Unos doscientos supuestos «hechiceros» acusados de brujería en Afganistán han sido arrestados por los talibanes, en una campaña nacional para poner freno a estas prácticas a las que algunos afganos recurren para desentrañar su porvenir, buscar una cura a enfermedades o protección contra el mal de ojo.
Según el todopoderoso Ministerio de la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio, de vuelta en el país asiático desde que los fundamentalistas se hicieron con el control de Afganistán hace más de dos años, estas prácticas son contrarias con el islam.
«En las provincias, más de cien hechiceros han sido detenidos, y solo en Kabul se han detenido a 67 brujos, incluyendo además a varias mujeres», dijo a EFE un portavoz del Ministerio, Mohammad Sadiq Akif Mahajir.
Mahajir explicó que las personas acusadas de brujería han sido puestas a disposición de los tribunales. Aquellos encontrados culpables se enfrentan a penas de cárcel.
La opinión general de talibanes y autoridades religiosas es que estos supuestos hechiceros infringen, con sus amuletos y encantamientos que prometen acabar con la impotencia y todo tipo de enfermedades, la ley islámica.
«Mucha gente, debido a su falta de conocimiento sobre el islam, recurren a estos hechiceros a pesar de que la brujería está prohibida», reconoció a EFE el clérigo Mawlawi Noorulhaq.
En un país arruinado por décadas de guerra y conflicto, sumido en una profunda crisis económica y social que obliga a dos tercios de la población a depender de ayuda humanitaria urgente para sobrevivir según la ONU, aquellos que recurren a los «hechiceros» lo hacen a veces a falta de ayuda mental profesional.
«Algunos de los visitantes se encuentran profundamente deprimidos, rezamos por ellos y les damos esperanzas, ya que algunos de ellos dicen que su suerte está marcada o que son víctimas de magia negra, así que rezamos por ellos también», explicó a EFE una de estas personas acusadas de brujería por los talibanes, Saeed Hanif Agha.
Antes del regreso de los talibanes era frecuente ver a grandes números de visitantes, sobre todo mujeres, que acudían a pie y en taxi a su hogar de Kabul en busca de algún remedio.
A causa de la campaña contra los hechiceros, los clientes de este hombre alto y tocado con una poblada barba blanca escasean y se ven obligados a acudir a escondidas. Es el caso de Latifa, de 48 años, que busca la protección de un amuleto para tratar la posible depresión de su joven hija.
En un contexto de creciente represión de los derechos de las afganas por parte de los talibanes, con el veto de la educación superior y las trabas al trabajo, la mujer atribuyó el bajo estado de ánimo de la menor a un mal de ojo.
«Alguien sin escrúpulos ha hecho una brujería negra sobre mi hija, y con el paso del tiempo palidece día a día. Vengo a ver qué y quién son los responsables», confesó Latifa a EFE.
Para Ruqia, la problemática búsqueda de un marido para su hermana menor es la razón por la que acudió a Agha.
«Para ser honesta, queremos ver la suerte de mi hermana, ya que ha habido muchos pretendientes pero todavía no se ha casado», explicó Ruqia a EFE, lamentando la falta de buenas opciones.
Agha está también acostumbrado a tratar cuestiones incómodas, ante la creencia por ejemplo de que la impotencia puede ser curada con la ayuda de amuletos y encantamientos.
«Cuando mi hijo se casó, me contó muy avergonzado que no podía mantener relaciones físicas con su mujer», dijo a EFE Maagul, una de las visitantes de Agha, convencida de que algún malhechor había «encerrado la habilidad física» del joven.
Agha, con su salón repleto de todo tipo de artefactos y revestido en madera oscura donde recibe a los solicitantes, ha escapado por el momento a la persecución de los talibanes. Pero la campaña contra los hechiceros, que comenzó hace unos meses, continúa.
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