El exciclista Federico Martín Bahamontes, ‘El Águila de Toledo’, que ha fallecido este martes a los 95 años, será recordado, además de por su faceta escaladora, como el primer español que inscribió su nombre como ganador del Tour de Francia, en 1959.

Bahamontes, nacido en el pequeño pueblo toledano de Santo Domingo Caudilla (9 de julio de 1928), a unos 30 kilómetros de la capital, cuyo verdadero nombre era Alejandro, aunque un hermano de su padre se empeñó en que se le llamara Federico, estuvo en activo entre 1954 y 1965, etapa en la que logró un total de 74 victorias, la más importante el Tour de Francia (1959).

Un triunfo que abrió el camino a Luis Ocaña (1973), Pedro Delgado (1988), Miguel Induráin (de 1991 a 1995), Óscar Pereiro (2006), Alberto Contador (2007 y 2009) y Carlos Sastre (2008), los otros ganadores de la ronda gala.

Su primer oficio fue aprendiz en un taller de carpintería, pero al poco se fue a otro taller, de bicicletas, que regentaba su antiguo ídolo local Moisés Alonso, labor que compaginó como repartidor de varios comerciantes locales.

Bahamontes completaba los ingresos familiares dedicándose al estraperlo, para lo que siempre usaba su bici y que, junto a los sucesivos acarreos de encargos por las empinadas calles toledanas, fue el preludio para sus desarrollar innatas condiciones escaladoras.

Comenzó su carrera como aficionado con 19 años, casi por casualidad, y logró su primer triunfo con una bici de paseo que había comprado por 30 duros (150 pesetas, menos de un euro).

‘El Lechuga’, mote heredado de su abuelo, que le encajaba por su trabajo en una frutería -‘entre col y col, lechuga’, al traducirse col en francés (colline) puerto de montaña-, tuvo que esperar dos años (1949) para hacerse un nombre al triunfar en el Trofeo ‘Luis Guijarro’ y en la Vuelta a Ávila.

Bahamontes comenzó a multiplicar sus éxitos y en 1952 ganó la carrera Madrid-Toledo, fuera de concurso, por problemas con su licencia de ciclismo independiente, y volvió a triunfar en la Vuelta a Albacete, mientras que al año siguiente dominó de cabo a rabo la Vuelta a Málaga, y ganó el campeonato de Castilla.

Ese 1953 participó por primera vez en la Volta a Cataluña para dar el paso al profesionalismo al año siguiente. Se ubicó en Barcelona y fichó por el equipo de Santiago Mostajo, para lograr el primer podio internacional en la subida al Mont Agel, en Mónaco.

Ya ‘fichado’ por el seleccionador nacional, Julián Berrendero, logró sus primeros éxitos en las altas cumbres francesas en su primera presencia en el Tour (1954), convirtiéndose en ‘rey’ de la montaña, que repitió en otras cinco ocasiones más (1958, 1959, 1962, 1963 y 1964).

Un año más tarde se estrenó en la Vuelta a España, pero no pudo participar en el Tour por una enfermedad, aunque se tomó la revancha al año siguiente cuando se empezó a forjar la aureola de escalador de lujo, que confirmó con un cuarto puesto final en la general individual.

En 1957, acabó segundo en la Vuelta a España y, ya bajo el apodo de ‘El Águila de Toledo’ con el que le denominó el diario ‘L’Equipe’, se retiró en la novena etapa del Tour, si bien en la siguiente edición se sacó la espina al ganar la montaña y acabar sexto en la general.

Fue en 1959 cuando, de la mano de Fausto Coppi, que le convenció de fichar por su equipo, el ‘Tricofilina’, logró su mayor éxito: el Tour.

En esa edición, pese a no ser favorito, sentenció el primer triunfo nacional en Francia tras una larga escapada en los Pirineos y una cronoescalada en Puy de Dome.

No pudo ser peor la campaña post Tour, puesto que se fracturó el fémur en la Vuelta a Levante y en la Vuelta a España se retiró a dos etapas de la conclusión, en señal de protesta por la exclusión de su gran gregario Julio San Emeterio.

Tras un mal 1961, con retirada en el Giro, no compareció en el Tour, donde sí estuvo en 1962, año en que los equipos nacionales dieron paso a las escuadras comerciales.

Bahamontes fichó por el equipo francés Margnat-Paloma y en un Tour que dominó Jacques Anquetil se enfundó de nuevo el maillot de la montaña, ganó una etapa y acabó cuarto de la general.

El año siguiente, Bahamontes se vio relegado por Anquetil a la segunda plaza en el Tour y en 1964 Bahamontes finalizó tercero, por detrás de Anquetil y Raymond Poulidor, en edición en la que se adjudicó su sexto y último título de la montaña, y ganó dos etapas.

En su última campaña como profesional, 1965, terminó décimo en la ronda nacional y no pudo finalizar la ronda gala: en la etapa de montaña entre Dax y Bagnères-de-Bigorre llegó penúltimo, a más de 50 minutos de Julio Jiménez, y abandonó al día siguiente.

La última de sus 74 victorias, antes de colgar la bicicleta, fue en la Escalada a Montjuic (Barcelona), el 12 de octubre.

Durante sus 12 temporadas como profesional, a parte de estrenar el casillero español en el Tour (1959), subió al podio en otras dos ocasiones (segundo en 1963 y tercero al año siguiente) y una vez a la Vuelta a España (segundo en 1957), y once triunfos de etapa en las grandes vueltas: siete en el Tour, tres en la Vuelta y una en el Giro.

Campeón nacional en Ruta en 1958, en su mejor faceta, la de escalador, ganó dos veces en la Vuelta, una en el Giro y seis en el Tour.

Ya retirado -sólo volvió a montar una bicicleta en público en un homenaje fúnebre al conquense Luis Ocaña, ganador del Tour de 1973 que falleció en 1994- Federico se centró en gestionar su tienda de bicicletas y ciclomotores en Toledo desde 1966 hasta que cerró en 2004, y se convirtió en organizador de la Vuelta a Toledo durante 50 años, hasta 2015.

Federico Martín Bahamontes, hijo adoptivo de Toledo, ha recibido otros muchos reconocimientos, como una placa conmemorativa que le entregó el entonces embajador de Francia en nombre de la República Francesa y la elección como mejor deportista del Siglo XX de Castilla-La Mancha.

En 2013, coincidiendo con el primer centenario del Tour, recibió un homenaje de la organización en el que se le nombraba oficialmente el mejor escalador de la historia de dicha competición.

Desde el 6 de mayo de 2018, Bahamontes tiene una escultura en paseo del Miradero, al final de la Cuesta de las Armas de Toledo, en su posición característica de gran escalador con la bici con la que ganó el Tour.

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