Desplazados en un colegio habilitado como albergue por la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) a las afueras de Sidón, en el sur del Líbano, el 8 de octubre de 2024.EFE/Noemí Jabois

En un colegio de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) a las afueras de Sidón, en el sur del Líbano, cientos de palestinos desplazados por la violencia israelí viven en la incertidumbre después de que la organización retirara repentinamente sus equipos y bandera de las instalaciones.

Desde el lunes, la ONG Beit Attal Assumoud gestiona como puede con sus pocos recursos el albergue improvisado en la escuela de Deir al Qasi, que acoge a 79 familias mayoritariamente desplazadas de campamentos para refugiados palestinos en zonas más meridionales del Líbano y que ahora viven en el limbo.

La UNRWA se ha limitado a confirmar el cierre en un comunicado ante la imposibilidad de mantener en el centro «un ambiente que respete los principios humanitarios».

Consultada por EFE, la directora de UNRWA en el Líbano, Dorothee Klaus, no ofreció más detalles.

«Hasta ahora, no está claro cual es el objetivo de irse de esta escuela. Algunas veces dijeron que es por asuntos políticos y otra vez que como es bajo el plan de emergencia (gubernamental) tenemos que estar bajo la Municipalidad de Sidón», explicó a EFE el director de centro de Beit Attal, Mahmoud Abu Hamda.

Desde la salida de la agencia de la ONU, propietaria de la escuela, más de una decena de familias han abandonado el centro «a raíz del caos, especialmente después de que quitaran la bandera», agregó Abu Hamda.

Pocas alternativas

Sobre la mesa está trasladar a las familias a otros albergues del Líbano, donde se estima que residen unos 250.000 refugiados palestinos, una comunidad especialmente vulnerable que a menudo no es bienvenida en los centros para desplazados habilitados por las autoridades libanesas.

«Primero buscamos refugio en una escuela llamada Jebaa, pero nos echaron por ser palestinos. Luego fuimos al Colegio Zibnine y nos dijeron que no tienen más capacidad para albergarnos, así que vinimos a esta escuela pero ha habido el problema de que la UNRWA abandonó el centro», relata la desplazada Myriam Ali al Youssef.

Sentada en una silla de plástico en el patio de Deir al Qasi, rodeada de algunas de sus cinco hijas, Myriam relata que tras huir del campo de refugiados de Borj al Shamali (sur) por la campaña de bombardeos israelíes, su familia también buscó cobijo en una zona cristiana del país.

«Nos dieron la bienvenida durante cuatro días, pero luego descubrieron que somos palestinos y nos echaron. Nos echaron a las calles sin siquiera darnos tiempo a recoger nuestras cosas; cogieron nuestros colchones y nuestras sábanas, y nos largaron de su escuela», sentenció.

A Myriam le duele el «racismo» que sufre su comunidad en medio de la peor crisis de desplazados en la historia del Líbano y no le gusta la alternativa de llevarlos a otros albergues del norte del país. «Es muy lejos (…) Los libaneses no nos van a aceptar», lamenta.

«Si las amenazas continúan nos iremos de aquí, pero ¿a dónde vamos a ir? Probablemente a las calles», sentenció.

A esta incertidumbre se suma también la confusión sobre las razones para la salida de la UNRWA, que ha sembrado el pánico entre los desplazados del centro, ubicado en un extrarradio que ha sido bombardeado por Israel en los últimos meses y cerca del tenso campo de refugiados de Mieh Mieh.

«Tengo miedo desde que quitaron la bandera de la UNRWA, porque probablemente nos van a bombardear después de esto», aventura la madre de familia.

El enésimo desplazamiento

Ahmad Yussef Abdulá, otro desplazado palestino, tampoco respalda los planes de evacuar el centro, desde donde quieren moverles temporalmente a un albergue cercano y más tarde a otro en otra parte distante del Líbano, según relata.

«Ahora estamos en el sur, está más cerca de nuestras casas, conocemos la zona y si necesitamos algo sabemos a dónde acudir. En el norte no conocemos a nadie», apunta.

Le preocupa necesitar dinero en algún momento y encontrarse en una región en la que no tiene un solo conocido para siquiera pedir un poco de efectivo prestado o un favor para lidiar con una emergencia médica.

Por ello, los miembros de su familia han acordado que si la única alternativa es un albergue en el norte, optarán por volver a sus casas «incluso si hay ataques» allí.

La familia de Ahmad, como muchas otras generaciones de palestinos, ha tenido que abandonar muchos hogares en las últimas décadas.

«Estamos desplazados desde el gran desplazamiento de 1948, cuando nos desplazamos al Golán. Luego en 1967 a Siria, después de nuevo fuimos desplazados al Líbano. Sufrimos muchos en nuestras aldeas y campos, y ahora durante esta guerra fuimos desplazados aquí desde Bazzouria, en el sur»

«En nuestra memoria está siempre lo que nuestros padres nos han contado de la agonía de las guerras, la inmigración, el desplazamiento y el refugio», concluyó.

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