Berlín, Alemania.  Alemania rindió homenaje este jueves a Ludwig van Beethoven desde la Ópera de Bonn, la ciudad donde nació hace 250 años, con un concierto sin público a causa de la pandemia y dirigido por Daniel Barenboim, una de las batutas que mejor conoce al genio que revolucionó la música clásica.

Para el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, -reconocido devoto del compositor- Beethoven es «emoción pura» y «elixir de vida», según expresó en su mensaje -asimismo virtual-, previo al concierto, con el ‘Maestro’ argentino-israelí al frente de su West-Eastern Divan -la orquesta fundada por Barenboim para jóvenes talentos de Oriente Medio-.

El programa era, de por sí, exponente de la pasión de Barenboim por el compositor: la Quinta Sinfonía y el Concierto para piano número 3, donde el músico se desdobla en director y solista.

ANIVERSARIO EXTENDIDO Y CON PRÓRROGA

El concierto era el punto álgido de la «BeethovenNacht» -Noche de Beethoven-, transmitido en streaming a todo el mundo, en un aniversario que ha trasladado parte de su programa al próximo año, con la esperanza de que para entonces pueda volverse a los conciertos con público.

«Beethoven fue un genio, un compositor revolucionario que llevó el Clasicismo más allá, hacia el Romanticismo, y rompió todos los moldes estéticos», explicaba, en entrevista con Efe el catedrático en la Hochschule für Musik de Karlsruhe (Alemania) y fagot solista de la Deutsche Kammerphilarmonie de Bremen, el español David Tomás.

EL NACIMIENTO DE UN GENIO

«Aunque nació en Bonn, sus ancestros no eran alemanes: como el prefijo de su nombre indica, ‘van’, no es alemán, sino holandés. Pero su familia estaba afincada en Bonn y eran músicos», explica el catedrático. Su padre, admirador de Wolfgang Amadeus Mozart, lo alentó para que siguiera los pasos del austríaco.

Beethoven (1770-1827) dio su primer concierto con siete años, en Colonia (Alemania), ciudad vecina a Bonn. A los nueve, escribió su primera composición, «Nueve variaciones sobre una marcha de Ernst Christoph Dressler», que estrenó a los once.

Con el apoyo de uno de sus primeros maestros, Gottlob Neefe, Beethoven fue contratado en la corte del príncipe de Colonia, donde comenzó a codearse con la élite alemana y a aprender de los mejores músicos.

DE UNA JUVENTUD COMPLICADA AL ÉXITO EN VIENA

A los 17 años, perdió a su madre; poco después, su padre, alcohólico y con depresión, entró en prisión. a Ludwig le correspondió ejercer de cabeza de familia con dos hermanos pequeños.

Pero a la muerte de su padre, en 1792, vino el gran vuelco: se traslada a la ciudad en la que discurrió prácticamente toda su vida adulta, hasta morir en marzo de 1827.

Como explica el catedrático español, en la capital austríaca se convirtió en alumno, entre otros, de Joseph Haydn (1732-1809) y Antonio Salieri (1750-1825) -el «archienemigo» de Mozart-. En 1800, tras el estreno de su Primera Sinfonía, se ganó el respeto y la admiración de la sociedad. Pero empezó ahí también lo que se convertiría en su gran tortura: los problemas de audición.

El tinnitus y la pérdida de capacidad auditiva le atormentaban. A ello se sumó un fuerte temperamento, que algunos estudios han atribuido a un trastorno bipolar.

«Su carácter, marcado por sus drásticos cambios de humor, se pueden apreciar en sus obras, que están llenas de contrastes de dinámica y cambios bruscos y sorprendentes, y hacen de él un compositor extremadamente temperamental», explica Tomás.

Parte de la genialidad de Beethoven radica en su capacidad para romper todos los moldes. Fue en el conocido como tercer periodo compositivo cuando se produjeron sus piezas más rompedoras.

Beethoven quería ser su propio jefe, explica el catedrático. Antes que él, grandes músicos como Bach, Mozart o Haydn, debían su producción musical a los mecenas que les financiaban. Pero Beethoven quiso convertirse en protagonista de su música.

«Tuvo que trabajar mucho hasta conseguir eso», explica Tomás. Los ideales de la Revolución Francesa condujeron a su liberación de la nobleza, de la aristocracia. Aumentó su deseo de convertirse en un artista libre.

«Estos son los ideales revolucionarios que hay detrás de Beethoven, y por eso creo que son tan importantes, porque asentaron los cimientos de nuestra sociedad moderna, donde el individuo es lo importante, no está a merced de nadie», indica Tomás.

ICONO DE LA IDENTIDAD ALEMANA

Aunque Beethoven pasó gran parte de su vida en Viena, es uno de los grandes iconos de su país natal. «Para Alemania, el músico de Bonn es uno de las ‘Tres B’: Beethoven, Bach y Brahms. Fueron tres grandes compositores, icónicos, alemanes, y ellos los siguen asociando con su cultura y su identidad», explica el catedrático. «Digamos que fue como Goethe o Schopenhauer para filosofía, o Goehte o Schiller para la literatura».

Ludwig Van Beethoven dejó un legado inmortal. Como explica el catedrático español de Karlsruhe, tienen valores que hacen que el oyente se siga sintiendo identificado con ellas.

La Unión Europea (UE) adoptó como himno su «Oda a la Alegría» de la Novena Sinfonía. Muchas de sus obras se versionaron para filmes como «A Clockwork Orange» («La naranja mecánica»), «Dead Poets Society» («El club de los poetas muertos») o «Help!», donde The Beatles tararean la «Oda a la Alegría».

«Beethoven es nuestro pan de cada día», explica a Efe Juan Elvira, alumno del master de piano en la Hochschule für Musik de Hamburgo. Las composiciones de Beethoven son «ineludibles» en la formación de cualquier músico.

250 años después de su nacimiento, Beethoven sigue siendo el genio revolucionario que dejó un legado inmortal para la música.

EFE noticias

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