Ciudad Guayana. Normalmente, los Juegos Olímpicos son motivo de alegría, fiesta, diversidad y diversión. Sin embargo, en Múnich 1972 hubo un episodio negro en la historia del deporte, en la que se dio una masacre en tierras alemanas.
Los primeros días de septiembre de 1972, con los Juegos Olímpicos en marcha, enlutaron al deporte internacional por aquel atentado terrorista cuando 11 miembros del equipo olímpico de Israel fueron secuestrados y asesinados en la Villa Olímpica por un comando del grupo terrorista, Septiembre Negro, célula de la Organización para la Liberación de Palestina encabezada por Yassir Arafat.
Todo comenzó el 4 de septiembre cuando en la madrugada, los miembros de la delegación de Israel se vieron sorprendidos al estar ya en sus habitaciones tras una noche de fiesta. Hasta ahí llegaron los miembros de Septiembre Negro, vestidos con uniformes deportivos se brincaron las bardas con ayuda de deportistas de otros países, quienes nunca pensaron sus verdaderas intenciones.
Llegaron con las armas guardadas en las maletas y ya adentro comenzó todo en el cuarto del entrenador del equipo de lucha, Moshé Weinberg, quien forcejeó y después fue apoyado por deportistas, ahí comenzó la masacre.
En la disputa, 9 atletas lograron escapar y Weinberg fue obligado a llevar a los terroristas con los demás atletas, buscó el tercer cuarto donde estaban los más fuertes, pero fueron sorprendidos durmiendo, por lo que los de Septiembre Negro terminaron por tomar a 9 rehenes.
Tras un día de violencia, intercambios con oficiales, e intentos fallidos de rescate, el 6 de septiembre se llegó a un acuerdo: los terroristas y atletas volarían a El Cairo en un avión alemán. Esto era una trampa, y los alemanes orquestaron una emboscada en el aeropuerto para eliminar a los terroristas y rescatar a los rehenes. La operación, finalmente, fue un fracaso, todos los rehenes fueron asesinados y sólo tres de los terroristas fueron arrestados.
El fracaso de la operación devino, principalmente, por una pobre planeación de parte del cuerpo de seguridad e inteligencia alemana. Subestimaron el número de terroristas (contaron a lo mucho 4, es decir la mitad) y un comando decidió abortar la misión antes de comenzar, sin consultarlo con un oficial de mayor rango. De acuerdo con el periodista John K. Cooley, los terroristas declararon el día anterior “el dinero no significa nada para nosotros; nuestras vidas no significan nada para nosotros”.
Sorprendentemente, la competición olímpica solo se suspendió por un día, el 5 de septiembre, a pesar de que diferentes personalidades pidieron su cancelación. El entonces presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, y otros miembros del COI decidieron que los terroristas no podían condicionar la celebración de los juegos con unas famosas y a la vez polémicas palabras pronunciadas por aquel durante la ceremonia de conmemoración de las víctimas celebrada al día siguiente: «Los juegos deben continuar».
Al memorial por los muertos que se celebró en el estadio olímpico asistieron 80 000 espectadores y 3.000 atletas. Brundage no hizo ninguna referencia a los deportistas asesinados durante su discurso, en que elogiaba la fuerza del movimiento olímpico. Este hecho enojó a los israelíes y a mucha de la gente allí presente.
Como muestra de duelo, durante el acto, la bandera olímpica se izó a media asta junto con la mayoría de las banderas nacionales de los países presentes en los juegos, a excepción de los países árabes, los cuales exigieron que sus enseñas ondeasen en lo alto del mástil. Las naciones árabes de donde procedían los terroristas lo veían como una claudicación frente a Israel.
El 7 de septiembre, el equipo olímpico israelí anunció que abandonaba Múnich, siendo especialmente protegidos por las fuerzas de seguridad. Lo mismo hizo el equipo egipcio, temiendo posibles represalias.
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