Washington.- El presidente de EE.UU., Donald Trump, quiere desencadenar un efecto dominó en el golfo Pérsico: desea que más países árabes sigan la estela de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Baréin en el reconocimiento a Israel para, en última instancia, crear una coalición suní frente a la República chií de Irán.
«EE.UU. está intentando fortalecer la coalición contra Irán, está intentando unir a sus aliados frente a la República Islámica”, explica a Efe Hussein Ibish, analista del Instituto de los Países del Golfo Árabe en Washington.
Al mismo tiempo, el mandatario está usando los nuevos acuerdos con Israel para retratarse ante el público estadounidense como «líder efectivo» merecedor del Premio Nobel de la Paz, al que ha sido nominado por un parlamentario noruego, argumenta Ibish.
Desde que llegó al poder en 2017, Trump ha estructurado su política exterior en Oriente Medio en torno a dos ideas: la persecución a Irán, al que ha castigado con fuertes sanciones, y la protección a Israel, su gran aliado en la región y al que ha otorgado un sinfín de concesiones, como el reconocimiento de Jerusalén como su capital.
Por eso, para Washington, es un logro que los EAU y Baréin hayan decidido romper el boicot árabe que pesa sobre Israel desde hace más de siete décadas y que, hasta ahora, solo habían infringido Egipto y Jordania, que reconocieron a Israel en 1979 y 1994, respectivamente.
UN LOGRO PARA WASHINGTON, PERO RELATIVO
Se trata, no obstante, de un logro relativo para EE.UU., ya que ni los EAU ni Baréin son “actores centrales” en el conflicto palestino-israelí y nunca han enviado tropas a luchar contra Israel, indica a Efe Bruce Riedel, que asesoró al expresidente Bill Clinton (1993-2001) en sus negociaciones entre israelíes y palestinos.
Con el pacto, Israel gana el reconocimiento de sus vecinos regionales como un miembro legítimo de Oriente Medio; mientras que los EAU y Baréin, donde se ubica la Quinta Flota de EE.UU., cosechan el favor estadounidense ante una eventual agresión de la República Islámica.
«Los acuerdos son más sobre EE.UU. que sobre la cuestión del conflicto palestino-israelí. Lo que quieren EAU y Baréin es garantizar que Washington les protegerá frente a Irán», apunta Riedel.
En la práctica, el establecimiento de lazos diplomáticos permitirá abrir embajadas, favorecerá el turismo y, sobre todo, jugará un papel fundamental en el intercambio de inteligencia y tecnología militar.
EL GRAN GANADOR: ABU DABI
En ese sentido, el «gran ganador» del pacto es el príncipe heredero del emirato de Abu Dabi, Mohamed bin Zayed al Nahyan, opina en conversación telefónica con Efe Aaron David Miller, un exdiplomático que ha asesorado a Gobiernos estadounidenses de ambos partidos sobre el proceso de paz.
En concreto, Al Nahyan ha logrado que EE.UU. le venda los aviones de combate F-35, lo que supone la ruptura de la norma que obliga a Washington a garantizar la supremacía militar de Israel en Oriente Medio.
Según el diario The New York Times, durante las negociaciones, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dio el visto bueno, aunque éste lo ha negado ante las críticas dentro de Israel.
De esa forma, si Al Nahyan es el ganador, en la otra cara de la moneda están los palestinos, que quedan aún más aislados internacionalmente, destaca Miller.
EL PESO GEOPOLÍTICO DE ARABIA SAUDÍ
Entretanto, la incógnita sigue siendo Arabia Saudí que, como fruto de los acuerdos, abrirá su espacio aéreo a los vuelos entre los EAU e Israel y que, sin duda, estará observando de cerca los resultados de los acuerdos, especialmente si Israel se anexa territorios palestinos o si estalla la violencia entre palestinos e israelíes.
Los expertos consultados consideran improbable que Arabia Saudí siga en el corto plazo la estela de EAU y Baréin, aunque de hacerlo «lo que ahora es un acuerdo meramente transaccional, se convertiría en uno transformativo» para Oriente Medio, avisa Miller.
Arabia Saudí tiene un peso geopolítico incomparable: el reino lideró en 1973 el embargo de petróleo contra los países que habían apoyado a Israel durante la guerra de Yom Kipur y, además, impulsó la Iniciativa de Paz Árabe, firmada por los miembros de la Liga Árabe en 2002.
Además, el monarca saudí, Salman bin Abdulaziz, es un firme defensor de la causa palestina y ha asumido el papel de guardián de las dos mezquitas sagradas de La Meca y Medina, los lugares más importantes para los musulmanes, seguidos por la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén Este, territorio palestino ocupado por Israel desde 1967.
Entonces, ¿qué ocurriría si Riad decide normalizar relaciones con Arabia Saudí?
«Eso -responde Miller- supondría la ruptura del consenso árabe sobre la causa palestina, significaría que se ha roto por completo e implicaría que cualquier estado árabe es libre de hacer sus propios tratos con los israelíes. Y eso, como he mencionado, transformaría lo que es ahora una transacción en una transformación».
El futuro, añade Miller, dependerá en buena parte de quién gobierna Arabia Saudí y EE.UU. en los próximos años.
La vista está puesta en las elecciones estadounidenses de noviembre, en las que el demócrata Joe Biden quiere a arrebatar la Casa Blanca a Trump, y también en la sucesión al trono en Arabia Saudí, al que aspira el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, muy cercano al Gobierno de Trump.
EFE
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