que es la primera causa de discapacidad motórica en niños, y en enfermedades neuromusculares como la atrofia muscular espinal. Y entre esos dos extremos cabrían múltiples patologías. Hemos visto su eficacia con una miopatía ultra rara única en el mundo, se está probando con síndrome de Rett…seguimos trabajando para generar evidencia científica en múltiples patologías.

P: Sus exoesqueletos se emplean en rehabilitación. ¿Servirán para ir a la escuela, por ejemplo?

R: Por el momento son dispositivos clínicos que tienen que ser utilizados por un profesional, normalmente un fisioterapeuta. Pero estamos trabajando para incorporarlo en los colegios de educación especial, donde sería una herramienta de integración, de rehabilitación y una oportunidad académica.

Es esos colegios, durante un curso escolar, podemos obtener cambios radicales a nivel físico, psicológico y académico porque conseguimos que estos niños tengan más autonomía, participación, atención y una mejor autopercepción.

P: ¿Dónde le gustaría ver su prototipo en unos años?

R: Nuestro horizonte pasa por llevar esta tecnología a los domicilios de las familias. En estos momentos, son un dispositivo clínico pero estamos trabajando en un futuro donde poder llevar los beneficios de la robótica a la vida diaria de las personas con discapacidad.

P: ¿Cuántos niños en el mundo podrían usarlo? ¿Dónde lo está vendiendo?

R: 17 millones de niños en el mundo tienen alguna patología o lesión que afecta a su marcha. Su rehabilitación, en muchas ocasiones, sigue siendo muy analógica. Los exoesqueletos suponen cambiar el paradigma para aplicar la última tecnología a su rehabilitación.

Llevamos poco más de un año en el mercado y la acogida está siendo muy positiva, tanto en Europa como en América Latina. Las organizaciones que trabajan con niños con parálisis cerebrales o enfermedades neuromusculares ven enseguida el impacto que tiene el exoesqueleto en los niños y en sus familias.

P: Usted desarrolló un exoesqueleto pero también creó una empresa (Marsi Bionics) para industrializarlos. ¿Por qué no hay empresas en España interesadas en la transferencia tecnológica?

R: Hay dos factores que limitan la transferencia de conocimiento. En primer lugar, los criterios por los que se valora la excelencia científica de nuestro sistema. Primar las publicaciones científicas frente a su impacto promueve una investigación cortoplacista, oportunista y de escaso componente experimental. Investigar para publicar no conduce a la solución de problemas reales de nuestra sociedad.

En segundo lugar, y no por ello menos relevante, es la falta de un ecosistema emprendedor que entienda y recoja las necesidades de la transferencia de tecnología desde la academia. La necesaria permeabilidad entre los dos mundos, el académico y el mercado para favorecer la transferencia, y la necesidad de una inversión competitiva en las fases de creación y crecimiento de las ‘startups’ son retos a resolver en el menor plazo posible si no queremos perder el tren del progreso.

P: ¿Por qué se hizo científica?

R: La verdad es que mi vocación inicial era hacia el arte. Siempre he sido muy creativa. Pero como dijo Ramón y Cajal «a la ciencia no van más que los artistas». La robótica es una forma extraordinaria de solucionar problemas desde la creatividad que es, por definición, la capacidad o facilidad para inventar o crear. Eso hacemos en el campo de la robótica, creamos algo desde la nada, lo programamos y ponemos a funcionar.

P: Es ingeniera industrial de formación, un perfil cada vez más alejado de las chicas. ¿Tiene solución?

R: Es necesario incidir en un cambio cultural que, hay que decir, ya empieza a producirse y a verse algunos avances. Y ahí, las mujeres que nos dedicamos a estas áreas tenemos que hacer un esfuerzo pedagógico. A mí me gusta trasladar dos ideas: la normalidad y la utilidad social. Primero, a la niñas, especialmente en la adolescencia donde prestan atención a modelos muy diversos, tenemos que demostrarles que las mujeres que hacemos ciencia somos mujeres normales. Investigar es divertido, y está al alcance de cualquiera.

Y, en segundo lugar, que la ciencia y la tecnología no es meterse en un laboratorio y ya está sino tener la capacidad para cambiar la vida de las personas. Es generar conocimiento para el mundo y resolver grandes problemas sociales. El verdadero progreso se logra gracias a la investigación y su aplicación práctica.

Elena Camacho EFE

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