Ciudad Guayana.-Histriónico, desmedido, polemista, ineludible, atrayente, odiado, venerado, el catálogo de adjetivos se queda corto ante la personalidad apabullante de Mario Cipollini.
El italiano, para el que las crónicas deportivas reservaron apelativos como “Il Bello”, o “El Rey León”, además de contar con un talento innato para las llegadas masivas, disfrutaba, simultáneamente, de una vis atractiva, para los enredos y problemas
Cipollini es uno de los corredores con un palmarés más abultado gracias a esa facilidad victoriosa que demostraba en los sprints finales.
El italiano casi pudo alzar sus brazos en doscientas ocasiones durante la competición, además de cosechar, en tres ocasiones, la maglia por puntos del Giro de Italia y ser campeón nacional en ruta en 1996. Pero, las victorias más representativas de Cipollini llegaron en 2002.
En aquel año, el velocista obtuvo el Campeonato del Mundo disputado en Zolder en 2002, venció en la Milán-San Remo, la clásica que es coto privado de los hombres más rápidos del pelotón y se impuso en el Gante Wevelgem.
Lo más resaltante de su abultado palmarés, quizás fue el ansiado triunfo que le permitió superar al mítico Alfredo Binda, como hombre con más victorias de etapa en el Giro de Italia. Un total 42 ocasiones fueron las que Mario subió al pódium a recibir el trofeo, el ramo de flores, el aplauso del público y el beso de las azafatas.
Corría el día 18 de mayo de 2003 y el italiano se hallaba a un triunfo de igualar el récord de Binda. Pero esa tarde, el hombre enrolado en el equipo Domina Vacanze pudo festejar su velocidad en la línea de meta de Arezzo.
El objetivo parecía más cercano, si bien el Giro había empezado muy cruzado para Cipollini, ya que había visto como hombres como Petacchi, Baldato y McEwen le habían impedido sacudirse el temor y el miedo de no poder superar la marca establecida por Binda.
Sin embargo, 19 de mayo, se disputaba la décima etapa de la corsa rosa y los hombres del Domina Vacanze entendían que, tras los 160 kilómetros previstos entre Arezzo y Montecatini, su líder podía contar con una nueva oportunidad para escribir su nombre en la historia como el más recurrente vencedor de etapa en el Giro. Y Mario no decepcionó.
La etapa transcurrió con normalidad y con completa tranquilidad para el líder Stefano Garzelli. El equipo de Cipollini controló durante toda la jornada para evitar que las escapadas pudieran tomar distancia frente al pelotón general y en la meta de Montecatini, la explosividad y velocidad de Mario se alzó insuperable para sus rivales.
La estampa de Cipollini, maillot de campeón del mundo, coulotte blanco y casco con el emblema del arcoíris que le definía como el mejor ciclista del orbe, se elevó en la línea de meta de Montecatini, esculpiendo una imagen que al parecer perdurará durante años.
El velocista italiano no desaprovechó las luces y micrófonos postrados a su alrededor para clamar por la, a su juicio, ausencia de su equipo en el Tour de Francia 2002. Sin embargo, cumplía con su finalidad que era superar a Binda, Mario abandonó apenas tres jornadas después de su gran hito.
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