Una calle vacía en el área meriodinal libanesa de Bint Jbeil, a unos 5 kilómetros de la frontera con Israel, durante la tregua humanitaria acordada para Gaza y con seguimiento también en el Líbano el 25 de noviembre de 2023. EFE/Noemí Jabois

Hasán (nombre ficticio) pasó semanas conteniendo el aliento cada vez que veía un dron israelí sobrevolar el área libanesa de Bint Jbeil, donde solo se quedaron unos pocos que, como él, no tenían mucha más opción adonde ir y al que la tregua en Gaza ha traído ahora un efímero halo de normalidad.

Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 55.000 personas han tenido que abandonar sus hogares en el Líbano debido a los intensos ataques que Israel y el grupo chií Hizbulá comenzaron a cruzarse a través de la frontera el pasado 8 de octubre, dejando a su paso un pueblo fantasma tras otro.

«Aquí en la aldea podemos decir que el 80 % de la gente se fue. Solo un 20 % permaneció durante la guerra y todas las tiendas cerraron, no teníamos mucho trabajo, no había movimiento, no quedaba nadie», explicó Hasán a EFE sobre la situación en Bint Jbeil, a unos 5 kilómetros de la divisoria con el Estado judío.

Algunos regresan

Por primera vez, algunos desplazados se están aventurando a volver para inspeccionar sus hogares aprovechando la tregua humanitaria de cuatro días acordada entre Israel y el movimiento islamista palestino Hamás en la Franja de Gaza, una pausa con seguimiento también en el frente libanés.

Algún que otro establecimiento incluso ha abierto sus puertas tras permanecer cerrado durante semanas, pero las calles continúan prácticamente vacías mientras Hasán se pregunta qué pasará una vez el cese de hostilidades expire a primera hora del martes.

«Espero que se extienda y que la guerra termine», elucubró.

Vivir con miedo

El joven no habla de una escalada sino directamente de un «estado de guerra», tras haber presenciado cómo un bombardeo israelí acababa con la vida de dos vecinos en una vivienda cercana en Ainata, la aldea adyacente a la suya.

«Estaba en el balcón, escuché un sonido y luego vino el caza. Y tú simplemente estás ahí de pie esperando a que impacte en algún sitio, pero no sabemos donde va a caer (…) Alcanzó una casa en la que estaban dos chicos y ambos murieron, lo vi con mis propios ojos», explicó.

También en Ainata tuvo lugar el peor ataque contra un objetivo civil desde el estallido de la violencia fronteriza, el bombardeo de un dron que a principios de este mes acabó con la vida de tres niñas y su abuela cuando viajaban en un coche, recordó Hasán.

Por ello, no es de extrañar que muchos vecinos de Bint Jbeil hayan alquilado casas en la ciudad meridional de Tiro o se hayan mudado a alguno de los colegios que funcionan como albergues temporales para los desplazados.

«Soy una de las personas que se ha quedado en la aldea con mi familia primero por el trabajo y, segundo, porque ¿adónde voy a ir? Si soy sincero, no estoy preparado para ir a sentarme en un colegio y no me puedo permitir alquilar», reconoció, al describir la situación como «muy dura».

Un paréntesis

Unos 80 muertos y 300 heridos después, la tregua deja entrever estos días un tímido movimiento de transeúntes, vehículos y el ocasional cliente que entra en alguno de los establecimientos abiertos al público en Bint Jbeil.

El dueño de un restaurante local reconoce a EFE que tan solo un día antes del inicio del alto el fuego el lugar era «un pueblo fantasma» y explica que desde su entrada en vigor han tenido un «buen» nivel de trabajo, después de registrar «fuertes pérdidas» durante semanas.

«Con mi establecimiento aquí, soy incapaz de ganar para las necesidades mínimas y estoy poniendo (dinero) de mi bolsillo. Cerramos solo durante una semana al inicio y luego reabrimos, pero hubiese sido mejor si lo mantuviese cerrado», afirmó.

Según su relato, los vecinos que ya vivieron la guerra de 2006 entre Hizbulá e Israel huyeron «inmediatamente» nada más comenzar las hostilidades fronterizas el mes pasado, algo que él también hará si la situación empeora mientras espera, como todos los demás, a ver qué ocurre tras la tregua.

«Veremos que pasa hasta el martes, vivimos día a día. Escucho de la gente que algunos está viniendo para preparar su ropa de invierno, de modo que si algo ocurre se irán enseguida dependiendo de la situación», agrega el empresario, que prefiere mantener el anonimato.

Por ahora, el efímero regreso de una calma que solo se rompió ayer con algún ataque solitario convive con la incertidumbre y un pesimismo difícil de sacudir.

«Espero que no escale, pero por lo que estamos viendo y escuchando irá a más», sentencia otro vecino de Bint Jbeil con una sonrisa nerviosa en los labios.

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