Un día de la no violencia en medio de la mayor crisis venezolana

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Un 2 de octubre de 1869, cuando la india era la joya de la corona imperial británica, nació en Portbandar Mohandas Karamchand Gandhi, el líder indú que logró la indepedencia de su gran nación sin guerras ni batallas, haciendo uso de su doctrina de la no violencia, por lo que se convirtió en el ícono de ese movimiento y filosofía a nivel global.  En homenaje a su vida y obra la Asamblea General de la ONU determinó desde junio de 2007 que ese día se conmemora el día internacional de la no violencia.

Y hablar de ese tema en un mundo como el actual, en las condiciones de destrucción acoso y persecución que reina en Venezuela a  veces suena como inocente o cuando menos iluso.  Si revisamos los muchos medios de comunicación que controla el chavismo-madurismo nos puede sorprender el mensaje guerrerista, divisionista y de amenaza que reina en el oficialismo.

Chávez comentó hace lustros “somos una revolución pacífica, pero armada, no se equivoquen”, mensaje que cada año se ha mantenido y reforzado con una postura que de entrada interpreta toda oposición como un ataque directo y que nos ha costado a la fecha centenares de muertos, de presos políticos, de persecuciones, que permitió la creación de una suerte de brigadas de la muerte oficiales, de zonas completas en manos de pranes delictivos y grupos irregulares como las FARC  y el ELN por citar sólo algunos. 

Que permitió hacer de nuestro territorio el mayor puente de droga del continente y cuna de movimientos desestabilizadores que afectan a múltiples naciones del globo.  En síntesis una absoluta ausencia de leyes y un canto a la violencia que se ha convertido en la mejor forma de imponer el poder en la tierra libertaria que  una vez soñó Bolívar.

Si definitivamente hablar de no violencia en nuestra tierra suena a anacronismo, para algunos podría ser una ilusión.   Sin embargo volviendo al mismo  Gandhi, su propia historia convalida hoy más que nunca conmemorar en nuestra tierra ese día, pues contra el poder del mayor imperio de su tiempo enfrentó la doctrina de la no violencia, su célebre marcha de la sal rudamente reprimida, marcó un hito universal. 

Aún en nuestra aporreada y amedrentada Venezuela, los ejemplos de la no violencia  marcan pautas, presos comunes que se transforman en defensores de Derechos humanos y líderes nacionales como  Humberto Prado; privados de libertad que tras las rejas se pueden certificar como Defensores de Derechos de la mano de organizaciones de la sociedad civil y desde la misma cárcel se dedicaron a formar a funcionarios policiales y otros reclusos como lo hizo la abogada Jaloussie  Fondacci que convirtió su injusta prisión en un acto de liberación y amor a los otros.

La no violencia es la ratificación de nuestra humanidad, de ese hecho sencillo de saber que unos dependemos de otros y que cuando nos unidos y apoyamos logramos levantar civilizaciones, construir pirámides y templos que elevan nuestros anhelos a lo infinito.   Pero además de ello es el arma que nos toca empuñar con todo valor frente a los atropellos de la violencia exacerbada, ejercida desde las posiciones de poder, ante el abuso del ventajismo y la fuerza de las armas, la voz de la no violencia se deja oír retumbante.  Haciendo nuestro, de todos esa frase mágica que Jesús de Nazareth nos legó, “Amaos los unos a los otros como yo os he amado. “

Nos toca todos evolucionar para acercarnos a esa humanidad más humana que tanta falta nos hace y que deberíamos legar a nuestros hijos y nietos.

Gustavo Montaña

 

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