Bruselas.-Con casi 4.400 hectáreas de extensión, el Bosque de Soignes no solo es un «pulmón» verde a las puertas de Bruselas, sino que cuenta con una rica biodiversidad y un equilibrio ecológico que lo hace único, lo que le llevó convertirse en Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, pero ahora también sufre por la covid-19.

La cercanía de este particular bosque al núcleo urbano de la capital belga -se encuentra a menos de diez kilómetros de la Grand Place- atrae a muchos visitantes que han encontrado en él un refugio para escapar de los efectos del confinamiento y el teletrabajo, pero también han sometido a una fuerte presión a su flora y fauna.

Así lo explica el director del departamento de bosques y naturaleza de la Región de Bruselas, Stéphane Vanwijnsberghe, quien destaca en una entrevista con Efe que, dada su localización, el bosque cumple con un «rol social muy importante para el público».

EL RETO DE LA PRESERVACIÓN DURANTE LA PANDEMIA

Vanwijnsberghe cuenta que, desde marzo, el bosque «ha estado sometido a una presión muy, muy fuerte» que atribuye al «aumento del teletrabajo», dado que «el público necesitaba ir a pasearse a los parques y jardines de Bruselas, incluido el bosque».

No obstante, lamenta, no todos los visitantes respetan las reglas forestales, abandonando los senderos marcados «para intentar encontrar un poco de calma en el bosque» o, simplemente, para llegar al parking, lo que ha llevado a un deterioro en la vegetación y a «la creación de numerosos caminos clandestinos, no oficiales», sostiene Vanwijnsberghe.

«Otro daño que hemos visto en primavera es en la reproducción de los animales», añade el director, un perjuicio que Vanwijnsberghe asocia, entre otras razones, a que muchos visitantes «llevan perros que no siempre están atados» y que dañan el entorno «a pesar de que el servicio de vigilancia está presente en el bosque».

LA CONSERVACIÓN FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO

El responsable de la naturaleza de la región bruselense insiste en que uno de sus principales retos es «evitar que el bosque se vuelva demasiado artificial, para preservar toda la naturaleza salvaje que todavía está presente» entre su hayedo, el principal atractivo del Bosque de Soignes.

De hecho, es precisamente la riqueza de su biodiversidad lo que lo llevó, en 2017, a engrosar la lista Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y es la razón por la cual también se encuentra en la red europea Natura 2000, para la conservación del patrimonio natural de alto valor.

En el marco del cambio climático, los responsables de su conservación deben «estudiar como el hayedo va a reaccionar», explica Vanwijnsberghe, con el objetivo principal de «mantener un bosque de calidad forestal y capaz de acoger una vasta naturaleza y biodiversidad», añade, ante unas “previsiones para el hayedo” que no son «especialmente buenas», lamenta.

Además, dado que se extiende por las tres regiones del país -Flandes, Valonia y Bruselas- está cogestionado por sus respectivas administraciones, que intentan «mantener una gestión lo más coherente posible», admite Vanwijnsberghe y cuenta con una fundación «que supervisa justamente esta colaboración interregional», dirigida por el expresidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy.

EL ENCANTO DEL HAYEDO CATEDRAL

A nivel paisajístico, uno de sus principales atractivos es el denominado «hayedo catedral»: Su «gran característica» es «la ausencia de maleza, que permite tener una penetración visual muy profunda», destaca Vanwijnsberghe, en cuya cima «los rayos de sol» evocan «a la luz que atraviesa una vidriera», explica el responsable de los bosques bruselenses.

Pero, más allá de su valor ambiental, un importante reclamo es su cercanía a la ciudad: «Vivo al lado de Bois de la Cambre y voy a visitar a un amigo, que no está muy lejos de aquí, así que normalmente voy por el camino del bosque para disfrutar un poco la naturaleza», destaca Joao Pacheco, un joven portugués, durante su paseo por Soignes.

Y por él pasean tanto familias, como ciclistas e, incluso, jinetes con sus caballos, asegura el matrimonio de Ane y Jean, quienes frecuentan cada semana el que consideran un bosque «absolutamente magnífico» que está «muy bien organizado y tiene señales que nos permiten hacer circuitos».

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