Ciudad Guayana.-Nada ni nadie ha podido nunca impedir que se celebren los Juegos Olímpicos a lo largo de sus 125 años de historia moderna. Un evento planetario que ha sobrevivido a guerras, boicots e incluso a una pandemia mundial como la que azota ahora a la humanidad. El movimiento olímpico siempre se sobrepuso a la adversidad imponiendo los valores universales del deporte, incluso cuando recibió sus peores golpes en forma de atentados terroristas.
Del atentado de Múnich 72 al de Atlanta 96
El primero fue en los Juegos de Múnich 72, cuando 11 miembros del equipo israelí fueron asesinados por el grupo terrorista palestino Septiembre Negro. Y el segundo cuando una bomba estalló en los Juegos de Atlanta 96 dejando el trágico balance de dos muertos y 111 heridos. Hoy se cumplen 25 años de ese terrible suceso que, como en el caso de Múnich, tiñó de luto y lágrimas la bandera olímpica, pero no evitó que siguiese ondeando hasta la ceremonia de clausura.
Ese ataque terrorista tuvo lugar a la 1,15 de la madrugada del sábado 27 de julio de 1996, cuando el mundo entero se estremeció al estallar en el Centennial Olympic Park de Atlanta una bomba que se cobró la vida de dos personas, una espectadora y de un cámara de la cadena estatal turca TRT, que murió de un infarto, además de dejar más de un centenar de heridos.
Pánico en Atlanta y cierre de la Villa Olímpica
La ciudad de Atlanta entró en pánico y amaneció desierta y tomada por las fuerzas de seguridad. La Villa Olímpica en la que tradicionalmente se alojan los atletas permaneció toda la noche cerrada y en cada una de las sedes olímpicas se guardó un minuto de silencio en memoria de los fallecidos y la bandera olímpica ondeó a media asta. Pero los Juegos no se detuvieron tras alcanzar una decisión consensuada el Comité Olímpico Internacional (COI) y los organizadores.
Una persona «con voz tranquila» llamó desde un teléfono público al servicio de emergencias de Atlanta y advirtió de la colocación de una bomba en el Parque Olímpico. No se identificó ni atribuyó la acción a grupo alguno. El sistema informático del 911 grabó la conversación e identificó la procedencia de la llamada. Según las investigaciones realizadas a partir de la grabación, se trataba de un varón blanco y estadounidense.
El primer sospechoso, un agente de seguridad
Sin embargo, el primer sospechoso de la policía fue un agente de seguridad, Richard Jewell, que se encontraba de servicio en el Parque Centenario. Había descubierto un paquete sospechoso, y por iniciativa propia dio la voz de alarma y comenzó a evacuar la zona. Era una bomba de fabricación casera que había sido abandonada en la base de una de las columnas que sustentan los altavoces y las luces del parque.
Richard Jewell fue exonerado de todos los cargos tres meses después, cuando la policía descubriò que el atentado había sido perpetrado por Eric Robert Rudolph, un cristiano fundamentalista estadounidense que cometió tres más en la región durante los meses siguientes.
Cadena perpetua para el terrorista
Él mismo confesó que su acto criminal fue un acto de protesta contra el aborto, la homosexualidad y los ideales socialistas y globalistas que a su juicio promovían los Juegos Olímpicos. Con su atentado pretendía que se suspendiesen, pero no lo logró. El terrorista, que anduvo fugado y fue capturado en Carolina del Norte en 2003, se declaró culpable y fue sentenciado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
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