Altum, el excéntrico restaurante colgante inaugurado a finales de 2022 en la exclusiva zona de Las Mercedes en Caracas, cerró sus puertas de manera indefinida, según fuentes ligadas al gremio de restaurantes.

Desde su cuenta en Twitter, el periodista Tony Frangie Mawad informó que la enorme plataforma hidraúlica que elevaba a comensales y empleados del restaurante a 50 metros de altura estaría siendo desarmada.

En una publicación hecha a finales de febrero, la revista Bloomberg abordó el tema de los rimbombantes negocios, como Altum, que surgieron en Venezuela en 2022, por medio de los cuales se pretendió vender la idea de la recuperación económica del país, pero que tuvieron una caducidad muy rápida, ¿Por qué?

La improvisación si bien es el complemento de las proyecciones negativas, en este caso, también aplica la exclusividad de los pequeños grupos a los que van dedicados así como las razones estacionales de las visitas por acudir un nuevo emprendimiento que no cuenta con mayores atracciones.

Una cena «de altura»

El restaurante Altum, ubicado en Altamira, al este de la capital venezolana, atrajo todas las miradas durante su lanzamiento en diciembre, con precios poco accesibles para el venezolano común, que superaban los US$150 por 45 minutos de «vuelo» para cenar a 50 metros de altura. A finales de enero, el local anunciaba en sus redes promociones y planes nuevos con descuentos de hasta 65%.

«Son productos de alta gama, de precios muy elevados en divisas y que con el paso del tiempo su modelo de negocio no ofrece nada nuevo. A este restaurante en las alturas, si mal no recuerdo, creo que le salió competencia en Barquisimeto. Creo que desde US$20 ó US$40 dólares ya la gente puede subirse allí, entonces es un modelo de negocio que al final de cuentas más allá de subir a la persona en una grúa, no ofrece algo diferente. Ya después de que la persona vive la experiencia se pregunta: ¿‘y qué otra cosa hay’?», comenta el economista Aaron Olmos, director de Olmos Group Venezuela y especialista en finanzas de empresas.

A su juicio, la economía venezolana no se ha recuperado y lo que se percibe durante los últimos años con la instalación de bodegones, restaurantes y tiendas de lujo, se podría describir como un crecimiento superficial, que está relacionado con liquidez incrementada hasta tres veces, según propios datos del Banco Central de Venezuela (BCV).

Explica que es demostrado con una tendencia a la baja de las variaciones positivas registradas a principios del año pasado, y dejando en una situación compleja el 2023, con un enfoque particular en el retroceso del salario, siendo uno de los más bajos en el mundo situado en US$5 al mes el mínimo.

«Eso hace que los negocios de moda tengan unas pocas semanas o meses de auge, pero se enfrenta a la realidad de un venezolano que no necesariamente tiene ese dinero para poder orientarlo o gastarlo en algo que es puntual, en algo que es de moda, porque a nivel de la jerarquía de las necesidades del venezolano, la mayor cantidad de dinero se va en cubrir las necesidades básicas y fundamentales», agrega Olmos.

«Cuando las personas puedan comprar las cosas que requieran y tengan poder de compra con su ingreso es que vamos a ver recuperación y prosperidad en estos negocios, sin embargo, de alguna manera seguimos viendo que se están utilizando estas pequeñas explosiones de recuperación disgregadas por todo el territorio como un sinónimo de recuperación y ahí estaríamos entrando en la lógica de los equilibrios inestables», puntualiza.

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