Ein Guedi.-El aumento de desprendimientos por la sal acumulada de un Mar Muerto que se va secando se ha tragado tramos de carretera, playas o complejos turísticos, y genera socavones en forma de cráter en un paraje único que mengua por el calentamiento global.

A poca distancia de este lago salado situado en el punto más bajo del planeta, el artista israelí Doron Gazit ha desplegado un círculo inflable rojo de unos 200 metros de diámetro. La estructura, que rodea una amplia cavidad, atestigua la devastación en un área donde estaba el centro vacacional de la comunidad israelí de Ein Guedi, venido abajo por un fuerte desprendimiento.

«Es una metáfora de las venas de sangre de la madre naturaleza» que «pide ayuda a gritos», explica a Efe Gazit, que desplegó su obra poco antes del Día de la Tierra, que se celebra hoy para concienciar sobre los problemas medioambientales del planeta.

Con su obra escénica ha alertado del peligro del cambio climático en muchas partes del mundo, y ahora lo hace en el Mar Muerto. Tras décadas visitando la zona, está «enamorado» de su belleza, pero se muestra preocupado por la reducción imparable de sus aguas, una tendencia que se ha acelerado estos últimos años.

Este lago con alta salinidad -diez veces más que el Mediterráneo- pierde cada año «entre un metro y un metro y medio de su nivel del agua», lo que equivale «a 600 piscinas olímpicas por día», explica Noam Bedein, director del Proyecto de Revitalización del Mar Muerto, entidad israelí que busca sensibilizar sobre este singular lugar.

Según agrega, el encogimiento «aumentó en los últimos años por el cambio climático y las sequías, lo que genera más evaporación» de sus aguas, que bañan Israel, Cisjordania ocupada y Jordania.

A esto se suma el descenso de caudal del río Jordán, su principal afluente, que solo proporciona «un 10%» del agua que aportaba, en parte «por el desvío del cauce para fines agrícolas o uso potable».

En una región con escasez de recursos hídricos y lastrada por los conflictos, la gestión del agua no es eficaz y la cooperación entre los distintos gobiernos en este ámbito es poca, asegura Bedein.

Ante todo, el Jordán y los acuíferos que nacen en las montañas de Jerusalén y Hebrón «no son suficientes para mantener el Mar Muerto», con «el nivel del agua que seguirá bajando en la próxima década», sin un plan en marcha para solventarlo, lamenta.

Esta situación deriva en fenómenos como los socavones, provocados por los depósitos de sal que quedan a medida que desaparece el mar. Debajo hay agua subterránea fresca que brota y disuelve estas capas, causando desprendimientos que dejan vistosos huecos en la superficie.

Son de tamaños muy variados y pueden ir aumentando de dimensión, hay en torno a 7.000 en la orilla occidental y en los próximos años podrían doblarse a 14.000, alerta a Efe el geólogo israelí Eli Raz.

Según Bedein, en este área «aparecen cada año unos 700 socavones» que causan «enormes daños» en carreteras, propiedades o la actividad agrícola del área.

«Se generan en cuestión de segundos o minutos», de forma abrupta, dice Gazit, que los ve como «un preludio» de la amenaza de desastres naturales que se cierne sobre el Mar Muerto y el resto del mundo.

Este artista es un asiduo de la zona, que visita desde hace 40 años. «Cambió mucho durante este período», explica, evocando sus primeros recuerdos, cuando en muchos tramos el agua «estaba literalmente al lado de la carretera», en zonas ahora desecadas.

El nivel bajó decenas de metros, y en algunos puntos donde hace apenas 20 años había agua hoy hay campos de cultivos como sandías, donde se aprovecha la tierra «rica en minerales» que sí es adecuada para esta fruta, cuenta Bedein, que también da valor al uso terapéutico del ecosistema, «donde la combinación de agua, minerales y sol» sirve para tratar enfermedades crónicas como asma o psoriasis.

Con todo, pese a que los cultivos son un brote de vida entre la creciente aridez, Gazit se muestra «pesimista ante el futuro», mientras los rayos de sol pican con fuerza en una zona calurosa y coronada en la lejanía inmediata por montañas desérticas peladas.

Los expertos no prevén una desaparición completa del Mar Muerto, pero creen que «para 2050 quedará solo un pequeño charco» con una saturación de sal aún más elevada, comenta Bedein, que anima a emprender medidas enérgicas para revertir la situación entre las autoridades de la región, «restaurando los cauces de agua históricos» o apoyando proyectos de desalinización.

«Para salvar el Mar Muerto tenemos que gestionar y preservar el agua más adecuadamente, con más profesionalidad. Es el recurso más valioso que tenemos», apela ante el Día de la Tierra.

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