Andrea Betancourt nos recibe en la Fundación Centro de Artes Ágape, ese rincón de Ciudad Guayana donde el ballet deja de ser un arte lejano para convertirse en juego, disciplina y sueño compartido.

Allí, entre espejos, risas y el sonido constante de pasos ensayando sobre el piso, Andrea dirige, enseña y también recuerda a la niña que fue: la que a los tres años pidió ver clases de ballet y no ha dejado de danzar desde entonces.

En entrevista exclusiva con Nueva Prensa Digital, la joven bailarina y directora creativa de la fundación comparte su historia, sus aprendizajes y su emoción ante la próxima función de La Bella Durmiente.

El momento en que entendió su propósito

Aunque comenzó a muy temprana edad, no fue sino hasta los once años que Andrea descubrió que el ballet podía ser más que una pasión. Al conocer la existencia de compañías profesionales, comenzó a soñar con formar parte de ese universo. 

“Empecé a investigar quiénes eran esos bailarines y entendí que ese también podía ser mi camino”, recuerda.

Aprendizaje desde la experiencia

Años más tarde, su talento la llevó a participar en espacios como el Caracas Grand Prix y el Teatro Teresa Carreño. De esas experiencias se llevó una enseñanza clara: el ballet no ofrece atajos. “Es un camino largo, no hay manera de hacerlo más fácil… pero es completamente disfrutable”, afirma con una sonrisa serena.

Una fundación nacida del amor por el arte y la enseñanza

Junto con la licenciada Marwil Hernández y Mariela Lobo, la Fundación Centro de Artes Ágape nació con un propósito claro: acercar la danza y la cultura a los jóvenes del estado Bolívar. Andrea la define como un proyecto nacido del amor por la enseñanza, la danza y el prójimo.

“Queremos crear un espacio donde los jóvenes puedan aprender sobre cultura, sobre ballet… porque aquí no hay muchos espacios para eso”, señala.

Para ella, Ágape ha sido también un lugar de crecimiento personal: “Me ha hecho crecer no solo como bailarina, sino como persona y maestra. Es un espacio donde veo a mis alumnos crecer y desarrollarse”.

El reflejo de su infancia en cada alumno

Por supuesto, ver a sus estudiantes avanzar técnica y emocionalmente le recuerda constantemente a la niña que fue. 

“Me llena mucho el pecho verlos cumplir metas, ver su desarrollo no solo técnico sino como seres humanos. Es algo que me alimenta el alma”, dice con orgullo.

La Bella Durmiente: una obra con valor simbólico

El próximo 24 de julio, Andrea volverá a conectar con su infancia de una forma muy especial. Ese día, la Fundación presentará La Bella Durmiente en el Colegio Loyola Gumilla. 

No es una obra cualquiera para ella: el primer solo que bailó de niña fue el hada amarilla de esta historia. “Es una pieza que me ha acompañado desde pequeña. Además de ser un clásico, tiene un valor muy personal para mí”, cuenta.

Una función para toda la familia

Sobre lo que el público podrá encontrar en escena, Andrea es clara: “Una obra llena de magia, de momentos tensos, con hadas, batallas… tiene un poco de todo. No es una historia aburrida, es muy entretenida y apta para toda la familia”.

Con emoción, Andrea invita a toda la comunidad a sumarse a este encuentro con el arte. “No dejes que te lo cuenten. Acompáñanos este 24 de julio a las 4:20 p.m. en el Colegio Loyola Gumilla y vive con nosotros la magia del ballet”. Para más información, la Fundación puede seguirse en Instagram como @fca.agape.

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