Ciudad Guayana. Decir Paolo Rossi es hacer una inmediata relación con el Mundial de España 82. El italiano fue goleador del torneo con seis tantos y no sólo se llevó el Botín de Oro al máximo anotador sino también el Balón de Oro como el mejor jugador de ese Mundial. Algo similar a lo que había ocurrido cuatro años antes con Mario Kempes en Argentina 78.
Pero sin dudas, sus goles más recordados, los que quedarán para siempre en la memoria de los fanáticos del fútbol fueron los tres que le hizo a Brasil en la segunda ronda y que sirvieron para eliminar al gran candidato al título, el coco del Mundial, el dueño del “Jogo Bonito”, aquel equipazo dirigido por Telé Santana en el que jugaban entre otros Zico, Sócrates, Falcao, Toninho Cerezo, Junior…
Si bien Paolo Rossi metió un gol clave en la final ante Alemania (triunfo de los itálicos por 3 a 1), no tuvo el mismo significado que su hat-trick al Scratch.
En ese Mundial no existieron los octavos ni los cuartos de final como ocurriría cuatro años después en México 86. En España hubo el mismo formato que en Argentina 78: grupos en la primera ronda y un nuevo grupo en la segunda ronda donde saldrían los semifinalistas.
A Italia, en esa segunda instancia luego de haber hecho una primera fase bastante opaca (empató los tres partidos, ante Polonia, Camerún y Perú) le tocó el Grupo de la Muerte con Brasil y Argentina.
De los tres, el conjunto azzurro asomaba como el más débil.
Sólo uno pasaría a la semifinal.
El 29 de junio, el conjunto dirigido por Enzo Bearzot venció 2-1 a la Selección de Menotti.
Fue la tarde en la que Gentile y compañía salieron de cacería contra Diego Maradona.
Con goles de Tardelli y Cabrini -descontó Passarella- se llevó un gran triunfo.
En la segunda fecha del grupo, Brasil venció a Argentina por 3-1 por lo que el encuentro del 5 de julio en el Sarriá entre italiano y brasileños se tornó decisivo: el que ganaba era semifinalista.
Y si empataban, pasaba Brasil por mejor diferencia de gol.
Y ahí apareció Paolo Rossi en todo su esplendor.
El delantero, que ya había jugado el Mundial 78 y había estado casi dos años suspendido en el Calcio, cuando jugaba en el Perugia, por las apuestas, sanción que siempre rechazó asegurando su inocencia, tuvo «su» partido.
Puso el 1-0 para Italia con un cabezazo cruzado ingresando por el segundo palo.
Marcó el 2-1 parcial tras aprovechar un error en la salida de Brasil. Y metió el 3-2 definitivo capturando una pelota perdida dentro del área rival.
Con sus goles eliminó al gran candidato de todos, en uno de los mejores partidos de la historia de los Mundiales.
Ya en semifinal, envalentonado, convirtió el doblete con el que Italia eliminó a Polonia. Y su racha goleadora se extendió en la final: metió el primer gol con que su selección batió a Alemania por 3-1 para levantar la tercera Copa del Mundo en la historia azzurra. Pero su gesta en el Sarriá, el estadio del Espanyol que en 1997 fue demolido, quedará grabada por siempre en los libros de la historia de este deporte.
¡Síguenos en nuestras redes sociales y descargar la app!