Buenos Aires.- Argentina afronta una situación de emergencia alimentaria, producto de la crisis económica que arrastra desde hace más de dos años, que se caracteriza por la falta de alimentos y la baja calidad nutricional de estos, sobre todo entre los sectores más pobres, y que Gobierno e instituciones buscan paliar.
Esta problemática se agravó con la llegada de la pandemia de coronavirus, un periodo en el que la cantidad de personas que reciben algún tipo de asistencia alimentaria en el país pasó de 8 a 11 millones, según datos del Gobierno, lo que supuso un reto de cobertura para las organizaciones que trabajan en los barrios populares, donde también preocupa la calidad de los alimentos que se distribuyen.
«Vamos al desafío de la calidad nutricional, hoy tenemos cobertura, nos falta calidad nutricional y nos falta mejorar la producción de alimentos, que muchos pequeños productores tengan oportunidades», señaló a Efe el ministro de Desarrollo Social de Argentina, Daniel Arroyo, durante un recorrido por el Mercado Central de Buenos Aires con varios medios internacionales.
Según datos de la Universidad Católica Argentina (UCA), en 2018, ultimo año con datos disponibles, un 37 % (4,1 millones) de los menores de 18 años tienen carencia de al menos un nutriente básico.
La malnutrición también se manifiesta en problemas de obesidad, y en ese sentido Argentina es, según un informe de Unicef de 2019, «el país con más prevalencia» de la región, con 2 de cada 5 adolescentes con sobrepeso. El mismo estudio afirma que «el 41,1 % de los niños y adolescentes de entre 5 y 17 años presenta exceso de peso, mientras que esta problemática afecta al 67,9 % de las personas mayores de 18 años».
MAS FRUTAS Y VERDURAS, MENOS HARINAS
El diagnóstico del ministro de Desarrollo Social es que en la dieta de los jóvenes con menos recursos hay «demasiada harina, fideos y arroz y poca leche, carne, frutas y verduras», por lo que intentan que los comedores sociales tengan cada vez más de estos productos promoviendo proyectos como el de «alimentación sana, segura y soberana» que está desarrollando el Mercado Central de Buenos Aires.
Ubicado en la localidad de Ezeiza, en la provincia de Buenos Aires, el Mercado Central es el mayor punto comercial agropecuario del país, donde entran y salen alimentos para unas 14 millones de personas que viven en la capital y sus alrededores, y donde también se organizan donaciones para los comedores sociales.
Cada día se recolectan las donaciones de los 876 puestos que integran el Mercado, se agrupan en cajones para que a cada uno de los comedores sociales le llegue lo mismo, y se reparte entre los comedores y merenderos, que junto a las ollas populares se han convertido en el principal recurso para combatir el hambre en los barrios con menos ingresos.
«Las ollas populares y comedores sociales tienen que servir y se tiene que elaborar comida digna, rica y sana. Entendemos que algo que no puede faltar es fruta y verdura, y por eso fortalecemos», indicó a Efe el presidente de la Corporación del Mercado Central, Nahuel Levaggi, quien explicó que en muchos casos se consumen demasiados hidratos de carbonos porque son más fáciles de transportar y almacenar.
Según sus cálculos, la cantidad de comedores sociales que recibe alimentos del Gobierno «se ha quintuplicado» en los últimos meses, y ahora son 540, donde según el Ejecutivo no falta la comida, aunque en este punto algunas organizaciones sociales no están de acuerdo.
PROTESTAS SOCIALES
En las últimas semanas varias organizaciones sociales como Barrios de Pie convocaron marchas para protestar por la falta de alimentos en los comedores, la última tuvo lugar la semana pasada y en ella se reclamó que «los comedores y merenderos comunitarios ni siquiera siguen recibiendo la misma cantidad de alimentos que en noviembre del año pasado», antes de la asunción del presidente Alberto Fernández.
La coordinadora nacional de Barrios de Pie, Silvia Saravia, destacó a Efe que «había un compromiso de aumentar la cantidad de alimentos para los comedores y merenderos comunitarios y eso nunca resultó ser así».
La dirigente social aseguró que están manteniendo reuniones con responsables del Ministerio y que «diálogo hay, lo que no hay es una respuesta concreta suficiente», y matizó que el problema radica tanto en la cantidad de los alimentos como en su calidad.
«Las dos cuestiones son graves porque el tema de la calidad de los alimentos sea cada vez peor tiene un impacto directo en la situación de la salud. Eso no es de ahora, es una cuestión que es mucho más estructural, referida a que tipo de alimentos se producen en Argentina, quienes los producen y para quien los producen», agregó, y destacó que en el país «se producen una gran cantidad de alimentos como commodities, como papel de exportación».
LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN
Más allá de la dotación de alimentos, las autoridades argentinas están impulsando programas educativos sobre nutrición, como hace el Mercado Central, que ofrece formaciones en esta materia a los responsables de los comedores.
La Universidad de San Martín inició recientemente una diplomatura sobre Alimentación Sana, que busca también llevar este conocimiento a los barrios populares.
«La universidad no solamente recibe a los trabajadores como una forma de promoción y movilidad social ascendente, sino también la universidad tiene que ir al pueblo, ir a las empresas, ir a los barrios, para que el conocimiento llegue a los que más lo necesitan», aseguró el rector de la Universidad de San Martín, Carlos Greco.
Los efectos concretos que va a tener la pandemia sobre la ya maltrecha economía argentina y su entramado social son todavía inciertos, aunque las previsiones de varios organismos internacionales son bastante pesimistas, y si bien el ministro prefiere esperar a que se conozcan datos oficiales son conscientes de que «previo a la pandemia había 40 % de pobreza general, 50 % de pobreza en los niños y 40 % de trabajo informal. Son los tres datos más críticos de Argentina».
Aitor Pereira EFE
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