Ciudad Guayana.-“La Bombonera es el patio de mi casa», la frase corresponde a Juan Román Riquelme y la pronuncia en cada una de las entrevistas que brinda. Su amor por uno de los templos del fútbol mundial es indestructible y, a seis años de aquella última función con los botines puestos y luego de mucho tiempo alejado del club, ahora el Diez disfruta del estadio desde otro ángulo, en su rol de vicepresidente segundo de Boca.
Mucho frío hacía aquel 11 de mayo de 2014. Y llovía. El Mundial de Brasil estaba a la vuelta de la esquina y el campeonato se terminaba. El Xeneize llegaba con posibilidades matemáticas aún de ser campeón, pero necesitaba un milagro -que finalmente no ocurrió- para dar la vuelta olímpica. El Alberto J. Armando, sin embargo, latía como cada domingo. Y ese domingo era uno muy especial.
Carlos Bianchi estaba en el banco y dirigía un equipo que transmitía poco. Casi nada. Pero adentro de la cancha había uno que no sólo ponía sobre sus hombros cada pizca de esperanza de un plantel que se sabía derrotado, sino que, además, esa tarde-noche debió cargar con la presión de ser el gran protagonista. Algo a lo que, de cualquier manera, jamás le fue esquivo.
Se le vencía el contrato en junio y venía de una larga lucha en contra de Daniel Angelici y el resto de la dirigencia del Xeneize. Él quería una cosa; el presidente, otra bastante distinta.
El acuerdo, que jamás se produjo, ya entonces parecía imposible. Y el hincha, sabiéndose el gran perdedor por culpa de ese cortocircuito, quiso también salir a jugar su partido.
Banderas. Pasacalles. Pancartas. Cartelitos. La Boca vivió ese domingo repleta de mensajes de amor para un jugador de fútbol como pocas veces -o nunca- antes. Las ovaciones fueron incontables.
Cada vez que tocaba la pelota, algún sector -o todos- coreaba su nombre. El mensaje era un aliento para él y una amenaza para los directivos que observaban desde el palco. Un taco. Un caño sin tocar la pelota. Una pisada. Una provocación. Un remate al arco. Cualquier excusa era válida.
Juan Román Riquelme fue jugador de Boca hasta el minuto 90 de aquel encuentro frente a Lanús de la fecha 19 del torneo Final 2014.
El Virrey decidió sacarlo para que recibiera, por última vez, el cariño de su gente. Lo último que hizo con la ’10’ en la espalda fue abrazarse con Juan Sánchez Miño en la línea de cal y darle la mano a su papá futbolístico.
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