Una debutante era una joven en transición de niña a adulta que era presentada por sus padres como casadera. No en vano, debía vestir un traje de novia blanco, aunque esta costumbre cambió en el baile parisino cuando se incorporaron jóvenes de Oriente, donde el color blanco está reservado al luto.
Aunque dicho evento se sigue celebrando, además de en Inglaterra, en Viena o en Estados Unidos, su versión francesa, Le Bal, se ha popularizado en los últimos años y es hoy considerado por la revista Forbes como uno de los eventos sociales más esperados del año. El baile de debutantes de París, es una tradición que cada otoño reúne a las herederas de la élite mundial y que busca modernizarse para sobrevivir.
LE BAL 2019
El baile parisino, que desde 2015 recauda fondos para varias causas benéficas centradas en las mujeres o la infancia, este año se celebró el pasado 30 de noviembre, esta edición fue su 25 aniversario con veinte participantes, todas de entre 16 y 22 años de edad.
«La sociedad que representa el baile ya no existe, solo se contempla la opción chica acompañada por chico. Cambiar eso sería un paso adelante hacia la realidad social del siglo XXI», explica a Efe Marina Fernández, directora de comunicación de la Escuela Internacional de Protocolo.
Unos estándares de los que Le Bal intenta desvincularse modernizando su imagen, centrándose más en la moda y la prensa rosa, reivindicando el empoderamiento de la mujer e incorporando cada vez más nacionalidades entre sus participantes. Este año, once debutantes no son europeas.
«Ahora, con Facebook y otras redes sociales, las debutantes no necesitan hacer una presentación en sociedad. Le Bal es más bien el inolvidable momento de su debut en la alta costura y los medios de comunicación», señala la organización del evento en su página web.
«La razón de ser hoy en día de este tipo de bailes es crear marca para las debutantes, pero sobre todo para las firmas de alta costura que las visten», dice Fernández.
El evento, añade, supone un escaparate para las grandes marcas y se engloba en su estrategia de comunicación, tanto para su público objetivo, el que compra sus vestidos, como para uno más aspiracional, que no puede permitirse la ropa, pero sí perfumes o productos de cosmética.
EFE
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