Parque de Atracciones en su época dorada, año 2009. Créditos: Pedro Llobet.

En las cercanías del Centro Comercial Mamy, existía un lugar que solía irradiar risas y alboroto, un parque de atracciones que, al igual que un circo ambulante, se estableció como un elemento fijo en 1990. 

En el corazón de aquel parque la euforia solía llenar el aire.

Guayaneses aseguran que la oscuridad se empezó a observar en este lugar cuando los atractivos empezaron hacer los centros comerciales. Créditos: Pedro Llobet.

El ‘gusanito’ con sus vueltas y revueltas vertiginosas, desataba gritos de alegría y suspenso, mientras que la rueda de la fortuna «Chicago» ofrecía vistas inigualables de Guayana, llevando a los visitantes a las alturas de esta imponente urbe. 

La casa del terror ponía a prueba a los valientes en un torbellino de misterio y horror, mientras que los carros chocones desataban la risa y la competencia entre amigos y familiares. 

Las sillas voladoras, con su danza en el aire, y el carrusel, con su música envolvente, completaban un escenario de asombro y encanto. 

Estas atracciones no solo eran estructuras de metal, sino portales a un mundo de emociones y recuerdos imborrables que aún perduran en el corazón de quienes las disfrutaron.

Triste actualidad

Sin embargo, en la actualidad, la rueda de la fortuna se alza como el único testigo silencioso de aquel esplendor pasado.

Rueda de la fortuna testigo silencioso del abandono. Créditos: Eiker Meléndez

A pesar de la brisa que inunda Ciudad Guayana, los transeúntes pueden contemplar como la rueda gira, recordando una época de entretenimiento que una vez llenó este lugar. 

Este espacio vacío muestra un contraste entre el esplendor pasado y la realidad del presente.

Los recuerdos de aquel parque perdido evocan una era de distracción y felicidad para muchos habitantes de la ciudad.

Viaje en el tiempo

Patricia Domínguez, entre sus recuerdos, rememora con cariño los momentos de entretenimiento vividos en este lugar entre los años 90 y principios de los 2000. 

Romina Bermúdez, por su parte, destacó la emoción que sentía al montarse con sus hijos en el gusano, una experiencia que para ella era «lo máximo». 

Yitcia Rincón, con una voz cargada de sentimiento, mencionó que toda su infancia se le vino en minutos al recordarles este lugar. 

Ciudadanos disfrutando de la danza en el aire de la silla voladora. Créditos: J. Alberto Sandoval.

«Es un poco nostálgico al recordar este parque, pero qué bonitos recuerdos los que viví allí gracias a mis padres que siempre hicieron el esfuerzo por llevarme», precisó. 

Más allá de las anécdotas personales, trabajadores de empresas básicas revelaron que durante los días del niño o los períodos vacacionales, acudían con sus hijos para disfrutar de las atracciones que ofrecía este espacio, creando así un legado de diversión que perdura en sus memorias.

Símbolo de tiempos pasados en el Parque de Atracciones

El parque de atracciones, ahora ausente de la ciudad, se erige como un símbolo de tiempos pasados, llevando consigo la nostalgia de una era en la que la inocencia y la alegría de la infancia se entrelazan con las estructuras metálicas de sus atracciones. 

La rueda de la fortuna gira guardando risas del pasado. Créditos: Eiker Meléndez.

Aunque su presencia física ya no ilumina la ciudad, el eco de risas y emociones perdura en el corazón de aquellos que lo disfrutaron, dejando un legado imborrable de diversión y recuerdos inolvidables.

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