Ciudad Guayana.-El 3 de septiembre de 2006, justo hace 15 años, Andre Agassi jugó su último partido como profesional del tenis.
Fue en el US Open y con derrota ante, el alemán Benjamin Becker. Andre registró 870 victorias y 274 derrotas, 60 títulos (ocho de Grand Slam) y con lágrimas en los ojos, el que fuera dos veces número uno del mundo dijo adiós a un deporte que odiaba, según confesó en su interesante biografía titulada Open.
Agassi dejaba atrás una brillante a la par que singular carrera salpicada por traumas personales, complejos, una ajetreada vida sentimental y el consumo de metanfetaminas a causa del que dio positivo en un control antidopaje por el que finalmente no fue castigado.
Nacido en el seno de una familia de clase media, hijo de un boxeador iraní con orígenes armenios y asirios, Emmanuel ‘Mike’ Agassi, y de una estadounidense, Betty Dudley, Andre empezó a jugar al tenis por imposición de su obsesivo progenitor.
Este le obligaba a golpear miles de bolas cada día, porque tenía la excéntrica teoría de que con un millón al año su hijo sin lugar a dudas sería el mejor: «Mi papá era muy intenso, tenía ocho años y era una carga que me hundía y ese resentimiento me acompañó, contó el tenista.
“No empecé en el tenis por elección, yo lo odiaba con toda mi alma y lo odié la mayor parte de mi carrera».
Sea como fuere, pronto destacó y se formó en la academia de Nick Bollettieri, donde estuvo con Jim Courier y se formó gratis. No lo pasó demasiado bien debido a la exigencia máxima a la que fue sometido.
Su gran apoyo fue siempre el preparador físico Gil Reyes, uno de sus mejores amigos que le acompañó durante casi toda su trayectoria y a quien se agarró en los malos momentos. En la cancha era rompedor por su estilo de juego, sus pasos cortos y arqueados, sus falsas melenas y los pantalones vaqueros cortos con lo que llegó a competir.
Fuera de los estadios, mientras su carrera despegaba, Agassi tuvo una breve relación con la actriz y cantante Barbra Streisand, después de poner fin a su bonita historia con la que había sido su novia durante la adolescencia, Wendi Stewart.
Pero poco después conoció a otra actriz y modelo, famosa por su papel en El Lago Azul, Brooke Shields, con la que se casó en 1997 y que fue fundamental en un aspecto importante de la vida del jugador: su apariencia.
Andre jugaba acomplejado por su creciente calvicie y en su biografía confesó que a veces lo hacía con cabello postizo: «Una vez, recé antes de un partido de Roland Garros, pero no por ganar, si no para que no se me cayera la peluca».
Shields le convenció para que mostrara su verdadera apariencia y en la boda apareció ya rapado por el peluquero personal de ella. Al poco tiempo hizo un anuncio de una máquina cortadora. La relación apenas duró dos años y le hizo perder el interés por el tenis, por lo que cayó al puesto 141 del ranking.
«No era feliz como número uno, me siento mejor ahí abajo», llegó a comentar. Todos sus males afloraron en aquellos años. Tomó metanfetamina y dio positivo en un control de la ATP, que sin embargo no fue sancionado luego de escuchar sus alegaciones.
Agassi parecía abocado a la caída y el fracaso. Pero intimó con Steffi Graf y todo, su vida y su carrera, cambió. Con la tenista alemana halló la estabilidad. Ella se había retirado en 1999 y se casaron en 2001.
Pronto tuvieron dos hijos, Jaden Gill y Jaz Elle. Y mientras, Andre pudo disfrutar de unos años más de tenis, hasta el mencionado 3 de septiembre de 2006.
Tras su retirada, empezó su nuevo devenir. Siguió vinculado al tenis, en torneos de veteranos, algunos con su esposa, pero no quiso ser entrenador de inmediato, como habían hecho tantos y tantos exjugadores.
Se embarcó en diversos negocios con rumores de ruina que no fueron ciertos, pero lo que le llenó fue su diversificada actividad filantrópica, sobre todo, la creación de su propia Fundación, dedicada a la educación, y el desarrollo de la Andre Agassi Charitable Association, para ayudar a jóvenes de Las Vegas, zona en la que aún reside con su familia y con parte de la de Graf.
Juntos abrieron un colegio allí y en 2007 creó con otros deportistas la organización Atletas para la Esperanza, que ayuda a otros profesionales a involucrarse en causas benéficas.
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