Ciudad Guayana. Arsène Wenger, el técnico francés que llevó los modales europeos al fútbol británico, cumplió un dia como hoy de 2014, mil partidos en el banquillo del Arsenal.

Los cambios que introdujo Wenger en el club de Londres hace más dos décadas fueron tan profundos y los éxitos que logró en sus primeras temporadas marcaron tanto a los aficionados que ni siquiera los años seguidos que pasó el equipo sin levantar un trofeo minaron su autoridad en el Arsenal.

A finales de septiembre de 1996, los Gunners anunciaron que el puesto de entrenador, para que el que se había barajado el nombre de Johan Cruyff, sería para Wenger, hasta entonces técnico del japonés Nagoya Grampus.

A la prensa inglesa el nombramiento le pareció poco serio: ¿Arsène quién?, se preguntaban en grandes titulares.

El francés, además de un completo desconocido en Inglaterra, era un hombre de apariencia refinada y en el norte de Londres pensaron que tendría dificultades para domar un vestuario lleno de futbolistas con fama de alborotadores como Ian Wright y Tony Adams.

Los modales de Wenger, como se encargaría de demostrar durante sus primeros días en el club, escondían sin embargo un carácter férreo y su trayectoria como entrenador era más sólida de lo que muchos pensaban.

Con 39 años había ganado la liga francesa con el Mónaco (1988) y, en 1994, había rechazado una oferta del Bayern Múnich para retirarse 18 meses a Japón, de donde regresó con las ideas renovadas y una Copa del Emperador en la maleta.

Lo primero que hizo al llegar al vestuario de Highbury fue establecer severas prohibiciones entre sus jugadores.

A sus órdenes quedaban proscritas las barras de chocolate y los dulces que circulaban en el autobús del equipo antes y después de los partidos, así como las innumerables pintas de cerveza que acostumbraban a beber los futbolistas.

Pero, sobre todo, quedaba prohibido lanzar balones hacia el campo contrario confiando en que algún compañero se adelantaría a la defensa, esa forma de juego tan inglesa.

Wenger no era Cruyff, pero el estilo que tenía en la cabeza se parecía más al fútbol de toque del Barcelona que había ganado la Copa de Europa cuatro años antes que al combativo Arsenal del inglés Bruce Rioch, que la temporada anterior se había quedado a 19 puntos del Manchester United y se había clasificado para la Copa de la UEFA en la última jornada.

En su primera temporada, que los gunners terminaron terceros en la liga, a solo siete puntos del United, Wenger se ganó el respeto de todos en Highbury y el apodo de Le professeur (El profesor).

En la siguiente campaña, el Arsenal conquistó la Premier y la Copa de Inglaterra, una conjunción que no se daba desde 1971.

Los años siguientes fueron una sucesión de éxitos: repitió el doblete en 2002, ganó la liga de nuevo en 2004 y la Copa en 2003 y 2005, mientras que en 2006, quizás el clímax de su carrera, llevó al equipo a la final de la Liga de Campeones, que perdieron en París ante el Barcelona de Frank Rijkaard.

Wenger se forjó desde los primeros años fama de avaro en cuanto a fichajes de nuevas estrellas, como si los fondos del Arsenal fueran sus propios ahorros, según una broma habitual en Inglaterra.

Con todo, nadie le regatea los aciertos de su política: los franceses Patrick Vieira, Thierry Henry y Gaël Clichy, así como el español Cesc Fàbregas y el holandés Robin Van Persie, entre otros, son algunos de los jóvenes futbolistas que crecieron bajo su protección.

Después de ganar la FA Cup 2016-17 y una Community Shield, se confirmó que al final de la Temporada 2017/18 no seguiría en su cargo como entrenador del Arsenal después de 22 años, dirigiendo su último partido como entrenador en el Emirates Stadium el día 6 de mayo de 2018, ganando 5-0 contra el Burnley, no sin antes recibir el pasillo de honor por parte de ambos equipos y los árbitros del encuentro.

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