Nueva York.-Peter Bogdanovich, el cineasta fallecido con 82 años en su casa de Los Ángeles, fue uno de los últimos directores del Hollywood más clásico y admirador confeso de Orson Welles y Howard Hawks, que cobró fama en los años los años setenta para luego ser más bien reconocido como erudito, entrevistador y crítico de cine.
No tenía empacho en decir que la mayoría del cine actual «es una mierda» con su acumulación de explosiones, superhéroes y gente muriendo, y no se reconocía en el Hollywood actual por ser un sistema obsesionado con la taquilla y los efectos especiales, olvidando lo que él definía como «lo esencial: las personas».
Creía, de hecho, que en los últimos tiempos la creatividad era más fácil de hallar en la televisión que en el cine, y tal vez eso explica su intervención -en el papel de terapista de una terapista- en la mítica serie de Los Soprano, donde llegó a actuar en quince capítulos y a dirigir uno de ellos.
Éxitos de Bogdanovich
Sus grandes éxitos los logró muy joven, con «La última película», «¿Qué me pasa, doctor?» y «Luna de papel», producidas entre 1971 y 1973.
Después de entonces, el éxito le fue más esquivo, y no porque cultivase un cine de culto o elitista: creía, por el contrario, que no hay nada mejor que el éxito para una película, y calificaba de «esnobismo a la inversa» a los directores que pensaban que tener popularidad equivalía a ponerse en venta.
Y pese a esos principios, su cine hace décadas que no cosechaba el favor del público; sus mayores aplausos los conseguía en los festivales de cine donde era invitado con cierta frecuencia y donde era algo así como un abanderado de la nostalgia.
Si su cine fue irregular, más unanimidad logró con su faceta de crítico y erudito. Su pasión por el cine era tal que una vez contó que Jonh Ford tuvo que frenarlo de este modo: «Por Dios, Bogdanovich, ¿nunca vas a parar de hacer preguntas?».
A Bogdanovich, reconocible con sus gafas de concha que le daban un aire intelectual, le interesaban particularmente las grandes películas para extraer de ellas análisis profundos y retrospectivos, que luego plasmó en varios libros, el último de ellos titulado «Las estrellas de Hollywood.
Retratos y conversaciones», consistente en el estudio de 25 grandes filmes y su relación con los directores o actores de aquella época dorada.
Bogdanovich: Una vida de tragedias
Hijo de un serbio y de una austriaca emigrados a Estados Unidos, Bogdanovich pasó una infancia solitaria y silenciosa, y solo a la edad de 8 años supo la razón de ese opresivo ambiente familiar: había tenido un hermano mayor que murió de bebé al derramarse sobre él una olla de sopa hirviendo.
Desde niño, el cine fue su válvula de escape y sabía que terminaría formando parte de la fábrica de sueños: «Quería ser como la gente de las pantallas -dijo una vez a Los Angeles Times-, quería ser un niño americano auténtico y hacer esas cosas maravillosas. Pero con un apellido como Bogdanovich, no tenía muchas oportunidades».
La del hermano muerto no fue la única tragedia de su vida: cuando estaba en el pico de su carrera, conoció en la mansión de Hugh Hefner (editor y propietario de Playboy) a la modelo Dorothy Stratten, quien se enamoró de él y abandonó a su marido, como hoy recuerda The New York Times.
Bogdanovich le dio un pequeño papel en su película «Todos rieron», pero justo antes de su estreno en 1980, el marido despechado de Dorothy la buscó, la asesinó a tiros y luego se suicidó, un acontecimiento que fue a su vez contado en la película «Star 80» de Bob Fosse.
Con esa aura maldita y ese nombre, era difícil que «Todos rieron» triunfase, y efectivamente fue un fracaso de público y crítica. Desde entonces, su carrera como director decayó, pero Bogdanovich mantuvo siempre el respeto de los entendidos.
La obra de Bogdanovich le debe todo, paradójicamente, a Hollywood, y no es de extrañar que una vez declarara: «No me gusta morder la mano que no me da de comer, pero desafortunadamente Hollywood ha ido en la mala dirección con tantas precuelas, secuelas y superhéroes».
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