Ángel Blanco y Joen Suárez, dos de los 252 venezolanos que estuvieron detenidos en El Salvador, recurrieron a la música, su mayor pasión, para denunciar el cuestionado proceso de deportación desde EEUU y el «terror» que, según dijeron vivieron en el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) durante cuatro meses, hasta el pasado viernes, cuando los liberaron.
Ambos amigos, con el sueño en común de convertirse en músicos profesionales, escribieron juntos un rap titulado ‘Cecot’ en la celda que compartían en la megacárcel homónima del presidente salvadoreño, Nayib Bukele.
«Ahí escribimos mucha música», dijo Blanco, de 22 años, pocas horas después de regresar a casa, en Cúa, una ciudad cercana a Caracas y en la que también vive Suárez, quien igualmente llegó en la madrugada del martes.
Junto a una mesa sobre la que había una torta de chocolate que preparó la familia para celebrar su regreso, Blanco presentó ante un reducido público conformado por su padre, su pequeño hermano y su madrastra la canción que compusieron él y su amigo, según relató, con un jabón sobre la placa metálica de las camas donde dormían.
Historia a través del rap
Con un pequeño carraspeo previo, comenzó a rapear y a contar parte de su historia: «Era un 15 de marzo como a las 4:00 a. m., me dicen que me aliste porque un traslado viene, pregunto las razones, me dicen que no tienen, saco mis conclusiones que no vamos para Vene(zuela). El ambiente en el avión se mantiene en suspenso, pensando que era un final y solo era el comienzo, ya que aterrizamos en cárcel de confinamiento».
Siguió recitando los versos sobre varios episodios de «las vivencias de los chamos en el Cecot», entre ellos, una huelga de hambre, y agregó: «Nos quieren matar, encerrados en una jaula como un animal. ¿De qué me van a acusar?».
Tras mostrar las marcas en la piel de las esposas, Blanco dijo sentirse aún en «shock» por haber sufrido, denunció, agresiones verbales, físicas y mentales, acusado de supuestamente pertenecer a la banda criminal Tren de Aragua, lo que ellos, sus familiares y el Gobierno venezolano, entre otros, rechazan.
El presidente Nicolás Maduro ha señalado el caso de este grupo de migrantes como un ejemplo de que «no hay tal sueño americano» y que este «se les transformó» en una «pesadilla».
Un sueño deportado
Blanco salió de su país para «cumplir el sueño» de ser cantautor, lo que veía posible en Nueva York, a donde llegó en 2022 luego de cruzar el tapón del Darién y viajar sobre el tren conocido como ‘La Bestia’.
«En Venezuela, lamentablemente, no hay industria, no hay quien invierta. Allá, por lo menos, hay muchas disqueras», señaló el joven, quien recuerda que, tras cruzar el fronterizo río Bravo, un agente migratorio le expresó: «¿No hay otro país para migrar?».
Suárez, de 23 años, también decidió «emprender un camino hacia los Estados Unidos» con el objetivo de «hacer música», según cuenta él mismo, quien vivía en el país norteamericano con su pareja y luego con su hija, nacida en enero pasado, un mes antes de que fuera detenido junto con Blanco y otro amigo.
«Estábamos compartiendo un poco, veníamos de trabajar», recuerda Suárez del día que los arrestaron en Nueva York y posteriormente separados.
Se volvieron a encontrar en un centro de detención en Pensilvania, desde donde luego fueron trasladados a Texas, el preámbulo de una historia que, como dice la canción ‘Cecot’, «solo era el comienzo».
Camaradería vs. injusticia
Recuerdan casi como algo irreal lo que vivieron a partir de su sorpresiva llegada a El Salvador, donde los recibieron antimotines y fueron trasladados, con las manos esposadas, y cadenas en pies y cintura, así como con «golpes» e insultos, desde el aeropuerto hasta la prisión de máxima seguridad, según el relato de ambos.
Sin sus pertenencias, rapados y uniformados, comenzó oficialmente lo que el Gobierno de Maduro calificó de «secuestro».
Suárez expresó que fueron «cuatro meses de terror», un período durante el que «todos los días se sufría» y «las horas pasaban lentas».
«Trataba de no pensar y ser lo más fuerte de mente posible, (…) nos dábamos ánimos entre los compañeros, leíamos la Biblia porque nos lo permitían», señaló.
Blanco, por su parte, indicó que, tras una huelga de hambre, bajó la «golpiza» que recibían «por todo», aunque luego, aseguró, que les dispararon con «perdigones» en un motín que llevaron a cabo cansados de la «injusticia».
La camaradería entre ambos, así como con otros compañeros de celda, fue el bálsamo contra esta «pesadilla» que finalizó el pasado 18 de junio.
El reencuentro de Suárez con su madre, este martes, se trató de uno de los «más esperados», dijo él mismo, quien también se sorprendió al ver a su pareja e hija, ya que creía que seguían en EEUU, de donde las deportaron recientemente.
Entretanto, Blanco expresó que, luego de haber estado «en el infierno», todos volvieron «a nacer».
«Salimos del cementerio de los vivos», expresó.
Ahora, agregó, se enfocará en continuar con la música en su país, aunque sin perder la esperanza de regresar algún día a Nueva York, pero «con este presidente no», en referencia al estadounidense Donald Trump.
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