“En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo”.

 “Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

 La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos, en honor a Santa Zita de Lucca. Virgen, nacida en un hogar humilde, a los doce años entró a servir a la familia de los Fatinelli, y perseveró hasta la muerte, con admirable paciencia, en este servicio doméstico. Nació cerca de Lucca, Italia en 1218 y murió en Lucca el 27 de abril de 1278. Patrona de las sirvientas domésticas. Se le invoca también por las llaves perdidas. Fue canonizada por S.S. León X el 5 de septiembre de 1696.

En la liturgia del día meditamos los textos: Hch 8,26-40; Sal 65 y el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, según San Juan capítulo 6, del verso 44 al verso 51, donde se continua con el discurso de JESÚS, sobre el “Pan de la vida”, y en el que, el evangelista coloca las expresiones: «Yo Soy el Pan de la vida», «Yo Soy el Pan vivo bajado del cielo». Este «Yo Soy» hace referencia a la Revelación de Yahveh a Moisés en el Monte Sinaí. Con ello se nos quiere indicar la identidad Divina de JESÚS en medio de una realidad tan humana como es el acto de alimentarse. 

 Es oportuno recordar que, los expertos bíblicos sugieren que, este texto y en su conjunto todo el discurso del Pan de Vida (Jn 6,22-51) pueden ser leídos en relación con el Prólogo del Evangelio de Juan (Jn 1,1-18). Y al relacionarlos descubrimos que la Carne-Pan que JESÚS nos da es su Palabra. Esto encierra un dinamismo no visible, para los ojos humanos, pero palpable en la experiencia de la Fe, tal como lo celebramos en cada Eucaristía, donde la Palabra se convierte en Pan, el Cuerpo de JESÚS que alimenta a toda la Iglesia, Su Cuerpo Místico cuya cabeza es ÉL Mismo, para fortalecerla y animarla. 

Y es que, en JESÚS Resucitado Se nos Revela una vida auténticamente Nueva que vence la muerte. Así entendemos que el Hijo, es el Mediador que nos conduce al Padre, por eso es que, escuchar y ver al Hijo es escuchar y ver al Padre, y el abrir el corazón para vivir esta experiencia, del Encuentro con nuestra Divinidad, que nos ayuda a vivir en plenitud esta vida circunstancial y efímera, anticipo del disfrute de la Vida Eterna.

Al confrontarnos con el texto, y entrar tal como lo sugieren los expertos bíblicos, en la lógica de San Juan, podremos entender el planteamiento de que, JESÚS es “el Verdadero Alimento”, al que estamos invitados a degustar. Para Juan y su comunidad, JESÚS es el Verdadero Alimento, porque es al mismo tiempo el Principio de todo y el Paradigma a seguir si queremos ser fieles al Proyecto que DIOS Nos Presenta para que “vivamos la Abundancia de la Vida”.

Ya que, quien conoce a JESÚS, quien se adhiere a su Proyecto de vida, quien hace el camino discipular cumpliendo Su Mandamiento, es quien come el Alimento que da la Vida Eterna. Por eso es que todos estamos invitados a aceptar a JESÚS en la vida, pero no de forma teórica, ni cultica, ni catequética-doctrinal, sino de manera Existencial, y al Configurarnos con Él podamos ser Testigos ante el mundo, de la Acción Salvífica del Padre Celestial.

De allí que hoy sea el día para pedirle con toda la fuerza de nuestra alma, la asistencia permanente del Espíritu Santo, y alimentados física y espiritualmente,  podemos librarnos de tantos males y tentaciones que nos amenazan constantemente. Y en medio de esas peticiones poder interrogarnos: ¿Descubro la presencia de JESÚS en Su Palabra? ¿Soy capaz de escuchar la Palabra de DIOS con la misma reverencia como cuando voy a comulgar?

Señor JESÚS, Pan bajado del Cielo que das la vida al mundo, aumenta nuestra Fe en Ti, siendo perseverantes en la escucha de Tu Palabra, y fortalecidos podamos ser fermentos de Tu Buena Noticia, en este mundo terrenal acechado por la tiranía de la injusticia y la ignominia.

Amén

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