Puerto Ordaz.-Según el Observatorio Venezolano de la Salud (OVS), la emergencia humanitaria que atraviesa el país desde el 2015 en adelante, pone en grave riesgo la seguridad alimentaria de la casi totalidad de la población residente en el país, con una serie de factores que han ido agravándose año a año, al ritmo de la tremenda hiperinflación que sufre la nación, por la insuficiencia casi absoluta de los salarios nacionales y ahora complicado a niveles extremos por las tremendas consecuencias que arrastra la pandemia mundial del Coronavirus.
A este respecto, el sociólogo Edison Arciniega, presidente de “Ciudadanía en Acción” y destacado experto nacional y acucioso investigador en el tema de la seguridad alimentaria nacional, la situación que actualmente atraviesa la nación en esa materia es de dimensiones catastróficas, pues simplemente se ha venido deteriorando al extremo la calidad, cantidad y fuentes de acceso a los alimentos en Venezuela, produciendo como se ha destacado a lo largo del tiempo ya una población mal nutrida que ya muestra disminución de talla entre un 70 y un 20%, condiciones y rendimiento en al menos un tercio de la población en general.
Arciniega que forma parte de una ONG que trabaja en contacto directo con la agencia de la ONU en el tema de la alimentación mundial, la FAO (por sus siglas en inglés), con el Ministerio de Alimentación venezolano y con varias iniciativas globales que atienden el tema de las crisis alimentarias, la situación del país ya lo ubicaba desde hace un tiempo dentro de las naciones del mundo con grave inseguridad alimentaria; pero el agravamiento de la crisis económica interna, la agudización de la emergencia compleja humanitaria, y ahora los factores multiplicados exponencialmente por la carencia de combustible, la pandemia mundial de Covid 19 y las desacertadas políticas alimentarias del gobierno la situación tiende a agravarse hasta el extremo que a partir de segundo semestre estamos al borde de aguda crisis alimentaria nacional, donde simplemente todos los factores señalados pueden afectar directamente con una hambruna peligrosa a la población nacional, con énfasis aún mayor en los estados orientales y especialmente en los estados Bolívar, Sucre y Delta Amacuro, que se encuentran dentro de los peor alimentados de Venezuela.
Los mejor y peor nutridos atrapados por la crisis del combustible
En su seguimiento estadístico y detallado del tema de la seguridad alimentaria, Arciniega comenta que los estados del país mejor nutridos son Lara y Táchira, en gran medida por su vocación agroproductora, quienes a pesar de la mala situación han logrado en este año mantener las cotas de producción de alimentos del año pasado, produciendo sobradamente para el abastecimiento interno y generando una buena cantidad de excedentes que deberían estar alimentando a los estados peor nutridos de Venezuela.
Explica el experto que la alimentación en Venezuela depende en gran medida de las exportaciones, con énfasis en los productos alimenticios procesados, pues aparte de las verduras y hortalizas que surten el mercado interno y son producción nacional en su mayor parte, todo el resto de la comida proviene del exterior, lo que ya configura una situación de riesgo alimentario muy elevada, afectada por la crisis económica nacional y el agudo deterioro del aparato productivo nacional y las fuentes de ingresos del gobierno nacional.
Pese a ello las grandes ciudades del país cuentan con unos niveles razonables de dotación y suministro de alimentos, que si bien están por debajo de los requerimientos calóricos y proteicos mundiales, permiten mantener unos niveles mínimos de sostenibilidad, que por cierto se encuentran en riesgo por las graves dificultades para trasladar alimentos en Venezuela producto de la crisis de combustible, los controles extremos y poco coordinados de los entes de seguridad, y la falta de una clara política alimentaria por parte del gobierno central y del mismo gobierno interino de Guaidó.
En el otro extremo del espectro, el de los estados del país peor nutridos, se encuentran precisamente Bolívar, Sucre y Delta Amacuro, donde están los más bajos índices de nutrición de la nación, que se han deteriorado más en el 2020 y que pueden llegar a un colapso a partir de los meses de julio y agosto, cuando la crisis se agudice producto de que no se ha implementado el plan de siembra nacional por la falta de gasolina, que las entidades productoras de plántulas y semillas no las han podido distribuirlos a los restantes; y que buena parte de la producción de alimentos de las entidades granero de Venezuela no puede salir adecuadamente de los campos por la crisis del transporte y el combustible, por lo que llegan aún menos a las áreas periféricas del territorio, focalizándose apenas en Caracas y la región central.
Siendo que los estados mencionados están además en la cola de distribución, desde el occidente venezolano que es donde se produce la mayor parte de la comida, la situación se agrava hasta el punto que dentro de meses se pueden presentar problemas graves de desabastecimiento en la región oriental.
30% de la población depende de CLAP y bonos de la patria
Otra circunstancia agravante para la crisis alimentaria criolla – según destaca Edison Arciniega-, es que alrededor de un 30 % de la población depende básicamente de los planes gubernamentales de comida; como los CLAP que estima pueden llegar apenas a unos 3 millones de hogares de los más de 6 que existen, y de forma irregular y espaciada en el tiempo, además de contar con una baja dotación proteica dentro de los 8 kilos de insumos que traen en promedio, centrándose en cereales y carbohidratos. Así como en los bonos de ayuda como el bono de la patria, que en el mejor de los casos alcanza la suma de un millón doscientos mil bolívares, completamente insuficientes para que pueda alimentarse siquiera una semana una familia de 6 personas.
Aclara que según la FAO el consumo de alimentos que recomendó al gobierno venezolano por última vez hace 20, fue de 50 kilos al mes para lograr la meta diaria de 2.200 kilocalorías y 75 gramos de proteínas por día. Muy lejos de la ingesta actual de la mayoría de nuestros compatriotas.
A esto se suma que el salario mínimo establecido por el gobierno no supera unos 4 dólares al cambio no oficial, lo que significa que gran parte de la población carece de recursos para comer adecuadamente en una economía caracterizada por la hiperinflación donde un kilo de carne o queso reclama la totalidad de un salario mínimo.
Panorama además agravado por la paralización de la economía producto de la cuarentena nacional y mundial impuesta por la pandemia del coronavirus.
No hay concertación entre las partes ni buenos planes
Finalmente Arciniega, quien destacó que todas sus cifras están en manos del gobierno nacional, pues trabajan de la mano con ellos, así como con la FAO y el propio gobierno interino; señala que la aguda crisis política sin posibilidades cercanas de concertar entre las partes en pugna, que no quieren ni ceder el poder unos, ni negociar con los otros, complican notablemente el panorama, augurando una crisis alimentaria extrema como nunca la ha conocido la nación.
Comentó por ejemplo que con lo que paga el gobierno nacional por un kilo de harina de maíz importada que viene en las cajas CLAP, se podrían importar 5 kilos de maíz para molerlo y transformarlo en harina en el país, impulsando la industria nacional y mejorando el suministro de comida. Pues no hay una política alimentaria acertada desde los entes del gobierno madurista.
Pero la cosa no está mejor del otro lado de la mesa, pues luego de revisar el Plan País que es “salvavidas” que ofrece la oposición, se dieron cuenta que muchas de las cuantiosas inversiones que proponen en materia alimentaria, se hicieron obviando la realidad de los patrones de consumo de comida de la población venezolanos y los propios requerimientos mundiales, por lo que señala que simplemente la responsabilidad de la crisis alimentaria que tenemos en puertas recaerá totalmente sobre nuestra clase política, incluyendo a los dos bandos, que no están pensando en el tema más urgente y prioritario de todos, alimentar a una Venezuela que ya está mal nutrida, afectada por ello y que puede llegar al extremo de una hambruna enorme.
Todo esto cuando la situación mundial está complicada en materia alimentaria, económica, de empleo y de financiamiento posible está gravemente afectada por la pandemia que ya ha generado millones de desempleados, paralizado industrias estratégicas y afectado hasta las mayores y más fuertes economías del globo.
Como bien señala el experto “La crisis nutricional en Venezuela es un Iceberg, donde solo se ve a simple vista la falta de abastecimiento y la desnutrición. Pero se trata de la falla estructural de todo el aparato productivo venezolano.” Por ello como señaló en la entrevista urge un cambio de timón inmediato o las consecuencias las sufriremos en apenas unos meses todos los habitantes del país.
Gustavo Montaño
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